En un país buenosairescéntrico (ciudad, provincia, país Buenos Aires), la trascendencia de las PASO pareció confinada a un ámbito geográfico. Y allí, creo, la discusión se definió entre precandidatas.
Sí: en Buenos Aires (ciudad, provincia), estas fueron las PASO de las mujeres. Los hombres (como es el caso de Esteban Bullrich, primer precandidato a senador por Cambiemos) quedaron opacados por las voces de ellas. Y no es solo que Elisa Carrió haya dominado en la elección de precandidatos a senador por la Capital o que Graciela Ocaña –que obtuvo más votos que Bullrich, su compañero de boleta– haya resultado primera en la elección de precandidatos a diputados por la provincia.
Es, sobre todo, que la gobernadora María Eugenia Vidal (quien, sin ser precandidata, se puso la campaña al hombro) se convirtió en la dueña de la noche del Cambiemos triunfante. Porque si Carrió manifestó su sorpresa por el holgado resultado que la lleva como primera absoluta a las elecciones de octubre en la ciudad autónoma –o, en sus propias palabras, porque ella venía de perder fiero y entonces “sembró entre lágrimas”, pero logró convencer a casi la mitad de los votantes porteños y entonces “cosechó entre canciones”– y si Ocaña habló del “dream team” de su espacio político, fue Vidal quien cautivó la atención en Costa Salguero (el búnker oficialista) con su emoción.
Una emoción (tal vez un poquitín sobreactuada pero eficaz, como lo viene constatando desde el cierre de la campaña el jueves en el Centro Asturiano) que la dejó, dijo, sin palabras. Y que siguió eclipsando al verdadero precandidato a senador por Buenos Aires, quien había metido la pata (discursiva) un par de veces en las últimas semanas y por eso era preferible que hablara poco para evitar los riesgos.
Y es también, en el otro extremo de la contienda, que la no presencia de Cristina Fernández hasta bien entrada la noche (justo ella, tan omnipresente en el pasado) operó como una continuación de los spots de campaña que no la mostraban. O como una exacerbación del tono “austero” y hasta “autocrítico” (“Debo admitir que, a veces, no fuimos tan humildes como hubiéramos debido”) de sus apariciones de los últimos tiempos.
Ella, que, finalmente, a eso de las cuatro de la mañana, salió y se proclamó ganadora (aunque el zócalo en la pantalla del televisor la mostraba una décima debajo de su contrincante) y habló del bochorno de manipular los datos (para que Cambiemos tuviera la oportunidad de usar su cotillón le faltó decir) y de Santiago Maldonado y de Milagro Sala. Y de que ellos (los kirchneristas) no se van a dormir hasta que el trabajo esté hecho (en clara alusión al festejo de Cambiemos, que se fue del escenario con más de cinco puntos de diferencia a favor de su candidato Bullrich). Y de que, a fin de cuentas, dos de cada tres ciudadanos votaron contra el oficialismo.
Como sea, mucho se dirá (se está diciendo) de esta elección preparatoria. Tal vez la grieta se profundice y es probable que la campaña para las elecciones generales de octubre se vuelva muy agresiva. Pero lo cierto es que la discusión en Buenos Aires (ciudad, provincia), sin demasiado discurso sexista, fue una discusión entre mujeres. Y, a lo mejor, ya iba siendo hora.
(*) Directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.