En el camino hacia el ballottage, sólo parece haber rosas para Macri. A la campaña negativa del kirchnerismo y de una porción sciolista, él sale a replicar como Sai Baba. Más que de las clases de budismo armonizador que toma, la reacción se explica mejor desde la conveniencia.
Los nuevos spots de campaña refuerzan la onda de amor y paz. Macri dice allí cosas como “que vivamos mejor”, “trabajar para la gente”, “vamos juntos”, “creo en ustedes” y afirma tener “buena fe” y “buenas intenciones”. La verdadera estrella del 25 de octubre, María Eugenia Vidal, es algo más explícita en el aviso de TV que protagoniza: “No vas a perder nada de lo que ya tenés”, pero rápido vuelve a llamar a la esperanza, al optimismo y a la unión argentina.
Estos eslóganes huecos y positivos no sólo atienden las sugerencias de los gurúes del marketing político moderno, donde se sugiere que a los votantes no les interesan las propuestas concretas sino la empatía con su candidato. También busca contrastar con la imagen social del kirchnerismo: la pelea y la descalificación del que piensa distinto.
Cierto es que los roles se han invertido desde los resultados de la primera vuelta. El planeta K intentaba disfrazar su dureza con un relato de que “el amor vence al odio” opositor. Ahora ellos odian más que nunca (del que es víctima el propio Scioli, jamás amado) y la oposición de Cambiemos dispara corazones, a lo Cupido. Hasta desarman la campaña del miedo con humor, ridiculizando ellos mismos algunos fantasmas reales que genera el macrismo.
Para sostener ese posicionamiento edulcorado, se evitan definiciones tajantes en temas ríspidos. Como contó PERFIL el viernes, las piruetas impiden que se sepan definiciones respecto a la devaluación, Aerolíneas, jubilaciones, subsidios, YPF y Fútbol para Todos.
Mejor mantener amordazadas a las voces del espacio que pueden romper ese paraíso. Casi que lo están logrando, aunque se filtren dichos de Aranguren (petróleo), Melconian (salarios e inflación) y Prat-Gay (discriminando a provincianos).
Semejante dulzura incluye a una experta en dinamitar climas, como Carrió. Pasó de “mi límite es Macri” a tener ahora un idilio político sobreactuado. Algún memorioso recordó el desprecio que Chacho Alvarez sentía por De la Rúa hasta que se convirtió en su vice, a partir de lo cual intentó convencernos de que se llevaban bárbaro y hacían un gran equipo. El final de la historia es conocido y los antecedentes de Lilita también.
Esta estrategia edulcorada de Cambiemos cuenta con el respaldo inestimable (o no tanto, se puede cuantificar) de la amplia mayoría del sector mediático que no mide con la misma vara a oficialismo y oposición. En la prensa oficialista son burdas y chocantes buena parte de las críticas a Macri, lo que termina siendo funcional a lo que combaten. El periodismo opositor al Gobierno, en cambio, invisibiliza las naderías y contradicciones macristas. Y es capaz de no pasar factura pública a la negativa de Macri a debatir con Scioli en TN. ¡Lo que hubiera sido a la inversa!
Como tanto sabor endulzado puede empalagar, va una dosis de agua tónica. O de realidad.
Más allá de que en el macrismo acaso hayan tomado nota de la máxima de Menem (“si hubiera dicho lo que iba a hacer no me votaban), hay ya ciertas espinas en ese sendero de rosas autopromocionado.
Una de ellas es la preocupación y el tironeo por la falta de cuadros ejecutivos para gestionar las tres principales administraciones públicas del país (si ganan Nación y las ya confirmadas Provincia y Ciudad de Buenos Aires). En los últimos días, salvo contadas excepciones (empezando por Horacio Rodríguez Larreta), los principales funcionarios porteños están más abocados a la campaña y a posibles destinos futuros que a la marcha de la gestión.
Otra es la tensión bonaerense. Vidal debe lidiar con la pesada herencia de casi treinta años de gobiernos peronistas y un sistema perverso (con la seguridad, la educación, la salud y muchos etcéteras) y también con el fuego amigo. Resiste la gobernadora electa los embates del primo Jorge Macri, ávido de espacios, en una devolución de gentilezas por su histórica oposición a la candidatura de Vidal.
“Hay cien problemas internos en el PRO”, confiesa un conspicuo integrante de esa fuerza. Aunque sea amarillo, no todo lo que reluce es oro.