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caminar en circulos viciosos

Un presidente que se va por las razones equivocadas

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Un presidente de un banco central que se va dejando una inflación anual en torno al 35%/40%, una brecha cambiaria superior al 75%, caída de las reservas y una entidad que, a precios de mercado, está en quiebra, no puede ser “extrañado”. Pero el hecho de que no se haya ido por esas razones, sino por no “controlar” bien, es un diagnóstico y, a la vez, un pronóstico de lo que vendrá.

Un diagnóstico, porque está claro que para el Gobierno, y una parte de la sociedad argentina, el Banco Central y su política monetaria y cambiaria no son responsables de la descripción con la que comencé esta nota. Para “ellos”, la inflación es consecuencia de la estructura de los mercados y el problema cambiario, producto de un complot de sectores concentrados que buscan voltear la revolución.

Obviamente, nadie explica por qué, bajo el gobierno de los K, la estructura de mercado empeoró, al punto de pasar de una inflación del 10% anual a una del 40%. O por qué, con un Estado manejado por los K, las mismas “fuerzas concentradas” que operan en Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay, Perú, o Colombia sólo se animan a “complotar” en la Argentina y Venezuela.

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Pero, más allá de estas explicaciones faltantes, lo cierto es que este diagnóstico permite un pronóstico.

En efecto. Si el problema inflacionario es consecuencia del comportamiento de los formadores de precios, entonces lo que se viene no es un cambio en la política monetaria, sino acciones más vigorosas de “supervisión” contra los formadores de precios.

Como, a la vez, la política monetaria es “hija” de la política fiscal, se desprende entonces que tampoco habrá cambios en la política fiscal que impliquen una reducción sustancial del déficit, dado que además el déficit es, a los ojos del Gobierno, una manera de “compensar” la caída de actividad privada. El único cambio posible podrá ser sobre la forma en que el Banco Central recupere los pesos que emite para financiar el déficit.

Dicho sea de paso, otra cosa que no explica el Gobierno es por qué, si la inflación no tiene que ver con los pesos que se emiten y están en poder del sector privado, hay que “reabsorberlos” para que no circulen. En fin...

Pasando al problema de los dólares, como la brecha actual, según el diagnóstico oficial, no es consecuencia de la relación entre esos pesos que “sobran” y la escasez de dólares comerciales y financieros que generó el propio Gobierno con su política de desaliento a la producción de exportables, incluyendo petróleo y gas, del control de cambios y del conflicto con los bonistas que ganaron el juicio en Nueva York, sino un complot de los productores de soja, los banqueros y los buitres, entonces el pronóstico es: mayor supervisión y control sobre ese mercado, tratando de cerrar la brecha, bajando el techo.

En síntesis, más “policía” y menos política económica.

Pero claro, la policía no sirve para manejar la economía (y en la Argentina, tampoco sirve para manejar la seguridad, pero ése es otro tema).

¿Entonces?

En materia de pesos, el Gobierno seguirá emitiendo para financiar el déficit y tiene instrumentos para, al menos en el corto plazo, retirar de circulación esa carrada de pesos que emitirá.

Pero esto no soluciona el problema de fondo, porque los pesos que “sobran” dependen de la tasa de inflación, en particular si la tasa de interés es menor que la inflación esperada.

A mayor inflación, me sobran más pesos, y quiero gastarlos lo más rápido posible. Entonces, la cantidad de pesos a “absorber” es un blanco móvil. A más inflación, más pesos sobran, más rápido los quiero gastar. Más rápido los gasto, más inflación y más demanda de dólares, más pesos sobran, más inflación, más brecha. Esta peligrosa dinámica le pone un piso a la tasa de inflación, hoy cercano al 3% mensual.

En materia de dólares, la policía puede calmar el mercado un rato, pero no puede aumentar la oferta de dólares que, encima, caerá por los menores precios internacionales de la soja, y por el menor crecimiento de Brasil. Sin más dólares comerciales, o se consigue crédito externo, o hay que profundizar el racionamiento –si se quiere mantener el precio del dólar oficial–. Más racionamiento es más caída del nivel de actividad y más caída del empleo.

En síntesis, lo mismo que hasta ahora, pero peor. Y cuando la policía fracase… mucho peor.