Ahora sí, la Momia es Oscar Demelli. Y Oscar Demelli es la Momia. Después de un casi eterno diferendo con la familia Karadagian por la propiedad del recordado personaje, los vendajes y los dedos hacia delante están patentados. Dudas empañaron desde siempre la identidad de la Momia. “Lo que pasa es que todos quieren a la Momia porque, después de Martín Karadagian y Rubén Peucelle, es lo más grande que hay”.
En su memoria anidan los recuerdos como fogonazos, presentes como si hubiera sido ayer. Joe Galera, Ulises el Griego, William Boo y José Luis “el Español” se cuelan en la charla. La expectativa por la llegada de la Momia al puerto y las peleas con Martín Karadagian en el Luna Park retornan a la memoria. “Tengo hechas entre 12 y 15 mil peleas, y nunca perdí –afirma con orgullo–. Sólo tuve dos empates con Martín”.
Abandonó la troupe de Titanes en el ring en el año ’83, en un éxodo masivo que se llevó a algunos de los más recordados luchadores. Desde entonces, un fallido intento con un programa para chicos llamado RA, Guerreros del espacio y un periplo que lo llevó con su propia compañía de catch a recorrer el país. “No voy a hablar mal de Martín porque haber sido un Titán es haber estado en el Colón, pero el show lo hacíamos todos”.
Reivindicación. La charla transcurre entre mates. Su esposa, su suegra y su hijo disfrutan del sol mientras Demelli se acerca a su auto para sacar el disfraz que lo convierte en ídolo –a esta altura– de los grandes. “Tengo ocho trajes –desliza–. Por lo general los hace mi suegra, que fue modista de Paco Jamandreu”.
Cuando regresa con las vendas, su mirada es otra. Con el fallo del Instituto de la Propiedad Industrial se siente reivindicado, aunque no tiene palabras de rencor para los Karadagian. “Yo fui secretario personal de Martín –recuerda–. No podría malquerer a su hija porque la tuve en brazos, la llevé al colegio”.
Durante estos 23 años, Demelli vio pasar a muchos que dudaban de su identidad. También fue panelista de Mauro Viale, en las épocas más amarillas y más divertidas. “Una vez me llevaron a cuatro detractores que decían que ellos eran la Momia –dice–. Ese día me levanté y me fui del programa”.
Hoy, los sentimientos se entrecruzan. Satisfacción, nostalgia y esperanzas, porque asegura que está en tratativas con Canal 7 para estrenar un show en marzo. “Para mí esto es una reivindicación –asegura–. Es el renacer de la Momia; hoy puedo decir que acá está la verdadera momia”.
Su hijo, Juan Oscar, de 4 años, corretea por el parque y piensa en jugar. Su papá lo mira y se emociona. “ El 31 de diciembre voy a juntar todo lo que tengo, incluido el título de propiedad, y se lo voy a regalar”, promete. “Es el regalo más preciado que le puedo hacer, aparte del cariño que le pueda dispensar –asegura–. Esto no es un título de abogado, de ingeniero ni de médico, pero es una creacion del padre.” Y, cuando habla de su creación, el padre infla el pecho y, como habría hecho su personaje si hubiera hablado, dice: “Fui, soy y seré por siempre la Momia”.
El mito de la Mano Negra. “La Momia Negra era Rubén Peucelle.” La noticia fue como un latigazo. Difícil de digerir. Por más que se haga un intento, cuesta aceptarlo. “Es hora de que se sepan algunas cosas”, reflexiona Demelli.
¿Si el catch era verdad? Lógico, responderá la Momia. “Una vez el Comfer nos prohibió hacer sangre en televisión –recuerda–. Nos escondíamos media Gillette en el rincón del ring, y cuando queríamos hacer sangrar a alguno le pegábamos en el pómulo hasta que estaba bien hinchado. Ahí le hacíamos un tajito".
Las anécdotas van y vienen. Los Titanes están presentes, pero, aun después de mucha charla, cuesta horrores conocer la verdadera identidad de la Momia Negra.