CULTURA
Libro / Reseña

Un sushiman de la literatura

El escritor Daniel Guebel reflexiona sobre la última obra de Luis Sagasti, una no-novela que nos recuerda a "Pálido fuego" de Nabokov. Galería de fotos

Luís Sagasti 20191206
Luis Sagasti nació en Bahía Blanca en 1963. Es escritor y ensayista. Ha sido traducido al inglés, al francés y al portugués. | Cedoc Perfil

La primera referencia que a uno le viene a la mente es la novela Pálido fuego, de Vladimir Nabokov. Su narrador, Charles Kinbote, exiliado rey imaginario del imaginario reino de Zembla y enloquecido lector de la obra de John Shade, un poeta al que admira, cree que Shade ha escrito un poema que narra en clave su propia biografía… La del biógrafo exiliado. La novela que leemos, Pálido fuego, es el sistema de notas que el biógrafo escribe sobre el poema. Como nota al pie de ese libro hecho de notas al pie, insisto en que la estólida Rayuela, novela que le pudrió el seso a generación de adolescentes, no existiría si no fuera a causa de Pálido fuego. Y otra nota al pie de este pie de nota: mientras el aceitunado Oliveira de Cortázar todo el tiempo presume del puzzle vanguardista que es la cultura promedio de su época, John Shade, es decir Juan Sombra, es la sombra de una obra ajena.

Pero Luis Sagasti da un paso más. Más allá. O más acá de Nabokov. No sé si por desborde o reticencia. Leyden Ltd. es el sistema de anotaciones, ya no de un poema, sino de una novela o una biografía que no existe sino diseminada o inseminada en ese sistema. Y ese sistema urde la ilusión de una conspiración. El armado de Leyden Ltd lleva a Sagasti más cerca de Borges, más cerca de su cuento Tlön Uqbar Orbis Tertius, que de Nabokov. Por supuesto, Tlön es tal vez la mejor de las novelas escritas en el siglo XX, porque responde a la ilusión novelesca por excelencia, que es narrar un mundo y su funcionamiento sin la fatiga temporal (para el lector y para el escritor) que supone el empeño de esparcirse en doscientas, trescientas, quinientas páginas. Si hay algo absoluto en Borges, es la economía de viejo tacaño y reduccionista o reducidor de cabezas. Su mundo es además la novela de las novelas: la novela idealista, la novela conjetural, especulativa, perdida ya la rémora que supone la ilusión realista. Y ahí va Sagasti: Leyden es Tlön, un inventario fragmentado de un mundo inexistente pero que se solapa o superpone al mundo real, que sería la novela que no existe y que insidiosamente el perverso de su autor no deja de tejer.

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Pero ¿cuáles serían las tres diferencias entre Sagasti y Borges, la ventaja de Sagasti? Primero, Sagasti sigue vivo. Segundo, no está ciego. Tercero, más importante, Borges inventa la novela condensada, la novela hronir, chica e inmensamente pesada, como el Universo antes de estallar en un big bang (nadie puede leer Tlön de un tirón). Sagasti, en cambio, desarma la novela, la hace explotar, Leyden Ltd. demuestra que ya no pueden escribirse novelas como las de antes, como las buenas novelas verdaderas del siglo XIX. Por supuesto, Sagasti podrá seguir haciéndolas, más o menos apegadas a ese modelo, más o menos vanguardistas. Pero su libro bombardea esa creencia básica que ahora nace, se reproduce y muere en cientos de series de Netflix que sostienen la estética de la continuidad y el arco del desarrollo narrativo, esa pesada piedra que cargamos al hombro los escritores cuando creemos que lo que queremos es contar una historia. Leyden Ltd. apuesta al secreto orden que puede leerse en la expansión de las estrellas, mientras van tomando distancia unas de otras en la apretada indiferencia del Universo.

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Cómo se escribe, cómo se construye esta no-novela. La primera sospecha o evidencia es: Luis Sagasti es un coleccionista de rarezas, un buscador de curiosidades, de anécdotas intelectuales, de datos que te dejan pensando. En algún momento, esa búsqueda se vuelve cotidiana, asume la apariencia de un diario de pensamiento construido sobre la base de lo leído. Y lo leído… Me gustaría saber de dónde afana Sagasti la cantidad de cosas disímiles que aparecen en su libro,… Para robárselas, claro. Después, esa fragmentación exige una forma, un tejido articulatorio, que en algún momento también dirige la búsqueda. Y después, la variedad de la búsqueda determina una renuncia. Lo encontrado no va a entrar en una novela, sino que va a ser la novela perdida. En términos de procedimiento, Leyden Ltd. a la vez completa y anticipa a Macedonio Fernández, el Homero de Borges. No vamos a desconfiar ahora del apellido Fernández, pero sí debemos decir que donde Macedonio insiste en el fárrago sardónico, la indigesta ensalada de la lengua española deliberadamente arcaica, donde se demora en la exangüe imitación tardía y acriollada de Laurence Sterne, Luis Sagasti triunfa al obrar con  la intensa selección, concentración y discriminación de un maestro de la cocina japonesa, de un sushiman de la literatura.