Al calor de una competencia que parecía dormida, el crédito hipotecario volvió a ganar lugar en la conversación cotidiana. En los últimos días, varias entidades ajustaron sus líneas en UVA a la baja, ofrecieron plazos más largos y reabrieron el acceso para familias con ingresos formales.
El movimiento no es uniforme, pero marca una tendencia: con tasas algo más amigables, el problema deja de ser si “existe” o no el crédito y pasa a ser cómo comparar opciones, comprender su letra chica y decidir si es el momento de entrar o si conviene esperar.
“Desde la crisis que veníamos teniendo con el tipo de cambio, las tasas de interés se habían ido por las nubes. El Gobierno apuntó a un ‘apretón monetario’: por un lado, los bancos tenían que mantener más plata inmovilizada en el Banco Central y, por otro, la tasa de referencia estaba altísima. Eso dejaba a los bancos muy restringidos para prestar y encarecía todo. A partir de las elecciones, el mercado se calmó; hubo medidas como el swap con Estados Unidos que engrosaron las reservas; bajó el riesgo país; subieron acciones y bonos. Se generó un clima de optimismo y pudieron relajarse las tasas de referencia. Desde la semana pasada empezaron a bajar y eso impacta en varias actividades, entre ellas los hipotecarios: los bancos actualizaron condiciones y aparecen nuevas oportunidades”, plantea Gisela Veritier en diálogo con After Office (Punto a Punto Radio, 90.7).
A partir de ese giro, la economista advierte: “hoy se ve que los bancos estatales tienen tasas más competitivas que los privados” y que “con la normalización financiera se empiezan a dar más créditos”.
Qué cambió en el sistema para que el crédito vuelva a asomar
La normalización no solo ordena precios; también devuelve a los bancos a su función específica: tomar depósitos y transformarlos en préstamos. Veritier lo resume con una imagen llana: “Se normaliza no solo la actividad económica sino también la bancaria: que los depósitos vuelvan a transformarse en préstamos”.
En ese proceso, los públicos suelen moverse primero, aun con lógicas no estrictamente comerciales. “Por ejemplo, Banco Nación ofrece 6% anual, financia hasta el 75% del valor de tasación y permite plazos de hasta 30 años. La relación cuota/ingreso es 25% y se pueden sumar ingresos del cónyuge o concubino”, describe. Ese tipo de condiciones, dice, pone un piso a la competencia y obliga a los privados a revisar su tablero.
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El atractivo y su “trampa”: cuota inicial baja, UVA en movimiento
La pregunta que ordena la decisión aparece rápido: ¿conviene entrar ahora o esperar otra baja? Veritier reconoce que el sendero de tasas luce descendente si la normalización se sostiene y que ya se ven cuotas cercanas a un alquiler promedio. Pero pide no perder de vista la naturaleza del producto: “Hay que entender algo clave: un préstamo UVA no es un préstamo puro en pesos; es en una unidad homogénea. Si la inflación no se detiene, la cuota sigue ajustando por UVA. Aun con una tasa del 6%, si hay 2% de inflación mensual, ese 2% se suma. Y si hay una devaluación que se traslada a precios —como pasó en el gobierno de Macri— eso pega en la UVA y complicó a quienes tenían esos créditos”. La “foto” que hoy luce más nítida, subraya, puede diferir de la “película” a treinta años.
A quiénes alcanza y qué mirar sin perderse en tecnicismos
Con tasas más bajas, el acceso vuelve a depender de dos bisagras: ingresos estables y capacidad de lectura de cada oferta. En el primer punto, pesan la relación entre cuota e ingreso y la posibilidad de sumar salarios dentro del hogar. En el segundo, la clave es identificar el porcentaje financiado (LTV), los costos totales (CFT, seguros, gastos) y los eventuales mecanismos de techo de la cuota cuando los salarios corren distinto que la UVA.
Veritier sugiere mirar también el “vínculo” que cada banco pide: “Los bancos buscan que el cliente tenga paquete de productos —cobro de haberes, tarjetas— y eso ayuda a acceder a la tasa más baja. Depende de cada entidad”. Y añade una novedad que suma competencia por vías menos tradicionales: “Un caso llamativo es Brubank, primer banco digital aprobado por el BCRA: publica tasas del 8%, financia hasta 70% del valor y el proceso es 100% digital, con mucha agilidad operativa. Es la opción ‘moderna’ para un hipotecario”.
El consejo que deja entre líneas es prudente: no alcanza con una cuota que cierre hoy; hay que comprobar qué pasa con esa cuota si la inflación tarda en bajar, si el salario se recalienta menos que la UVA o si aparecen costos “ocultos” en la estructura del crédito.
La decisión personal: cuando el número cierra, pero el horizonte no convence
Aun con un escenario más amable, la decisión no es puramente financiera. Pesa la aversión al riesgo a 30 años en un país que, cada tanto, sacude la mesa. Veritier lo dice sin rodeos: “Yo no soy de sacar esos créditos. Pensar a 30 años me da desconfianza. No por la foto de hoy —se ve bien—, sino porque no podemos prever la foto de mañana. No tenemos todos los elementos para pensar a tan largo plazo; no somos Europa ni Estados Unidos”.