Un tercio más de argentinos cree que la reforma judicial es para salvar a Cristina Kirchner de sus causas (47%) que para que la Justicia funcione mejor (35%), según una encuesta de RDT Consultores para el diario Clarín (18% respondió que no sabe). Pero le faltó a la encuesta la tercera alternativa, la transgrieta, que sería si la reforma judicial es para salvar a Cristina y mejorar la Justicia, al mismo tiempo. Probablemente esa opción hubiera sido mayoritaria, como es mayoritaria la aprobación que reciben Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta cuando trabajan mancomunadamente para solucionar un problema, tanto como es plausible imaginar que si Cristina Kirchner hubiera sido candidata a presidenta en las últimas elecciones, podría haber perdido en un ballottage o no hubiese podido tener la gobernabilidad de Alberto Fernández al no contar con el apoyo de varios gobernadores y el Frente Renovador.
Así como no hay que salvar a Cristina, tampoco hay que exceptuar a la justicia de mejoras que precisa
Si Macri, después de la desastrosa gestión económica de sus últimos dos años y la frustración que generó entre quienes lo habían votado cuatro año antes, logró sacar el 41% de los votos en 2019 contra 34% que obtuvo en 2015, en ambos casos en primera vuelta, es por el voto contra Cristina y no por el voto a favor de Macri. Es el centro el espacio que cosecha más aprobación, aunque la polarización sea más útil para construir candidatos e identidad partidaria.
Es inocultable la preocupación por salvar a Cristina Kirchner, es inocultable que durante su gobierno y el de su marido hubo un incremento mayúsculo de la corrupción, es inocultable que dos exitosos abogados de una alejada provincia como Santa Cruz que representa solo el 1,4% del total del producto bruto del país no pudieran acumular una fortuna personal de 42 millones de dólares, pericia realizada por tres interventores judiciales que trabajan en la causa Hotesur-Los Sauces y tramita en el Tribunal Federal Número 5, como, por último, no solo es inocultable sino que Cristina Kirchner hace hasta lo imposible para que se note que además de salir indemne de las múltiples causas que enfrenta, la vicepresidenta demanda reivindicaciones simbólicas como colocar a su abogado Carlos Beraldi entre los ocho juristas que integrarán el Consejo Asesor de la Reforma Judicial y ya antes a su secretario de Legal y Técnica como jefe de todos los abogados del Estado siendo procurador del Tesoro, también como forma de desagravio por haber estado injustamente detenido 107 días por orden del juez Bonadio, prisión preventiva que fue revocada por el Tribunal Oral Federal número 8, que también dio de baja la acusación de traición a la patria por el memorándum con Irán.
Abusos de poder como el de Bonadio haciéndole pasar tres meses en la cárcel de Ezeiza a Zannini hacen también inocultable que la Justicia precisa una reforma, y así como no hay que salvar a Cristina tampoco hay que exceptuar a la Justicia de las mejoras que precise.
La imagen que acompaña esta columna de los agudos humoristas Paz y Rudy sintetiza las demandas que debe satisfacer quien le toque gobernar la Argentina actual. No se trata solo de mantener unida la coalición gobernante haciéndole concesiones a cada uno de los sectores que la integran porque si para mantenerse unida no logra una dirección definida y termina fracasando en la gestión, luego recibiría un castigo electoral que finalmente desembocará en divisiones internas. El éxito y el miedo al fracaso es lo que mantiene a la coalición cohesionada; si el fracaso se produjera, no habría incentivos para continuar juntos, como ya sucedió en 2015 y 2017.
Pero ese futuro no depende de la reforma judicial, mucho antes de que Cristina Kirchner pudiera quedar absuelta en todas las instancias por nuevos tribunales eventualmente benevolentes, las cartas del futuro de la coalición gobernante estarán echadas en 2021 para las elecciones de medio término si el Gobierno no lograra ser reconocido por la población como idóneo para resolver la gigante crisis económica que dejará la pospandemia en un país como Argentina, que ya venía con caídas de producto bruto los dos años anteriores.
Los pronósticos de 10% de caída del producto bruto de Argentina para 2020 son comparables a los de la crisis de 2002, que aumentó la pobreza como nunca en la historia: ¿qué presidente podría salir airoso de una elección de medio término con esos resultados?
Las previsiones para 2021 son de un crecimiento del 3,5%, pero aun así haría falta seguir creciendo al 3,5% hasta 2025 para regresar recién a una economía como la de 2017, cuando Macri logró ganar las elecciones de medio término, algo que recién podría gozar el presidente electo en 2023 para sus elecciones siguientes.
Si Alberto Fernández lograra ser ese presidente habiendo sido reelecto previamente, en un contexto tan adverso, con una coalición con diferencias internas no menores y sin ser él un caudillo ni un líder carismático en un partido acostumbrado a un jefe indiscutido, será un caso de estudio.
Un aliciente para Alberto F. es tener a Macri como significante opositor, aunque ya no como conductor
Al igual que en 2002 y por momentos peor que entonces, empresas multinacionales se van de Argentina o achican sus operaciones en el país porque pronostican ese largo vía crucis que el país deberá atravesar sin la posibilidad de contar con un mundo a favor, como fue en 2002-2008.
El único aliciente de Alberto Fernández es tener a Macri aunque ya no como conductor pero sí como significante de la oposición. Su viaje a Francia es otra demostración de cuánto tuvo que ver Cristina Kirchner en hacerlo presidente y cuánto de responsabilidad tiene Macri en el regreso del kirchnerismo a pesar de las evidencias sobre corrupción.