COLUMNISTAS
campaña excepcional

Una más y no queremos más

20230528_cristina_fernandez_kirchner_plaza_mayo_cuarterolo_g
Rodeada. Cristina Fernández de Kirchner, en la celebración de los 20 años de kirchnerismo. | Pablo Cuarterolo

Cierta excepcionalidad se verifica para las próximas elecciones. Nunca antes, por ejemplo, tantos gobernadores han descalzado su comicio provincial del nacional. Prescindencia sobre una responsabilidad que se supone compartida. Son diecinueve y aún falta el anuncio del adelantamiento en la súper frutilla, la provincia de Buenos Aires. Para este proyecto, hay discrepancias en la cúpula: Kicillof apoya el proyecto, Máximo está en contra y Cristina no se pronuncia.  

El apartamiento de las provincias de los comicios nacionales muestra un federalismo incontaminado, excesiva protección del propio pellejo y falta de solidaridad política con el futuro presidente. Invertebrada república. Si hay dos Españas y nichos explosivos de autonomía como Cataluña o el País Vasco, en la Argentina asoma el mismo huevo de la serpiente. Más cuando se consagren en los próximos años paraísos económicos y de fastuosidad árabe –como en Neuquén– frente a pozos de indigencia en otros territorios.

También la personalidad y contextura de los futuros candidatos resulta novedosa: Kicillof reúne adeptos porque es “honesto, no roba” (al menos, es lo que se dice). Lo que constituye una normalidad en cualquier ciudadano se torna una virtud infrecuente en la oferta electoral. En particular en el oficialismo cristinista.

A su vez, en una ampliación del género y en una variedad extendida de sexos, a Patricia Bullrich le conceden atributos masculinos (pelotas, hormonas) que la convierten en una mujer maravilla trans para enfrentar la crisis.

Una hipótesis de fórmula oficialista: Wado con ¿Raverta? ¿Ledesma Abdala? ¿Galmarini?

Horacio Rodríguez Larreta, por su parte, se ha colgado el sambenito de que “compra todo” (con la plata de otros), lo que en un país derruido se vuelve más una honra que un estigma. Ya no se respeta ni a la Inquisición.

Peculiares. Otro adicional de los aspirantes, de los que sacan rédito para conseguir votos, son particularidades que por razones diferentes los identifican frente al resto de los anónimos. Daniel Scioli recuerda el accidente que le amputó un brazo y presume de sus habilidades consecuentes en la vida cotidiana para reemplazar esa pérdida.

Wado de Pedro suele victimizarse ante cualquier observación, en muchos casos burla, por una disfemia que lo acompaña desde pequeño y que ha corregido parcialmente.

Javier Milei resume para muchos cierta “locura” porque ama a cuatro perros, es un chiflado de la economía –en verdad, solo un desvariado cree que puede resolver los problemas argentinos– cuando se indigna a los gritos por TV, insulta a sus rivales y pregona soluciones que pocos entienden.

Massa va a China para ampliar un swap que permita importar más zapatillas y electrónica

Sergio Massa ha hecho un culto de su habilidad para sacar ventajas y por su transfiguración permanente, capaz de estar en China y en Nueva York al mismo tiempo demostrando que, en su Kamasutra, la tercera posición peronista es apenas una de las más primitivas y rústicas del conocido manual hindú.

Celebración familiar. Importa lo de los invertebrados por el reciente acto de Cristina en la Plaza de Mayo, una presunta evocación patria solo advertida en la paquetísima escarapela y vestimenta de la protagonista. Del símbolo nacional, de la Primera Junta, casi no hubo mención.

Se pasó a la práctica directa de la paga bonaerense que los intendentes del Conurbano convirtieron a la celebración histórica en un apéndice de la saga familiar de los Kirchner. En particular de ella, de su propio halago, lejos de los gobernadores del resto del país, de los propios inclusive, que ya pasaron con el tren y la saludaron con un pañuelito. Hasta la puerta del cementerio, como solía repetir un ducho dirigente.

Ella, mientras, revisa alternativas, candidatos, listas, principalmente la Provincia y la ruleta nacional hacia la Presidencia. Veamos un hipotético esquema: De Pedro cabeza de fórmula a la Casa Rosada. La vice, de nuevo una mujer: Claudia Ledesma Abdala (presidenta provisional del Senado y esposa del gobernador santiagueño Gerardo Zamora) o Fernanda Raverta (a cargo de la Anses).

Premio consuelo. Hasta mencionan como un consuelo a Massa la posibilidad de que Malena Galmarini se incluya en el binomio, aunque ella jura que solo pretende un cargo menor, la intendencia de Tigre. Pero hay que compensar al Frente Renovador.

La belicosa reacción de Patricia Bullrich ante un "feliz domingo" de campaña

Massa insiste con su pretensión presidencial, a pesar de no podría ser “candidato único” como sueña y menos por los índices de inflación: viajará pronto al FMI con la esperanza de que haya más plata para gastar sin restricciones (contener la suba del dólar, por ejemplo) bajo la amenaza de que “un hombre de Trump, Milei, puede llegar a la Casa Rosada”. El organismo duda: piensa en la conveniencia de apoyar a un gobierno que va a perder.

Ahora Massa concurre a China para ampliar un swap que permita importar más zapatillas y electrónica, se desvanece en cambio un crédito de los BRICs. Del brazo va Máximo, quien no abandona a su tutor y elegido, aunque ya con menos esperanzas de trasladar a Kicillof de La Plata la Rosada.

Al hijo de la familia prócer le queda la segura senaduría de Buenos Aires, aunque cuesta imaginar a Massa sin ningún cargo electivo. No le vendría bien esa opción: por más amigos que tenga en la Justicia, siempre aparecen causas, como ocurrió con Cristina y luego empezaron esas demandas a comprometer a Mauricio Macri. Detalle no menor y a tener en cuenta, según escriben los periodistas.

Para colmo, el apartado y vengativo Alberto Fernández auspicia sin aparecer a Scioli, quien se percató de que no le permitirán usar la boleta en la provincia de Buenos Aires y tendrá que construir su propia lista en ese distrito. Engorro para la postulación, pero está determinado al desafío y, caso contrario, hasta podría presentar un amparo.

Cristina demostró su malestar con Scioli: fue al primero que tachó como invitado a su palco, justifica su lapicera en una unidad que le permita un enjuague para alcanzar 40% de los votos. Y que los dos tercios opositores no pasen de los 30 puntos.

Sueño de una adolescente que, para este fin, deberá consagrar la anticipación de las elecciones bonaerenses quince días antes de las nacionales. Pensando que el éxito provincial de un domingo se extienda a una quincena más tarde.