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Criminología

“Para muchos, los asesinos en serie son como héroes del lado oscuro”

El español Vicente Garrido es uno de los mayores expertos en prevención en perfilación de asesinos seriales y sus trabajos han permitido la resolución de resonantes casos en su país. En esta entrevista analiza los distintos factores que permiten explicar el fenómeno criminal en toda su dimensión.

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Asesinos seriales. | cedoc

Vicente Garrido es un psicólogo y criminólogo español nacido en Valencia, en cuya universidad de doctoró en Psicología. Posgraduado en la Universidad de Ottawa, Canadá, es profesor invitado de la Sociedad Británica de Psicología en la Universidad de Salford, logro profesional alcanzado solo por una elite de grandes científicos. Integra asociaciones científicas y el consejo editorial de varias revistas, entre ellas Psychology, Crime and the Law y Journal of Correctional Education. Autor de muchas de las obras claves para estudiantes y profesionales criminólogos, psicólogos, médicos, comunicadores, psiquiatras, cuerpos y fuerzas de seguridad, abogados y jueces, ejerció como consultor de Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil en Latinoamérica, supervisando programas en Argentina, Chile, Costa Rica y Uruguay. El Ministerio de Justicia de su país le concedió en 1999 la Cruz de San Raimundo de Peñafort, por “sus méritos en el desarrollo de una justicia más humana y eficaz”. Actualmente investiga las conductas de acoso y violencia contra la mujer, colaborando con varios centros de atención a víctimas mujeres en España. PERFIL lo entrevistó sobre la prevención de la violencia en los noviazgos, asesinos en serie y delincuentes sexuales, entre otros elementos de la criminología.

—¿A qué te dedicás?

—Soy catedrático de Criminología en la Universidad de Valencia; imparto la materia de Perfilación Criminal.

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—Tu primera carrera fue la psicología, ¿qué te llamó la atención de la criminología?

—En realidad ambas disciplinas guardan una profunda relación; en tanto que la psicología proporciona a los criminológos diversas perspectivas con las que comprender la mente y comportamiento humanos –y en la medida en que hay formas de pensar y actuar criminales–, la psicología no puede obviarse. Por otra parte, la criminología, al reunir en su seno las aportaciones de otras disciplinas como la sociología o la biología, sirve de complemento para la explicación del fenómeno criminal. Por eso siempre sostengo que un psicólogo interesado por la psicología criminal ha de conocer también otros aspectos que pueden ser imprescindibles para el estudio del individuo. Por ejemplo, no se puede entender la actividad criminal de Bundy o del Zodíaco sin entender la cultura, la sociedad y el estado de la administración policial de la época. Cuando Bundy se trasladaba de estado en estado para matar solo podía seguirse su pista buscando de manera presencial copias de papel de los pagos hechos con tarjeta de crédito; hoy en día, como sabemos, la policía tiene una tecnología incomparablemente superior. Y en cuando a la cultura, en los años 70 los jóvenes empezaron a viajar sin supervisión; el autoestop era moneda corriente; los jóvenes huían del control de sus padres. Esa gran libertad explica por qué Bundy tenía tantas opciones para capturar víctimas.

—Has tenido la oportunidad de elaborar programas de prevención para noviazgos violentos, ¿qué pensás que los origina y a veces los hace sostenerse en el tiempo?

—El amar de forma madura es uno de los comportamientos más complejos que se le exige a la persona, debido a que requiere que el proceso de desarrollo individual en sus diferentes ámbitos (cognitivo, emocional, relacional) se culmine con éxito. Aquí “éxito” solo significa que la persona ha interiorizado los valores esenciales de la sociedad y se ha comprometido con un proyecto de vida útil y autorrealizante; no estamos hablando necesariamente de triunfo en una escala de éxito económico o de prestigio social. Pues bien, un número indeterminado de personas no ha culminado ese proceso con éxito, con el resultado de que se ven imposibilitadas para amar respetando las necesidades y la libertad del otro (que, en síntesis, podría ser el núcleo del “amor maduro”). Pensemos que una de las emociones asociadas a la violencia de forma más estrecha es la ira derivada del sentirse despreciado. Los agresores de las mujeres, en general, buscan controlar a la mujer porque ese control es una fuente de bálsamo de sus carencias de personalidad. Otro grupo de maltratadores, sin embargo, como son los psicópatas, no tienen problema con su autoestima; simplemente buscan controlar a la mujer porque es su modo básico de relacionarse con el mundo, siempre intentando controlar y dominar en los diferentes ambientes en los que actúan, si ven posibilidades para ello.

—Tenés una vasta experiencia entrevistando y haciendo valoración de riesgo de reincidencia en delincuentes sexuales. ¿Cuál es realmente la tasa de reincidencia y qué eficacia real han tenido las terapias para evitarla?

—Cuando la gente habla de delincuencia sexual, se refiere sobre todo a la grave, que incluye a violadores seriales o violadores psicópatas, así como pederastas reincidentes (algunos de los cuales pueden ser también homicidas). Este grupo es, afortunadamente, pequeño, comparado con los grupos mucho más numerosos de, por ejemplo, violadores ocasionales u oportunistas (que violan aprovechando un escenario facilitador, como por ejemplo que la mujer haya bebido demasiado y no pueda oponer resistencia; o bien agreden en la coyuntura de cometer otro delito, por ejemplo un robo en un domicilio donde la mujer está sola), o pederastas intrafamiliares o pertenecientes al círculo de relaciones del menor, que es sin duda el más numeroso. Los violadores seriales o psicópatas (no son exactamente lo mismo, aunque se solapan bastante) tienen un riesgo de reincidencia muy elevado; en cambio, los oportunistas lo tienen en mucho menor grado. Al contrario, entre los pederastas intrafamiliares, el abuso puede repetirse durante años en un mismo niño o niña e incluso trasladarse a otros hermanos. Ahora bien, una vez capturados, su riesgo de reincidencia no es muy elevado, porque han sido expuestos. En cambio, si atacan a niños que no conocen, la reincidencia es mucho más probable, porque se han acostumbrado a “cazar” en la calle, y no precisan de un ambiente de confianza para actuar. 

—¿A qué asesino en serie o criminal te hubiese interesado entrevistar? ¿Qué le preguntarías?

—A Danny Rolling, conocido como The Gainesville Ripper (El Destripador de Gainesville), mató a cinco mujeres y dejó partes de los cuerpos en lugares insospechados, pero siempre mantuvo un juicio que, a priori, parecía ponderado; como si quisiera examinar con detalle qué fue lo que lo llevó a actuar así. En una entrevista afirmó que cada vez que mataba perdía un pedazo de su alma, hasta que al final la perdió toda. Pienso que una charla con él hubiera sido muy interesante.

—Uno de los perfiles criminales de autor desconocido que elaboraste fue el de Alfredo Galán, “El asesino de la baraja”, que por su precisión comprobada luego de su captura llamó la atención de la opinión pública. ¿Cómo fue el proceso de elaboración?

—En realidad, fue un requerimiento que recibí off the record, dado que los crímenes se sucedían y la Policía Nacional (la policía de la ciudad con autoridad en toda España) mantenía diversas teorías y perseguía pistas con escasa dirección. Como había mucho miedo en toda la provincia de Madrid (puesto que el asesino que mató a seis personas lo hizo cada vez en lugares bien diferentes de la provincia), el asunto se puso tenso; entonces, decidí que, si publicaba el perfil en el periódico El Mundo, de gran tirada, podría adoptar una postura neutral frente a los investigadores implicados, quienes podrían usarlo sin necesidad de disputas entre ellos. El punto clave para su elaboración fue la victimología: lo que más desconcertaba a la policía (que nada unía a las víctimas: ni su edad, sexo, procedencia geográfica o pertenencia a grupos determinados) en realidad albergaba la clave de todo el asunto: matar sin que importara quién fuera la víctima (y sin relacionarse en absoluto con ella: mataba al estilo ejecución) revelaba afán de notoriedad y reconocimiento, lo que me llevó a pensar que el asesino era alguien experto en matar, que quería compensar una vida gris y fracasada. A partir de ahí, y contando con cierta información recogida por la policía (por ejemplo, que usaba una pistola que era típica en la zona de la antigua Yugoslavia, donde estaban destinados soldados españoles en misión de la ONU), elaboré el perfil que (y me siento afortunado por ello) probó ser exacto en 11 de los 12 elementos que contenía. En mi libro La mente criminal: la ciencia contra los asesinos en serie, expongo este tema.

—Otro perfil criminal de autor desconocido que elaboraste, y que también captó la atención de todos por su precisión, fue el del “pederasta de Ciudad Lineal”, ¿qué rasgos de personalidad comparten los delincuentes sexuales de menores que lo hacen en forma ocasional? Me refiero a aquellos que tienen una pareja homo u heterosexual e incluso familia.

—En realidad, el pederasta de “Ciudad Lineal” se convirtió en un violador serial con sus últimos ataques, porque ya había abusado de otros niños en el pasado, e incluso había estado en la cárcel por ese motivo, si bien frente a sus amigos y familia siempre negó ese hecho. Quiero decir con ello que presentaba una pedofilia fijada o de preferencia, lo que significa que desde la pubertad el joven sabe que le atraen los niños. Estos casos tienen una mayor gravedad porque se asocia el impulso sexual, en su despertar, con el abuso sexual al niño, lo que genera frecuentes procesos de desajuste social y emocional en los que la padecen, y a su vez eso les impide generalmente tener una vida profesional de éxito o una familia, aunque ocasionalmente puedan tener pareja si se mentalizan y logran disfrutar (aunque mucho menos) del sexo con adultos. Este pederasta en concreto había tenido alguna pareja adulta mujer, pero nunca realmente llegó a nada significativo en ese terreno, y su modus operandi, muy osado y de riesgo, revelaba la enorme práctica que tenía acercándose a las niñas y convenciéndolas para que lo acompañaran. Si, en cambio, el pederasta actúa de forma ocasional, generalmente lo hará en situaciones de pérdida de control (como en el abuso del alcohol) o en otras condiciones ajenas a su vida normal. Hemos de pensar que aquí “ocasional” significa una sola vez o como mucho dos, si hablamos de niños desconocidos, porque si el niño es conocido o forma parte de la familia lo normal es que los abusos se repitan en el tiempo con frecuencia.

—¿Por qué existen personas que muestran una fascinación tal por los asesinos en serie, que parecieran verlos como si fuesen una especie de héroes?

—En cierto sentido son héroes del lado oscuro; hay personas que tienen impulsos básicos de violencia que, aunque controlados, se subliman mediante la fascinación del serial killer. Ahora bien, déjame decirte que hay que diferenciar a quien se interesa por este tipo de criminal (como tú o como yo) del que se siente “fascinado” por un asesino (o varios) en particular. Esto último revela, probablemente (no quiero pontificar porque las circunstancias de los admiradores pueden variar enormemente), una cierta carencia en cuanto al juicio ponderado de los valores esenciales de la persona, produciéndose una inversión que, si se queda en el plano teórico, en realidad no tiene mayor importancia.

—¿Qué libro de criminología ha sido el que más trabajo te ha costado escribir y por qué?

—El libro True crime: la fascinación del mal, porque, con más de 600 páginas, es un repaso al género analizando sus implicaciones en todos los ámbitos del proceso criminal: el asesino, la víctima, la policía, el sistema de justicia, los medios de comunicación; así como en diferentes tipologías criminales, como el asesinato serial, el asesinato múltiple en una secuencia o acto (mi término para referirme al concepto inglés de mass murder, que en español no tiene sentido porque una “masa” es un gran gentío, como el que se acumula en un concierto o cancha de fútbol), el crimen de Estado, la corrupción policial, etc. Fueron muchas horas de trabajo, créeme.

—Recuerdo que tu libro “El síndrome del niño emperador” fue una especie de revelación porque la violencia filioparental suele estar invisibilizada, ¿qué la genera? ¿A partir de cuándo, o mejor dicho cuando observan qué conductas, deberían los padres o tutores buscar ayuda? 

—Sí, apenas se hablaba de la violencia de los hijos hacia los padres; se asumía por defecto que un niño violento hacia el padre o (más habitualmente) hacia la madre era el producto de unos padres excesivamente punitivos o negligentes. En muchos sentidos es verdad que existen padres que modelan o alientan su propia victimización por parte de sus hijos al ser del todo inadecuados en su labor educadora y cuidadora del desarrollo de estos. Ahora bien, yo diferencié el niño que es violento hacia sus padres por razones de su hogar (malos padres, para resumir) de aquellos que, debido a rasgos incipientes de psicopatía, actuaban con violencia a pesar de que sus padres, al menos durante un largo trecho, hicieron correctamente sus tareas de amor, crianza y cuidados. Era poner de relieve, como se dice coloquialmente ahora, al menos en España, que existía un elefante en la habitación del que nadie quería decir nada. Pero todos conocemos a familias que tienen padres amorosos que son superados por niños en estado de “prepsicopatía, la cual no tiene por qué consolidarse si se interviene a tiempo. Pero estos padres, que generalmente están bien integrados en la sociedad, no tienen a nadie que los escuche, porque los servicios sociales se decantan por las familias en riesgo de exclusión social; solo les queda el recurso de la denuncia, pero es muy duro para los padres, y muchos no toman ese camino por sentirse avergonzados y también por no querer ver a sus hijos en un tribunal juvenil.

—¿Cuánto de tu experiencia en investigación criminal tiene Valentina Negro, el personaje que construyeron junto a Nieves Abarca para la saga de novela negra y policial que iniciaron con “Crímenes exquisitos”?

—En realidad, tiene más experiencia Javier Sanjuán, el coprotagonista de la saga, pero es obvio que Valentina ha aprendido muchas cosas de Sanjuán y de su experiencia. Nieves puso también mucho de su fino conocimiento como analista y buena conocedora de la organización policial.

—Junto a Virgilio Latorre escribiste “El monstruo y el asesino en serie”, ¿cómo nació la idea?

—Ha sido un proyecto de investigación apasionante. Durante un tiempo fui dándole vueltas a la idea de que los escritores góticos del XIX habían sido mucho más prescientes con el psicópata que luego será investigado por la ciencia en el siglo XX (la segunda mitad, sobre todo) introduciendo en sus creaciones los rasgos que finalmente han sido confirmados por los científicos para describir al psicópata y al asesino serial. El libro narra este viaje apasionante, desde Frankenstein hasta Hannibal Lecter. Estudiamos las obras de Shelley, Stevenson, Wilde, Stoker, Conrad, H.G. Wells, Patricia Highsmith y Jim Thompson en la literatura, así como Psicosis y El silencio de los corderos (o de los inocentes en Latinoamérica). Mientras que la criminología utilizaba un paradigma fallido para describir al criminal que mata de modo gratuito y vicioso sin que su razón esté alterada (esto es, el psicópata criminal), aduciendo que eran seres atávicos o degenerados, los escritores góticos estaban a años luz de ventaja y propusieron teorías innovadoras y extraordinariamente antecesoras de las actuales en su propuesta de la mente criminal de sus criaturas: Frankenstein, Edward Hyde, Dorian Gray y Drácula. Es un libro que une el amor a la literatura y a la criminología del psicópata y del asesino serial. Un ejemplo bastará para comprender lo que digo: el estado de personalidad compartimentada, que hoy en día sabemos que es un hecho esencial del serial killer (que permite vivir una vida externa normal junto a sus períodos en que actúa de forma depredadora, que es su vida oculta pero más real para él) aparece como leitmotiv de El extraordinario caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde; es Stevenson quien describe ese estado por vez primera. Y cuando Stoker describe a Drácula en su compulsión homicida, porque precisa la sangre de sus víctimas para sobrevivir, está adelantándose ochenta años a los investigadores que hemos estudiado el concepto de “compulsión homicida” (matar por la gratificación que ello conlleva, que es autorreforzante). En efecto, la naturaleza esencial de Drácula es la de ser un “no muerto”, solo vivo en un sentido figurado, con la finalidad de matar. Pero esta es la naturaleza también del serial killer: cuando digo que este “persevera en su naturaleza esencial” estoy describiendo este mismo hecho.

*Diplomada en Criminología, Criminalística y Derechos Humanos.