DEPORTES
Análisis

La muerte del fútbol | El comienzo del fin (19ª entrega)

La caótica nueva SuperLiga europea, con más arrepentidos que desafiantes del pernicioso establishment, es una muestra más de un fútbol que ya puede estar muerto y nos lo muestran embalsamado. Es hora de que los hinchas reaccionen.

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Super liga Europa | Cedoc Perfil

Sabiendo que en pocos años nuestro propio pensamiento se almacenará en ‘la nube’, tal como hoy se guardan las fotos de nuestro Smartphone, e imaginando que en un par de décadas –no más que eso– nuestra conciencia podrá ser replicada en una impresora 3D, o tal vez 4D, parece absurdo discutir lo que ocurrirá dentro de cien años con el fútbol profesional, el que conocemos actualmente. Si total, más allá de cualquier voluntad, todo ‘naturalmente’ va a cambiar, incluso el fútbol ¿por qué desesperarse ahora? Si es ley ‘evolutiva’ y el fútbol es parte del grupo de dinosaurios que espera el próximo meteorito exterminador.

Sin embargo, al constatar una y otra vez que aceleran su reloj biológico, hacia un final desdichado, con la misma velocidad que su seducción se esfuma del futuro interés colectivo, no podemos dejarlo morir ‘inducidamente’. Es deber periodístico y futbolero denunciar el crimen antes de que el próximo meteorito explote la Tierra como lo hizo 65 millones de años atrás. Que unos pocos cretinos lo sentencien prematuramente, sin respetar su tiempo lógico, queriendo hacernos creer que lo mejoran con la excusa de la modernización, no significa que todos seamos absorbentes de sus menstruados proyectos.

El anuncio de la SuperLiga europea, efectuado esta semana por los mayores clubes de ese continente, más allá de la demora que les impuso Julio Grondona, hace una década, oponiéndose argumentalmente desde la vicepresidencia de la FIFA, y más allá de las idas y vueltas iniciales y de los clubes ‘ex fundadores’ que en todo ese proceso quedaron en el camino, como fue el caso de los portugueses, la iniciativa ‘per se’ deja un mensaje que ratifica las apocalípticas predicciones de esta serie, que vaticina la muerte del fútbol profesional tal como lo conocemos antes de una centuria.

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La muerte del fútbol | Engañame que me gusta (segunda entrega)

Encabezados por los clubes con más pasivo financiero del mundo, los españoles, que deben más de lo que pueden pagar pero no se vendieron a capitales extranjeros, arrastrando a otros gigantes de su continente, cuyos dueños no tienen el menor sentimiento por sus colores y su historia, ni respetan sus blasones y sus hinchas, no anunciaron una escisión ni un nuevo campeonato, aunque lo hayan hecho de ese modo. Lo que hicieron fue decir ‘no estamos de acuerdo con lo que UEFA y FIFA están haciendo’. No quieren más jugar el juego que les imponen jugar. Si todo estuviese bien, estas ideas no surgirían, menos aún prosperarían.

Pero FIFA y UEFA, por allá, como CONMEBOL y AFA, por aquí, creen que pueden tocar todos los culos que se les ocurra y seguir suponiendo que nadie va a reclamar en la oficina de Recursos Humanos. Como buenos abusadores deben pensar que los tocados gustan de ser tocados. No. No es así y allí está la flamante propuesta de la SuperLiga europea, una gran muestra de infelicidad y mala administración de algo tan etéreo como concreto, el fútbol.

Que se revelen los ‘de arriba’ es una contra-revolución antes de la propia revolución. Tocaron nalgas que no debían. Ocurre. En el exceso de manotazos siempre la liga alguien que no tenía que ligarla. Cuando la metamorfosis comienza puede ser imparable. Nunca se sabe cómo terminará. El Real Madrid no quiere jugar contra el Thun checo, el Molde noruego o el Astana de Kazajistán; ya se banca y acepta, porque es parte de su negocio de ‘seguir siendo grande’, enfrentar al Eibar o al Huesca, que goleará, por la Liga española. Exactamente lo que aquí se dijo de Deportivo Armenio, Estación Quequén y Loma Negra, entre otros mini-clubes, en la entrega Nº 17. Mezclar política, dinero y fútbol es cocktelizar cocaína, sexo y alcohol. No puede terminar bien. Va a terminar mal.

La muerte del fútbol | Un grito de socorro (tercera entrega)

Mal nacida, la SuperLiga europea puede ser el comienzo del fin. Con mitad de clubes de Inglaterra, la mitad que se borró el día del casamiento, antes del intercambio de anillos y del brindis público, difícilmente llegue a buen puerto. Pero, de algún modo, este Frankenstein permitió a los americanos ‘meter la puntita’. ¿Quién está detrás del proyecto? Uno de los principales bancos yankees, el JP Morgan que tiene menos sentimiento futbolero que la hinchada de Independiente (soy de Racing, disculpen). Solo busca ‘un negocio más’, probablemente de lavaje de dinero. Ya es dueño de dos de esos gigantes, el Liverpool y el Manchester United pero quiere más, para darles créditos y tenerlos a su merced.

En total ocho de esos clubes descontentos viven del dinero de sus propietarios americanos y tal vez haya sido eso lo que a última hora hizo retroceder al ruso Roman Abramovich, dueño del Manchester City, el primero en bajarse del tren recién arrancado. Nadie tiene disculpas porque todos son culpables. Pertenecer a extranjeros es la onda europea que, por si misma, no consigue bancar a clubes que crecieron más allá de su potencial, pero tenían que crecer para sustentar el robo y la corrupción de demasiada gente. Esos clubes que los cipayos vernáculos, aquí, aman imitar como seguramente en la porteña villa 1-11-14 idolatran la memoria de Pablo Escobar.

Ya están todos agonizando financieramente y los respiradores artificiales de ocho americanos, tres cataríes y dos rusos hacen sobrevivir a estos grandes que lo son pero no lo son tanto, así como el rey Juan Carlos hacía sobrevivir al Real Madrid, cosa que su hijo no parece dispuesto a bancar con la corona que heredó. Buscan, entonces, las salidas que FIFA y UEFA no les dieron. Como no la tendrán aquí los equipos nacionales si dependen de la AFA de Claudio ‘Chiqui’ Tapia –ni en el apodo tiene grandeza–, o de la Liga Profesional que cree que el fútbol es ‘pum para arriba’, cuando en realidad, el buen juego siempre fue y será ‘por abajo’.

La muerte del fútbol | El cuento de la buena pipa (sexta entrega)

Que se hayan quejado públicamente por esta renga separación europea, técnicos que toman en serio al fútbol, como los dos principales de ‘allá’, Jürgen Klopp y Pep Guardiola, y el mejor de los argentinos, Marcelo Bielsa, es muy saludable. Como lo son los comunicados emitidos por jugadores líderes, tal el caso del belga Kevin de Bruyn, y la masiva protesta de los hinchas del Chelsea manifestándose para gritar “esto no es fútbol”. También significa mucho que el Bayern Múnich alemán y el París Saint Germain francés no ‘compraran el proyecto’. Porque ‘esto’ no se arregla separándose, se arregla corrigiendo lo existente. No estoy solo en el reclamo, como este autor, ellos parecen saber que gota a gota se horada la piedra y que los tsunami matan.

El dilema de Sofia está planteado. ¿Quién morirá y quién vivirá? Obviamente y por ahora, todos vivirán después de reconciliarse, esto es fútbol, lo manejan corruptos, sanguinarios y usureros. Pero no puede seguir siendo como lo es hoy en día. Que el JP Morgan use ese dinero para ‘Médicos sin Fronteras’, que los capitales extranjeros se vayan del fútbol, que dejen de usar la palabra ‘Súper’ para todo aquello nuevo que inventan porque ya devaluaron su significado, que los americanos nunca entren en el fútbol para hacer show, su eterno proyecto de cuatro tiempos de 20 minutos, donde las cheerleaders son más importantes que los centrojás, que se retorne a las fuentes, que se vayan todos y que se baraje de nuevo.

De algún modo hay que volver al potrero, a pagarse por los jugadores lo que valen (el 10% de las cifras actuales), a organizar torneos en serio y no como los actuales, sin Segunda Rueda, con final única, sin hinchada visitante, sin choripanes, con VAR, con más árbitros que jugadores, con más cambios que un auto de F1... ¡Basta de cocoliche! Hasta el carnaval tiene una semana para desmadrarse, travestirse y tocar la pandereta. No puede durar todo el año como duran las carnestolendas futbolísticas.

La muerte del fútbol | Desarraigo y 'Clubicidio' (quinta entrega)

Esta semana también comenzaron las copas Libertadores y Sudamericana, las que mal organiza la CONMEBOL que preside el paraguayo Alejandro Domínguez, quien al desembarcar en FIFA era ‘Míster A. D. Wilson-Smith’: usaba su verdadero nombre inicialado y se presentaba con el de su madre de origen inglés (con ese complejo de inferioridad no puede representar a América Letrina por letrina que sea). Hay un millón de equipos jugando la Libertadores, copa absurda que potencialmente puede consagrar ‘Campeón de América’ a un cuadro que nunca fue campeón de su país.

Y hay otro millón de clubes en la Sudamericana, copa en la que CONMEBOL –pese a intentarlo– no consigue separar en todos los Grupos a clubes de una misma nación para que ‘la cosa’ sea más internacional y equilibrada (en kilómetros viajados, por ejemplo). En esta edición, en una misma Zona juegan dos argentinos (Rosario Central y San Lorenzo) y en otra hay dos bolivianos (Wilsterman y Bolivar): ¿era tan complejo intercambiar uno y uno? Dicen que piensan pero en realidad funcionan con su previsible y limitado piloto automático, que a veces es mejor que sus nuevos pensamientos. Está difícil; como dicen los brasileños, “Se correr o bicho pega, se ficar o bicho come” (si corrés el bicho te agarra, si te quedás te come).

Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y forjador de la SuperLiga europea, no es mejor que Alejandro Domínguez ni ‘Chiqui’ Tapia, los de allá y los de aquí finalmente se parecen, el fútbol igualó a unos y otros. Por abajo, claro, pero iguales al fin, aunque uno sea del Real Madrid, otro de Olimpia de Paraguay y otro de Sportivo Barracas. Las deudas y las ‘travesuras’ son comunes a todos aunque derrochen dinero y festejen con champagne, cuyas burbujas confunden a la gente que sigue yendo a la cancha y pagando su abono televisivo para ver lo que ya no se puede ver.

La muerte del fútbol | El fin de la inocencia (17ª entrega)

Mientras exista esa complicidad del público habrá sobrevida que no es vida real ni verdadera. Hoy, ver fútbol equivale a comprar alcohol adulterado y cigarrillos de contrabando, es alimentar la inmoralidad, la corrupción y el paralelismo ilegal. Imaginemos un mes pos-pandemia sin que ningún hincha vaya a ninguna cancha, todas vacías. Y sin que nadie vea partidos por televisión. Nadie, rating cero. Y ese mes, los socios de los clubes tampoco pagan su cuota. Y la prensa no publica ni siquiera los míseros resultados...

Con un mes sería suficiente para asustar a quienes desfloraron nuestra inocencia y para erradicar a los fantasmas que nos persiguen, que no son más que sábanas blancas cubriendo almas oscuras... ¿Por qué no comenzar boicoteando a la absurda Copa América, cuyo dinero sería más útil comprando las vacunas anti-COVID-19 que el país no puede pagar a dilapidarlo en la CONMEBOL, como ya denuncié en otro artículo?

Si alguien con poder no da el primer paso, nada va a cambiar. Y a esta altura sabemos que no hay quijotes entre los dirigentes y sabemos que los jugadores solo hacen huelgas por sus mejoras salariales y otros beneficios, como quedar libres para, en una única transferencia, transformarse en millonarios. Ahora, depende de la gente, del público, de los hinchas que individualmente son menos que una hormiga lejos de su hormiguero, pero todos juntos son más poderosos que dirigentes y jugadores juntos, porque ellos viven de la pasión del hincha, como los ricos viven del dinero de los pobres y los políticos del voto de los incautos.

La muerte del fútbol | Sin chances de redención | (13ª entrega)

La industria del fútbol se alimenta de ese hincha ingenuo y negador, mal empleado o desempleado, sin casaquinta para el fin de semana ni departamento en Punta del este, mal casado o soltero infeliz, con hijos malcriados y abuelos que no puede sustentar, cornudo, impotente o simplemente mal amado, sofocado en un dos ambientes sin ventana en los baños, que viaja apretado cuando el sol sale y se pone, con sobrepeso físico e intelectual, que estudió para nada, honesto y amargado, trabajador resignado que nunca tiene la última palabra y solo sabe obedecer, pero que... semanalmente se salva con el fútbol que le permite insultar, gritar, soltar los cachorros, amenazar a todos y ahorrarse el psicólogo que ya pagó y no le solucionó sus conflictos mentales, y que le evita ver al cura de la parroquia de la esquina que nunca le resolvió los problemas del alma.

Ahí, en el final de ese oscuro túnel, está la luz del estadio, la única que ilumina al hincha. Ahí está el fútbol, esa suerte de Flores de Bach con gajos en vez de pétalos. Falso remedio, apenas un calmante que fabrican los Florentino Pérez y venden los Alejandro Domínguez. Si ese hincha no reacciona, se junta en el reclamo y se aparta protestando, deja de ir y de pagar, si no cambia su actitud de cordero esquilado, el fútbol morirá pronto si es que ya no murió y nos lo muestran embalsamado como a los cadáveres de Vladimir Lenin y Mao Tse Tung.

Continuará...

* Ex director asociado de ‘Diario Perfil’ y creador de la icónica revista ‘Solo Fútbol’.