Las exportaciones de biodiésel de la Argentina comenzaron muy mal el año: en enero, alcanzaron apenas 58.417 toneladas, el nivel mensual más bajo en cuatro años, o estrictamente, desde marzo de 2009. En febrero de 2013, aunque los datos no estaban disponibles al cierre de esta edición, los embarques habrían sido aún menores.
Los problemas comenzaron en agosto pasado, cuando el sector dejó de estar exclusivamente bajo la tutela de su mentor, el Ministerio de Planificación, que conduce Julio De Vido; y pasó a la órbita de la flamante Unidad Ejecutiva Interdisciplinaria de Monitoreo, lugar en el que también participan Guillermo Moreno, por la Secretaría de Comercio Interior y Axel Kicillof, por el Ministerio de Economía.
Ese dato no es gratuito. La creación de la industria del biocombustible, hace algo más de un lustro, se debe en buena medida a una política impulsada artificialmente (en el sentido de que no colaboró con un proceso que se venía dando sino que forzó su existencia), entre cuyas medidas más notorias se cuentan la creación de un mercado local forzando el corte del gasoil con 5% de biodiésel, y la cautividad de este mercado para un puñado de pymes nacionales que tendrían garantizado un precio rentable por parte de las petroleras.
Por entonces, al Gobierno no lo desvelaba que a las petroleras no les cerrara ese precio que debían pagar para hacer más verdes sus combustibles, sin prácticamente posibilidad de trasladarlo a los surtidores. Pero el súbito control estatal de YPF y, en consecuencia, la obligación de pagar el biodiésel cambió los pareceres. Ahora, los más frecuentes aumentos en los surtidores vinieron acompañados de una reducción del precio del biodiésel a sus fabricantes.
Así, en agosto, el Gobierno recortó el precio del biodiésel para el mercado interno alrededor de 15%, de $ 5.195 a $ 4.405 por tonelada. Y aumentó las retenciones a la exportación y eliminó reintegros, lo que implicó una suba efectiva de los derechos de diez puntos porcentuales, de 14,2% al 24,2 por ciento.
Las fábricas de biodiésel pusieron entonces el grito en el cielo. Las chicas, diseñadas para el mercado interno, decían que así se les imposibilitaba el negocio que el propio Gobierno les había otorgado.
Las grandes –diseñadas para la exportación– pero también abastecedoras en los hechos de gran parte del consumo doméstico, por la insuficiencia de las chicas porque la medida les boicoteaba el negocio y justo en un momento muy delicado, con España –el principal cliente de la Argentina.
En septiembre, el Gobierno armó un régimen de retenciones móviles, que debía actualizarse cada quince días, algo que en la práctica no ocurrió, aseguran en la industria. Los derechos fueron reducidos al 19,11%, nivel en el que quedaron.
Nuevamente, en diciembre de 2012, se segmentó el precio del biodiésel para el mercado interno en tres niveles de fábricas, de un modo inversamente proporcional al tamaño. La escala divide entre las plantas con capacidad de producción anual de biodiésel de hasta 25 mil toneladas, de allí hasta 100 mil y más de 100 mil toneladas.
Sin publicar. El sistema duró un mes. De los $ 4.661 por tonelada para todos en la primera quincena de noviembre, en la segunda se escalonó, y los valores volvieron a variar en diciembre, cuando quedaron en $ 5.222 por tonelada para las chicas, $ 5.014 para las medianas y $ 4.401 para las grandes. Luego, el precio interno no se publicó más, con lo que productores y petroleras trabajan con uno provisorio.
Miembros del sector dicen que el secretario de Energía, Daniel Cameron, se niega a publicar los precios que indica la Unidad Ejecutiva, salvo que Kicillof le envíe el pedido por escrito, haciéndose responsable de las consecuencias. En la práctica esos valores implicarían un aumento de las retenciones de casi 1,6% para la exportación y, en el caso de las empresas más grandes, una baja de $ 114 por tonelada.
De acuerdo con Claudio Molina, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno, la producción de biodiésel el año pasado fue de 2,451 millones de toneladas, contra los 2,426 millones de 2011.
En cambio, la exportación retrocedió, pese a que la primera mitad del año 2012 apuntaba para marcar otro año récord (quizá por eso no cayó tanto): alcanzó 1,515 millón de toneladas, frente a los 1,692 millón de 2011. “La producción podría haber sido de 2,8 a 3,0 millones de toneladas durante 2012, pero a partir de septiembre, por varias cuestiones (la debilidad del comercio internacional, barreras en Europa, presión del biodiésel de aceite de palma y cambios de reglas de juego en la Argentina), la actividad se desplomó”, sintetiza Molina.
En esta línea, la revista alemana especializada Oil World colocó a la Argentina como uno de los países en declive en la producción de biocombustibles, lo que adjudicó a una pérdida de la “dinámica de crecimiento” en el segundo semestre de 2012.
Nubarrones. El panorama exportador es oscuro. Se trata de un negocio exclusivo de las empresas grandes y medianas. Estas últimas en general, como las más chicas, adquieren el aceite de soja que es la materia prima del biodiésel argentino, mientras que las primeras suelen ser plantas aceiteras exportadoras, que lo elaboran por sí mismas, lo que les da, junto con la escala, una competitividad muy superior.
Fueron esas empresas las que hicieron de la Argentina el primer exportador mundial del biodiésel. Pero la expropiación de las acciones de Repsol en YPF arruinó la fiesta. España, principal mercado que en 2011 había comprado unas 720 mil toneladas, se enojó. Primero, en abril, impuso restricciones a las importaciones. En octubre Repsol (que compraba más de la mitad de todo el biodiésel argentino que adquiría España) siguió sin comprar.
Fernando Peláez, presidente de la Cámara Argentina de Biocombustibles que une a las empresas grandes cree que 2013 no será mejor que 2012. La segunda mitad mala del año pasado se prolongará a la primera mitad de 2013. Lo que es cada vez más improbable es que el segundo semestre compense estos males.