Es bien sabido, desde hace años, que la esencia del kirchnerismo es la mentira y la contradicción. Son dos características fundamentales para la elaboración del así llamado relato. Su impronta es tal que los conversos las han adoptado con notable naturalidad. El que picó en punta fue Alberto Fernández. Entre las tantas mentiras del presidente saliente se recuerda aquella del martes 15 de marzo de 2020, cuando dijo: “El viernes comienza la guerra contra la inflación”. Quien no le va en saga –a la manera de un verdadero discípulo– es Sergio Massa.
El ministro de Economía –que supo enojarse con muchos periodistas porque no lo llamaban superministro– dijo el viernes en San Juan: “Vengo a comprometerme y decirles que voy a ser el presidente que derrote a la inflación y que defienda el salario”. De no existir los videos y los audios que así lo atestiguan, algún desprevenido podría haber pensado que se trataba de una humorada surgida del talento de Ariel Tarico en sus agudas y magistrales imitaciones que son furor.
Desde el 3 de agosto de 2022 –día en que asumió el cargo– hasta fin de junio, la inflación interanual llegó al 100%. Y ya se sabe que el índice de precios al consumidor –el famoso IPC– de julio estará por arriba del 6% que hubo en junio. La gestión de Massa al frente del Ministerio de Economía pasará a la historia precisamente por sus altísimos niveles de inflación. Tanto es así que el Banco Central anunció hace pocos días que dispuso posponer la difusión del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) para después de las PASO.
El REM, que debería publicarse el viernes 4 de agosto próximo, se dará a conocer dos días después de esa elección. Es una encuesta que se realiza entre bancos, centros de estudios y consultores, cuyo fin es el de dar a conocer pronósticos y proyecciones sobre los indicadores claves de la economía, como por ejemplo, tasas de interés, dólar y cifras de crecimiento.
¿Alguien puede creer que escondiendo, maquillando o posponiendo datos, la realidad pasará inadvertida para los círculos de poder y la sociedad toda? Son recetas perimidas que nos obligan a volver a citar en esta columna al enorme fracaso de Guillermo Moreno al frente de la Secretaría de Comercio Interior; tiempos en que los números se dibujaban y el Indec se encontraba intervenido.
Se trata, una vez más, de esa costumbre infantil y disfuncional que sostiene que lo que el kirchnerismo no admite no existe. Es la negación misma de la realidad.
Sergio Massa no está cómodo. Sabe que la intención de voto no lo acompaña como quisiera de cara a la próxima elección. Ya se resignó a recibir los embates del fuego amigo disparados por Juan Grabois y Luis D’Elía. Nadie hará nada para contenerlo. De hecho, la vicepresidenta en funciones sabe que no puede desconocer esa parte estructural del relato militante y ha decidido seguir jugando a dos puntas.
En el entorno del ministro y candidato se dan por conformes con mantener fuera de la escena política al presidente Alberto Fernández:
“Sergio no tiene nada en contra de él pero no podemos dejar que su figura influya de manera negativa en la campaña. No suma. Es mejor mantenerlo alejado”, admiten cerca del tigrense. Es lógico. Nadie quiere pegarse a un presidente que llega al final de su gestión con un esfuerzo enorme, desgastado y vapuleado política y personalmente por los propios. Eso explica la poca o nula actividad en su agenda casi totalmente limitada a los eventos internacionales de poca monta. La caída en su imagen y el derrumbe de su popularidad desde el inicio de la pandemia hasta hoy, sin dudas será un caso de análisis en los futuros estudios de opinión pública y propaganda.
La semana volvió a retrotraernos a los tiempos de cuarentena, cuando salió a la luz que la ministra de Salud, Carla Vizzotti, había permitido en tiempos de aislamiento que conocidos o allegados pudieran despedirse de sus familiares en estado crítico cuando nadie más podía hacerlo. Nadie está cuestionando un gesto de humanidad pero es innegable que todavía siguen y seguirán apareciendo ejemplos de la doble vara moral y ética del kirchnerismo. El vacunatorio VIP y la fiesta de Olivos serán los ejemplos por excelencia de esa doble moral. Para el Gobierno y los amigos del poder, todo estaba permitido. Para el ciudadano común, las reglas generales de la ley. Inadmisible.
En Juntos por el Cambio están haciendo todo lo posible –aunque no parezca– para bajarles el tono a las disputas internas. Operadores políticos del alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y de la exministra de Seguridad Patricia Bullrich intentaron acercar posiciones para allanar el camino a la posibilidad de que los precandidatos presidenciales compartieran el búnker el día de las PASO –idea inicial del larretismo– pero como las cosas fueron de mal en peor, también se cayó la idea de una foto conjunta el mismo 13 de agosto cuya intención era demostrar que la pelea real será contra el kirchnerismo. El encono entre ambos tuvo un nuevo detonante: las críticas de HRL a la propuesta de Bullrich de impulsar “un blindaje” de las reservas para poder remover el cepo en los primeros días de su hipotética gestión. En realidad, hay un tímido intento de fondo de endurecer al jefe de Gobierno porteño en el tramo final de la campaña. “No se trata de halconizarlo. Horacio se siente cómodo y sabe que ha llegado hasta acá sin gritos ni portazos, con diálogo y gestión”, se definen en Uspallata y contraatacan: “Últimamente cada vez que Patricia habla, la caga. Hay que dejarla seguir sin interrupciones, nosotros ya tenemos nuestro manual”. Del otro lado de la coalición opositora reconocen a regañadientes que las últimas declaraciones públicas de su líder no han sido felices pero atribuyen su silencio a una supuesta ventaja en las últimas encuestas de opinión: “Estamos liderando, que el desgaste lo haga el otro”.
No se esperan sorpresas para el tramo final de la campaña. Algunos candidatos se acordaron a último momento de dar a conocer sus propuestas para una elección que sigue sin despertar interés como ha quedado demostrado en los altos niveles de abstención que se registraron en los comicios provinciales. Niveles preocupantes que tienen como únicos responsables a los líderes de la actual dirigencia política, incapaces de contribuir a la democracia y a la formación de ciudadanía.