En la intensa actividad teatral alternativa ahora frenada por la cuarentena hay un creador que se destaca como autor y director: Bernardo Cappa. El artista liberó cuatro espectáculos que ya se pueden ver YouTube: Un almuerzo argentino (2018), que tiene planes de reposición, Svaboda (2015), Pezones mariposa (2011) y Amor a tiros (2009). Bernardo es hijo del jugador y hoy entrenador de fútbol, Angel Cappa, quien vive en España. A la hora de recordar su vínculo con el deporte paterno, Bernardo declara: “Intenté jugar y me fui a probar a Ferro, pero me resultó muy hostil. El fútbol es en general un lugar de encuentro lúdico, poético, con el padre. Tampoco se perdió demasiado: yo no era gran cosa jugando”.
—¿Cuál fue tu reacción frente a la cuarentena?
—Estaba ensayando mucho. Dos obras, una para el Camarín de las Musas y otra para el IFT, además de hacer varias para Microteatro. Habíamos agarrado un lindo ritmo, pero mi viejo me contó lo que estaba pasando en España y no lo dudé. Suspendí todo antes de que se declarase la cuarentena. Creo que es muy importante asumir una responsabilidad colectiva, intentar acercarse a eso, recuperar un nosotros. Los hospitales no pueden atendernos a todos, hacernos cargo de cuidar nuestra salud colectivamente no es poca cosa. Tenemos la oportunidad de ver que el dinero era lo único que nos interesaba. Estoy escribiendo, actividad que había perdido, repaso los ensayos que tengo grabados, escribo sin imaginar actores y también narrativa. Uso este momento para estar más cerca mío y de mi familia. Descubro que había descuidado ese vínculo para estar más pendiente de las demandas de la producción, estaba demasiado pendiente de ser aceptado. Ensayar, escribir, dirigir es un intento de usar el hilo de la angustia para tejer otra trama, una alternativa a la realidad.
—¿En qué momento decidiste subir tus espectáculos de forma gratuita al canal YouTube?
—Vi que Bartís liberó La máquina idiota y La liebre y la tortuga, dos espectáculos que quería volver a ver, pero no por puro goce sino para aprender, y cuando las vi me entusiasmé. Creí necesario hacer el gesto de liberar las mías. Un teatro amigo me ofreció subirlas a su página pero no me pareció. Había que soltarlas, que estuvieran ahí, para funcionar como recuerdo, para evocar un momento. Cada uno mirará lo que quiera, tendrá que hacerlo a través de ese vidrio sucio que es la mala filmación o el formato equivocado, que se acerca al hecho de espiar.
—El peronismo casi siempre está en tus creaciones: ¿es por la grieta?
—El peronismo es en sí mismo una contradicción. Y tiene una capacidad centrífuga para hacer de la contradicción virtud. Es un sentimiento, por lo tanto hace ciegamente, y no se le puede reprochar nada porque todo lo que hace lo hace porque lo siente. Se dice amar y se puede traicionar con mucho sentimiento. La forma de constituir vínculos en Buenos Aires sobre todo es peronista. Hay una forma de mentir y de creer, esa dialéctica tan singular, tan teatral, es peronista. Es absolutamente nuestra. El teatro que me interesa es el que asume esta dramaticidad. Cualquier otro lenguaje me puede gustar o no, pero no me involucra. El teatro que deja afuera esta fuerza se convierte para mí en un goce estético, pero no me resuelve una angustia profunda que me invade. Padezco el relato de este país, y sin embargo lo quiero profundamente, cuando viví afuera no pude evitar extrañarlo mucho.
Los vinculos familiares y la ley
Si se recorre la dramaturgia de Bernardo Cappa, quien siempre asume el texto y la dirección de sus espectáculos, se observan dos temas recurrentes: la familia y las comisarías. “La familia –explica– es un lugar común en el teatro y nuestra generación produjo un lenguaje singular de su degeneración; por el contexto social, tan hostil, ha estado muy resquebrajada. Sigue siendo el lugar de contención de la especie, la garantía de su continuidad. La forma no está ahora tan determinada no tiene por qué ser hombre, mujer y una hija y un hijo, sino que puede tener muchas otras combinaciones, pero es la que nos contiene. Claro que así como nos contiene nos condiciona. Ahí es donde fluye la vida, la perversión, y es un lugar donde los afectos suceden con intensidad, donde la violencia muestra los dientes”.
“La policía en Argentina –continúa– es una de las instituciones que más contienen el corazón de la dramaturgia que es la paradoja. Se creó para cuidar, para combatir el delito, y es la institución que más delitos comete. Tiene todos los condimentos del melodrama. De adolescente la sufrí, nos perseguían, nos pedían documentos, nos humillaban. Me han llevado detenido porque sí y me han amenazado arriba de un patrullero. No está mal vengarse de esa institución y ponerse en la piel de sus agentes que cumplen un deber, pero están cerca de nosotros. El argentino, además, tiene un vínculo histérico con la policía, pide policía, la critica, la admira, hay un vínculo erótico con la fuerza”.