CULTURA
edicion celebrada

La explosión extática del cuerpo sintomático

La poeta Ana Cristina Cesar (Río de Janeiro, 1952-1983) fue una de las voces más representativas de la denominada “generación del mimeógrafo” de la década de 1970 en Brasil. Ensayista, traductora y feminista, su prematura muerte la convirtió en mito. Llega a las librerías argentinas la primera traducción al castellano de “El método documental”, una notable investigación sobre los procedimientos medulares de la creación artística.

Fina estampa. Ana Cristina Cesar retratada por el lente de Cecilia Leal, y uno de sus manuscritos.
| Cecilia Leal

Empecemos con una frase emblema de Alberto Girri: el motivo es el poema. Permítaseme la paráfrasis con la serie de ensayos de la escritora carioca Ana Cristina Cesar (Río, 1952-1983): el motivo de los trabajos de El método documental es la poesía. Y la construcción de una voz tan singular y culta, donde se imbrican contexto, traducción, presente bullicioso, hacen a la vida y a la obra de esta poeta poco conocida en estas costas pero de una estatura enorme para el canon de la literatura brasilera contemporánea –amplia y diversa, culta y popular.
Empecemos por establecer un contexto que, en definitiva, nos resulte común: los 60, las nuevas vanguardias, los movimientos contraculturales, las dictaduras latinoamericanas. Y si una perla brilla en la costa de la bahía de Guanabara, o corre rauda por la avenida Paulista, los ecos reconocerán los nuevos bríos que se dio en llamar Tropicália. Una galería de nombres aún vigentes aparecen: Caetano Veloso, Gilberto Gil, Chico Buarque, María Bethania. Son los años en los que la gloriosa Elis Regina marcha en contra del uso de la guitarra eléctrica. Y son también los días en que los cruces con las artes visuales armarán el álbum familiar de la “marginália”: Hélio Oiticica, Lygia Clark, Antonio Dias, Wally Salomao, las fotos maravillosas de Marisa Alvarez Lima. Es en ese arco, en esas reverberaciones entonces, donde la obra de Ana Cristina Cesar se desarrolla, crece, y se corta de raíz.
Con buen criterio, los artículos, notas y ensayos académicos se han agrupado siguiendo un ritmo para la lectura, un puzzle donde armamos el cuerpo de la “poeta-estrella”, no necesariamente atendiendo a la cronología. Los que abren el conjunto –Malditos marginales herejes, El poeta es un fingidor, El poeta fuera de la República. El escritor y el mercado– van desentrañando cuestiones caras a la práctica poética de aquellos días. Una crítica demoledora a los realismos sociales, en el primero; el lugar de la ficción en la escritura poética, en el segundo; una toma de posición frente al mercado y la idea del “compromiso”, en el tercero. Uno de los mejores textos del conjunto, Literatura marginal y comportamiento desviante, establece el contexto en el que desarrolla su obra, antecedentes, líneas de fuerza, y muestra un amplio campo de experimentación: “El tropicalismo introdujo en nuestra cultura una conciencia crítica en relación con un tipo de arte panfletario, rígido, centrado en la denuncia social, y puso de manifiesto la relación concreta entre arte y vida, reforzada por el hecho de que sus partícipes mostraban un comportamiento desviante en sus presentaciones.”
Dentro de los ensayos sobre traducción, brillantes todos, el primero, Pensamientos sublimes sobre el acto de traducir, parece un ejercicio descontracturado, con algo de experimental, un juego que se liga a su propia experiencia poética. Es lícito remarcar que sus estudios en el Reino Unido son los que dejan la huella en la tarea de traducir/ traicionar/ seducir, así sus poemas mixturados de expresiones en inglés (como en alguna canción de Caetano, también…). Y es por esa huella que los ensayos de índole académico son un reconcentrado trabajo con la voz propia y el cotejo con otras versiones (Cinco y medio, Traducir un poema corto y Bastidores de la traducción).
También están los ensayos sobre la literatura escrita por mujeres, batiendo el parche del pensamiento feminista, sin necesidad de apelar a las lecturas canónicas de la época. Riocerrente, después de Eva y Adán…, Literatura y mujer: esa palabra de lujo, señalan un estado de la cuestión y aparecen algunos nombres emblemáticos, familiares: Cecilia Meireles, Henriqueta Lisboa, Adélia Prado y Clarice Lispector.
El gran texto de todo el conjunto es la Ponencia en el curso Literatura de mujeres en Brasil, fechado en 1983, que quizás resulte su última intervención pública. Un encuentro con sus lectores que redunda en una entrevista fresca, alegre, amorosa y en plena producción poética. El suicidio de Ana Cristina cierra su producción, no su estela.
El método documental es un material por demás rico, no sólo para los lectores de poesía. La serie es amplia, de registro diverso. Encomiable el trabajo de verter al español rioplatense sin perder el hilo del original. Por eso, lo que se traduce en prosa se sostiene en versos, podríamos arriesgar. Además de Bárbara Belloc, la otra responsable de versiones tan ajustadas es Teresa Arijón, quien en 1992 había publicado una exquisita e inaugural selección en la editorial rosarina Bajo la Luna, Guantes de gamuza y otros poemas. Ambas poetas, admiradoras de la poesía de Ana Cristina, son también las responsables de la colección Nomadismos, nueva vía para ingresar a la literatura ensayística de Brasil, junto al también poeta Renato Rezende (cuyo Para un apunte biobliográfico de Ana C. resulta imprescindible).
Y en el medio, sus poemas, su poética: “miro mucho tiempo el cuerpo de un poema/ hasta perder de vista lo que no sea cuerpo/ y sentir separado entre los dientes/ un hilo de sangre/ en las encías”.