La sencillez del proyecto es tan abrumadora como lo que revela: ¿por qué es más difícil estrenar obra para un autor con mediana experiencia que para un autor nuevo? Existen –y así debe ser si se pretende pensar para el futuro– miles de instancias (decenas, bah) para el reconocimiento del talento joven, el autor inédito y la promesa por cumplirse, pero pocas maneras de establecer a quienes ya han cumplido esa promesa. Como consuelo, esto es idéntico en España, Alemania o Inglaterra. Las instituciones teatrales (las cinematográficas también) fingen que un autor solo necesita de un primer impulso. Es mentira: nada hay como la experiencia. Y la libertad de demostrar a posteriori que uno no es un artículo de ocasión para satisfacer las necesidades provisorias de novedad de una cultura.
Es por eso muy loable que una sala independiente como la histórica Vera Vera haya querido revertir, aunque sea mínima y simbólicamente, este asunto, del que depende gran parte del desarrollo cultural de nuestro país: asegurar la trayectoria y la madurez de sus artistas. Con “Post 40. Concurso de proyectos espectaculares”, Rubén Sabadini formó un jurado de lujo (Horacio Banega, Juan Pablo Gómez y Fernanda Orazi) y puso a disposición de los ganadores sala, horas de ensayo y un premio en efectivo para la producción. La única condición, ¡pardiez, qué sencillo era!, fue la de tener más de 40 años. Hubo dos instancias: una para autores noveles (¿por qué no se puede empezar a escribir aprovechando la madurez más que las hormonas?) y otra para ya estrenados.
El resultado del concurso revela que es bien posible hacer un teatro joven, jovencísimo, profesional, inaudito, creativo y en voz alta más allá de los 40: Laura Fernández (una de mis favoritas) tanto como los ya muy establecidos Bibiana Ricciardi, Javier Rodríguez Cano, Fabián Arenilla y Javier Swedzky están con sus obras en Vera Vera, reunidos bajo una consigna extraña pero razonable que merece más ruido y mucha más atención.