Fotos de algunos miembros fallecidos y de desaparecidos, afiches con consignas de distintos períodos de lucha, un gran cuadro regalado por el pintor Alessandro Kokocinski, una mesa amplia y algunas sillas son la tarjeta de presentación de la sede histórica de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, el primero de los organismos de derechos humanos surgido después del golpe militar del 24 de marzo de 1976.
Un modesto local, en la planta baja de un viejo edificio frente al anexo del Congreso, resume cuarenta años de intensa actividad, pues las primeras reuniones informales, en una habitación prestada por otra entidad, se realizaron durante el mismo mes del derrocamiento del gobierno de Isabel Martínez de Perón.
El nombre, demasiado extenso y carente de “impacto” en términos publicitarios, sintetiza con precisión el concepto de la asociación, que reunió a familiares –no sólo madres– de personas secuestradas por la dictadura y a los de presos en cárceles legales.
“Quien buscaba a un hijo, un esposo, un hermano, un padre o un nieto, recorría dependencias del Estado, iglesias, consulados o embajadas y tocaba la puerta de toda institución que pudiera dar algún dato. Eramos muchos y comenzamos a intercambiar experiencias y a organizarnos”, cuenta Angela “Lita” Boitano, presidenta de Familiares.
Archivos. Lita, con un hijo y una hija desaparecidos, no fue del primer grupo, integrado por Lucas y Lilia Orfanó, Hilda Velazco, Mauricio Einsenchlas y su esposa Rosita, entre otros. Su prioridad, hoy, es que el Vaticano abra sus archivos sobre la dictadura.
“Necesitamos con urgencia esos documentos y la autocrítica de la jerarquía de la Iglesia argentina por su actitud durante la dictadura. Los represores se están muriendo, pero nosotros, los padres y las madres, también”.
Destaca que Familiares “siempre tuvo claro que las causas de la represión eran políticas. Era un plan sistemático y masivo para eliminar a los opositores al régimen, y nuestras denuncias necesitaban vincularse con organizaciones políticas, gremiales, profesionales y estudiantiles que funcionaban pese al riesgo y las dificultades, intervenidas o en clandestinidad”.
“Aparición con vida de los desaparecidos y libertad de los presos políticos” fueron las primeras consignas de Familiares, que se constituyó formalmente como asociación en septiembre de 1976 en la Ciudad de Buenos Aires y se extendió luego a otras ciudades y provincias.
“Ahora reclamamos memoria, verdad y justicia”, comenta Lita. “Nuestros desaparecidos y detenidos estaban en estrecha vinculación con las luchas populares por una sociedad más justa e igualitaria”.
Unos meses después de la formación de Familiares nacieron las Madres de Plaza de Mayo en abril del ’77, y luego las Abuelas.
Familiares siempre fue un organismo plural: Catalina Guagnini, “una columna” del organismo durante muchos años, era militante del PO; Telma Jara de Cabezas, que estuvo secuestrada en la ESMA en el ’79 y aún vive, es peronista; Mabel Gutiérrez era una ama de casa con pensamiento de izquierda; Clara Israel era miembro del PC; Teobaldo Altamiranda aún recuerda su vinculación con Rodolfo Walsh.
No lo formaron sólo padres y madres: también hubo esposas y novias, hermanos y primos, como Graciela Palacio de Lois que, al desaparecer su esposo Ricardo, llegó a la asociación con su bebita en brazos y hoy es abuela.
Graciela destaca que, en la organización, “siempre sostuvimos que la víctima es el desaparecido, no nosotros, concepto que expresamos en el nombre de la asociación: Familiares ‘de’”.
Aparición con vida. En 1977 se suponía, y luego se corroboró con relatos de sobrevivientes, que en los campos de secuestro había desaparecidos vivos, algunos durante bastante tiempo, y las denuncias en el país y en el exterior, las cartas y declaraciones llevaban la urgencia y la angustia de salvarlos, de “recuperarlos vivos”.
Pese a la represión, en el ’77 Familiares publicó una solicitada reclamando “Aparición con vida de los desaparecidos y libertad de los presos Políticos”, y luego otra con el nombre de 136 familiares bajo un petitorio. En octubre de ese año se organizó una manifestación para presentarlo a la dictadura, que no lo recibió.
En esos años la actividad de Familiares era febril: hacer denuncias, asesorar presentaciones de hábeas corpus, organizar petitorios, acompañar a las familias de los presos legales, que llegaron a ser más de 10 mil.
Eran momentos de dura represión, y en el ’79 la dictadura secuestró a Telma Jara e ideó un macabro operativo mediático con una entrevista falsa publicada en la revista Para Ti, en la cual el periodista ponía en boca de la víctima palabras acordes con los planes de Eduardo Massera.
El ataque al corazón de la entidad, organizado desde la ESMA, fue la infiltración de una joven secuestrada y forzada a colaborar con la dictadura. Familiares tampoco quedó al margen de la mano siniestra de Alfredo Astiz.
“Pero aquí estamos”, dice sonriendo Lois mientras recorre la nueva sede de la asociación, en el edificio 30.000 Compañeros Presentes del predio que fue campo de secuestro de la Marina, recuperado y transformado en Espacio Memoria y Derechos Humanos.
Un lugar emblemático que, a cuarenta años del golpe, acoge hoy a los protagonistas de cuarenta años de denuncias, desafíos, riesgos y coraje para que el “nunca más” sea una realidad.