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CóRDOBA
EL LUGAR DE ARGENTINA EN EL MUNDO

Entre los exabruptos y la obsecuencia

El alineamiento incondicional del gobierno de Javier Milei con Estados Unidos se acentuó con el anuncio de una base naval binacional en Tierra del Fuego.

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CNN. En su entrevista con Oppenheimer, Milei abrió una crisis diplomática con Colombia al acusar a su presidente de | CEDOC PERFIL

La verborragia cargada de incontinencias verbales moldeadas en su época de panelista de TV, no parecieron hacer mella en su figura de ‘candidato outsider’ o ‘anti-casta’, sino más bien lo contrario. Los exabruptos con que encendía la motosierra fueron parte de una construcción artificial que primero le dio un rédito electoral inusitado y luego, con apreciables ayudas de una crisis agobiante y la mano del establishment que había jurado combatir, lo catapultó a la Casa Rosada.

A casi cuatro meses de asumir la presidencia de Argentina, Javier Milei suele echar mano de discursos de barricada o cargados de descalificaciones no sólo para destinatarios que habitan dentro de nuestras fronteras. Algunos de sus funcionarios y seguidores explican y/o aplauden tal conducta como gestos de sinceridad brutal de quien –según ellos– no cambió su esencia pese a detentar ahora el poder.

 Una coherencia difícil de hallar en quien por necesidad y urgencia electoral designó como ministra de Seguridad a Patricia Bullrich, a la que apenas un par de meses antes de asumir endilgaba su “pasado de montonera asesina” o “terrorista tirabombas en jardines de infantes”.

 

 



Alberto Fernández: "Milei disfrazado de militar nos llena de vergüenza, su servilismo con EE.UU. es humillante"

 

Una línea discursiva que evidenció sus zigzagueos al encomendar el ministerio de Economía al mismo Luis Caputo al que en campaña responsabilizaba de “fumarse 15 mil millones de dólares” que el Fondo Monetario le había entregado al gobierno de Mauricio Macri. O cuando llegó al Vaticano con una maleta cargada de obsequios y elogios a la figura del papa Francisco, al que meses antes tildó de “imbécil”, llamó “representante del maligno en la Tierra”, o lo acusó en una entrevista con la cadena Fox News de tener “afinidad con los comunistas asesinos y violar los Diez Mandamientos al defender la justicia social”.

Ante cada desplante del ahora mandatario, sus flamantes funcionarios, sus exégetas y operadores en redes y medios tradicionales trataron o bien de poner paños fríos, o bien de resaltar su “estilo frontal”.

Sin embargo, la misma lógica o estilo de motosierra y licuadora llevados al plano internacional han hecho mucho ruido en estas semanas y prometen hacer mucho más a partir de nuevos actos y anuncios.

Blancos elegidos. En una entrevista concedida a la CNN en Español, Milei profundizó sus diferencias con colegas de Latinoamérica identificados como de centroizquierda o izquierda, a los que suele poner en una misma bolsa que rotula como “comunismo internacional” y en la que –en su concepción– incluye desde Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, Gabriel Boric, Luis Arce, Pedro Sánchez, Xi Jinping y cualesquiera que, según él, amenacen con sus ideas a “los valores de Occidente”.

En esas encendidas diatribas que ya ensayó ante el Foro Económico de Davos o en la convención de algunas de las derechas más recalcitrantes del planeta, a la que acudió y expresó su admiración por el anfitrión Donald Trump, Milei repitió que su alineamiento y el de su gobierno, es con Estados Unidos e Israel. También se lo dejó claro al periodista Andrés Oppenheimer, en su reportaje para la cadena norteamericana.

En esa nota, el mandatario argentino abrió una crisis diplomática (hoy zanjada a medias) con Colombia, a cuyo presidente Gustavo Petro calificó como “asesino terrorista”, por su pasado en la guerrilla del M-19. El jefe de Estado colombiano en su momento comparó la campaña de Milei con la de Adolfo Hitler, pero la nueva escalada puso a ambas naciones en la situación más tensa en años de esta relación bilateral.

También el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, fue objeto de dardos de Milei, quien lo tildó de “ignorante” luego de que le recordaran que su par mejicano lo había llamado “facho conservador”. En este caso, el roce bilateral se subsanó más rápidamente a nivel de las cancillerías.

Lo cierto es que en el mundo multipolar de hoy, la posición de alineamiento estratégico del mandatario argentino con Washington, va en contra de un intento de naciones del continente encabezadas por Brasil, desde el regreso de Lula al Palacio del Planalto el 1 de enero de 2023, por retomar instancias de integración regional como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) que florecieron a comienzos del siglo 21 y fueron derrumbadas por los vaivenes ideológico-políticos a mediados de la década pasada. También abortaron el 1 de enero pasado el ingreso de Argentina a los Brics, que el gobierno anterior había acordado en 2023.

Además, la pública afinidad del gobernante argentino con figuras como el español Santiago Abascal, líder de Vox; la primera ministra de Italia, Georgia Meloni; el premier húngaro, Viktor Orban, o el clan del ex presidente brasileño Jair Bolsonaro y sus hijos, acota el espacio occidental que Milei dice encarnar con sus ideas a lo que en casi toda Europa se mira como representantes de extrema derecha.

Medio Oriente. Por si no fueran suficientes las polémicas y entredichos regionales en la escena internacional, el jefe de Estado argentino utilizó una frase que hizo ruido al ratificar su alineamiento geopolítico con Israel y el cuestionado gobierno que encabeza Benjamin Netanyahu. Tras la irreprochable condena a los cruentos crímenes cometidos el 7 de octubre por la organización islamista Hamas, a la que Milei definió como “el nazismo del siglo 21”, el Presidente afirmó que “Israel no está cometiendo un solo exceso” en la Franja de Gaza. Apenas horas más tarde, el mundo entero (incluido el Occidente que reivindica con grandilocuencia) se conmovía y condenaba el ataque letal de tropas israelíes contra siete cooperantes de una organización humanitaria que llevaba comida a parte de las decenas de miles de desplazados por una represalia que, alegando “legítima defensa”, ya causó más de 30 mil muertos.

El posicionamiento para muchos sobreactuado que Milei ha adoptado en Medio Oriente incluyó durante su visita a Israel el anuncio de que Argentina trasladará su embajada en ese país desde Tel Aviv a Jerusalén, la ciudad tres veces santa que judíos pero también palestinos reclaman como su capital sagrada. Sólo otros cinco gobiernos decidieron realizar esa mudanza: Honduras, Guatemala, Papúa Guinea, la endeble Kosovo y los Estados Unidos cuando gobernaba Trump.

 

 

El tsunami, el rompecabezas y las frágiles copas del brindis

 

 

Lluvia de abril. Abril comenzó en Argentina con un extenso feriado que para algunos fue el oxigenador descanso de un par de días, en reemplazo de vacaciones postergadas hasta nuevo aviso, pero para otros miles fue el duro encontronazo con un despido intempestivo o un final de contrato anunciados de maneras ominosas. Un finde largo y contaminado de dengue e incertidumbre por los tarifazos que puedan venir.

En este contexto, la conmemoración por el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, tendría derivaciones impensadas, o quizá no tanto, respecto de la política exterior de nuestro país. Y es que, apenas unas horas después de que Tierra del Fuego realizara la vigilia que precede a los actos del 2 de abril, que Milei prefirió evocar en Buenos Aires, llegaba a la isla la generala estadounidense Laura Richardson, jefa del Comando Sur, que custodia los intereses del país del norte en esta parte del planeta.

La militar, que –entre otros– ya había mantenido encuentros en la capital argentina con el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, visitaría una base naval fueguina en una agenda apretada en la isla que no incluía un contacto con el gobernador, Gustavo Melella, quien consideró ‘non grata’ la presencia de Richardson –como representante de un país que fue aliado de Gran Bretaña en el conflicto de  1982–, en una fecha tan emblemática para los argentinos.

La reacción del gobierno de Milei mostró, por si hacía falta, el alineamiento geopolítico del mandatario libertario e incorporó un anuncio que sumó polémicas e interpretaciones diversas: la construcción de una base binacional argentino-estadounidense a 600 kilómetros de las Malvinas, que será además la puerta de entrada a la Antártida.

Milei, quien voló sin aviso previo a Ushuaia junto a su hermana Karina, secretaria de la Presidencia, el citado Posse y el ministro de Defensa, Luis Petri, dijo además que ese emprendimiento sería en el futuro clave para la defensa de Occidente contra el terrorismo. “Compartimos un ADN cultural común con Estados Unidos… con las ideas de la libertad, defensa de la vida y la propiedad privada…” sostuvo. En el acto, donde también estaba el embajador estadounidense, Marc Stanley, se confirmó la donación de Estados Unidos de un avión Hércules para usar en la conexión entre la isla y el continente blanco.

Más allá de lo intempestivo del encuentro entre Milei con Richardson (a quien podría haber visto horas después en Buenos Aires, antes de que la militar estadounidense siguiera viaje hacia Guyana), lo ocurrido tuvo cuestiones simbólicas que no pasaron desapercibidas en medios y redes. 

 

 

Inseguridades, manos duras y excepciones convertidas en regla

 

 

Claro que mucho más que una bandera estadounidense ondeando o el himno de ese país sonando como si se tratara de una visita de Estado, el anuncio de la “base naval conjunta” o “integrada” con la superpotencia ya desató críticas internas (la actuación de fuerzas extranjeras requeriría de la aprobación del Congreso) y amenaza con abrir nuevos frentes de disputa con vecinos y aliados históricos.

Recarnales. Días atrás, en apoyo a la gestión de Milei y como invitado de un canal de cable de marcado tinte oficialista, el ex vicepresidente Carlos Ruckauf resaltaba el momento actual y recordaba que en poco tiempo visitaron la Argentina el número dos del Tesoro norteamericano, el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el secretario de Estado y la jefa del Comando Sur. No es difícil husmear en la web para hallar al presidente argentino y sus ministros junto a Antony Blinken, jefe de la diplomacia estadounidense, saliendo al mítico balcón de la Casa Rosada. Quizá una reedición de las “relaciones carnales” o “carnalísimas” al decir del entonces canciller Guido Di Tella, que caracterizaron a la última década del siglo pasado.

La puja geoestratégica de Estados Unidos con China, a la que el embajador Stanley acusa de haber infiltrado militares o espías con la excusa de obras de cooperación o emprendimientos como la base espacial en Neuquén, podría acentuarse en los meses por venir.

Afirmaciones de la generala Richardson acerca de que el agua dulce, el triángulo del litio (que conforman Bolivia, Argentina y Chile) y otras riqueza de la región son de interés y tienen que ver con la mentada “seguridad nacional” de su país, son casi una confesión de parte de quienes registran un largo historial de intervenciones non sanctas en nombre de ‘la paz’, la ‘concordia’ y otras causas nobles.

Hace casi 15 años, en San Carlos de Bariloche, una Cumbre extraordinaria de la Unasur lograba una declaración de consenso y ponía freno a la intención de Estados Unidos de ampliar e introducir nuevas bases militares en la Colombia gobernada por el derechista Álvaro Uribe.

“La presencia de fuerzas militares extranjeras no puede amenazar la soberanía e integridad de cualquier nación sudamericana y, en consecuencia, la paz y seguridad de la región”, se escuchó decir en el Hotel Llao Llao aquel agosto de 2009. Hoy, Unasur no existe como tal y los vecinos se miran con recelo.