La tecnología per se no es ni buena ni mala. Esta es quizá una de las máximas que más pregonan los especialistas de distintas disciplinas. Y aquí aparece la mano del hombre, en este caso en el manejo agrícola, como la verdadera responsable de que una tecnología sea bien aplicada al campo y que termine generando el resultado que de ella se espera.
Con el tratamiento frente a los insectos que complican el cultivo de soja se está asistiendo a un manejo que, de perdurar en el tiempo, puede generar tolerancia y resistencia a los piretroides, productos que se usan en la gran mayoría de los casos.
“Estamos en un proceso de ‘piretroidización’”, alertó el ingeniero agrónomo Daniel Igarzábal durante la presentación de un nuevo escudo protector para la soja. “Desapareció el Endosulfán por distintas cuestiones y ha sido reemplazado por los piretroides, con lo cual hoy el 75% de las aplicaciones contra insectos en la Argentina se hacen con piretroides, en gran medida porque son baratos”. El entomólogo alertó respecto de que empieza a haber tolerancia y resistencia. “En los 80 se hacían aplicaciones con 100 cm3 de cipermetrina, el producto más conocido de todos, para atacar oruga en girasol y funcionaba realmente bien; hoy es un baño refrescante para la oruga medidora. Esto quiere decir que está desarrollando, paulatinamente, tolerancia
y resistencia; por eso me alegro de que salgan productos como Crop Shield, que trabajan atacando sitios de acción distintos de la plaga”, argumentó.
De todos modos, Igarzábal recomienda no ser fundamentalista. “No digo no usar nunca los piretroides, pero sí dentro de un plan de acción. Muchas veces el productor compra el producto antes de empezar la campaña porque se lo ofrecen más barato; tiene el galpón lleno, en conclusión tiene que utilizarlo, y por las dudas le aumenta la dosis y cree que va a andar igual”, indicó. Sin embargo, también deslindó responsabilidades del productor y de los técnicos, argumentando una falta de extensión de conocimiento, fundamentalmente del Estado. “Son las mismas empresas las que están haciendo la extensión”, dijo. “No hay una regulación sobre este tipo de cuestiones ni se hace docencia, con lo cual hay responsabilidades compartidas, y el primero que tiene que estar en esto es el Estado, regulando y controlando el tipo de aplicaciones sobre 20 millones de hectáreas de soja”.
Por su parte, el producto que lanzaron en conjunto DuPont y Summit Agro apunta a trabajar como un escudo que proteja el cultivo de soja y sobre todo trabaje en forma integrada sin dañar la fauna benéfica. “Es el primer programa de protección de soja para el control de orugas defoliadoras, chinches y trips que posee un elevado perfil ambiental y con el cual se podrían obtener rindes superiores a los 200 kilos/hectárea comparado con los programas tradicionales, según resultados de ensayos desarrollados en más de cuarenta localidades en las últimas campañas”, indicó Gustavo Parodi, de DuPont, durante la presentación.
Se trata de un programa tecnológico distinto que busca la máxima productividad en armonía con el ambiente. “El uso combinado de dos moléculas: Dinotefurán de Summit Agro y Rynakypyr de Dupont, permite plantear una nueva estrategia de control basada en aplicaciones en etapas más tempranas a los umbrales de daño económico, a partir de R3”, indicó Santiago Barberis, el consultor externo que expuso los resultados obtenidos con el programa CropShield, en base a los ensayos desarrollados durante las campañas 2012-2013 y 2013 -2014.