Mientras los altos mandos de las Fuerzas Armadas se preocupan por el desgaste que representa para la institución la presencia de varios representantes en el gobierno de Jair Bolsonaro, crece entre los sectores más radicalizados del bolsonarismo el reclamo por un golpe militar que refuerce el poder del presidente mientras el país es afectado de lleno por la pandemia de coronavirus.
En las últimas semanas se han sucedido las manifestaciones de seguidores de Bolsonaro en varias ciudades en reclamo de una “intervención militar” que ponga fin a las continuas disputas del mandatario con el Supremo Tribunal Federal (STF), la Corte brasileña, y el Congreso.
Si bien se trata de sectores con poco peso político, las versiones de un pronunciamiento militar fueron recogidas por el diputado Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos del presidente -y uno de sus asesores más cercanos- que ya en el pasado elogió la última dictadura castrense en el país.
Furioso por dos investigaciones que el STF lleva adelante contra el gobierno, el hijo del presidente aseguró días atrás que una intervención de las Fuerzas Armadas para poner fin al enfrentamiento entre su padre y la Justicia sólo es cuestión de tiempo.
“No es una opinión de si va a haber una ruptura, sino de cuándo”, afirmó Eduardo Bolsonaro. “No se engañen, se está discutiendo eso”, agregó. Y consideró que sería algo “temporal”.
Ya a comienzos de mayo, uno de los militares más influyentes en el gabinete, en el que es Asesor de Seguridad Nacional, el general retirado Augusto Heleno, advirtió sobre las “impredecibles consecuencias para la estabilidad nacional” de las investigaciones contra el gobierno.
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La Corte investiga a un grupo de seguidores de Bolsonaro por el llamado “gabinete del odio”, una organización que según las denuncias funcionaba dentro del Palacio del Planalto para atacar y desacreditar a los jueces del tribunal en las redes sociales.
Por otra parte, también hay una causa que busca determinar si Bolsonaro interfirió en la Policía Federal al ordenar el despido de su titular, Mauricio Valeixo, porque se negaba a informarlo sobre la marcha de esas investigaciones, que involucraban a sus hijos.
El analista argentino Juan Battaleme, especialista en política exterior y seguridad internacional, no cree posible un pronunciamiento militar en Brasil. “No están dadas las condiciones de algo como lo que sucedió en Bolivia y el país goza de una institucionalidad sólida”.
Además, agrega, “los militares brasileños siempre han sabido moverse en los entornos palaciegos” para defender sus intereses.
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Más allá de estas versiones, los comandantes de las Fuerzas Armadas brasileñas observan con preocupación el desgaste que provoca a la institución la presencia de nueve ministros en un gobierno que enfrenta cada vez más dificultades, advierten especialistas.
“En Brasil, las Fuerzas Armadas cuentan con mucho prestigio en la sociedad. Los exabruptos del gobierno impactan en su popularidad y eso no es visto con buenos ojos por los militares activos”, explica la politóloga Ximena Simpson, Investigadora de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
En particular, los militares advierten la gran exposición que representa que, cuando Brasil tiene cientos de miles de contagios de coronavirus y más de mil muertos por día, el ministerio de Salud esté a cargo de un general, que además ha nombrado al menos a otros 25 militares en el ministerio.
El general Eduardo Pazuello, que parecía haber asumido en forma interina luego de que los dos ministros de Salud anteriores renunciaran por divergencias con Bolsonaro en plena pandemia, ha quedado en el cargo y acumula controvertidas decisiones en los últimos días.
El ministro permitió el uso de la polémica droga hidroxicloroquina para el tratamiento del Covid-19 como quería el presidente, a lo que se opusieron sus predecesores Luiz Henrique Mandetta y Nelson Teich por falta de evidencias científicas.
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Mucho peor aún, el ministerio quedó envuelto en el escándalo en torno a las denuncias de manipulación de cifras de muertos por el coronavirus, que llevó a que la universidad Jonhs Hopkins, que realiza el conteo global de casos en el mundo, anunciara que ya no tomará en cuenta los datos de Brasil por falta de confianza en la información oficial.
“Pazuello funciona como un representante de las Fuerzas Armadas en el combate al coronavirus, y trae para ellas el desgaste de cumplir con las cuestionadas determinaciones del presidente”, escribió el analista Waldo Cruz en el diario O Globo.
A los militares también les preocupa, sostiene otro analista, Igor Gielow, la multiplicación de protestas callejeras contra el presidente, convocadas por distintas organizaciones de la sociedad civil, algunas surgidas en las últimas semanas.
“Algunos temen que el presidente busque utilizar eventuales conflictos callejeros para justificar la convocatoria de las Fuerzas Armadas para reprimir protestas”, apunta Gielow en el diario Folha de Sao Paulo.
Simpson detalla que entre los militares hay dos grupos. El primero está formado por “los que están en el poder y son, en su gran mayoría, de la reserva. Más conservadores, tienen una agenda menos comprometidas con los valores democráticos”.
Por otro lado, “están los militares en actividad. Son más aggiornados políticamente y con una visión más pragmática de la geopolítica”. Su referente es el comandante del Ejército, Edson Leal Pujol, distanciado del presidente por el manejo de la pandemia y a quien Bolsonaro, según versiones recogidas por la prensa, estuvo a punto de reemplazar. Días atrás ambos protagonizaron un sonado episodio, cuando el presidente, ignorando todas las recomendaciones sobre la pandemia, trató de darle la mano, pero el general le ofreció el codo como saludo.
La investigadora de la UNSAM no ve una contradicción entre los rumores de golpe y la aprensión de los militares. “El gobierno de Bolsonaro es una contradicción en sí mismo. Si analizamos los sectores que lo apoyaron al comienzo, entre ellos hay también grupos que disputan sus visiones de mundo y sus áreas de poder”.
Bolsonaro, recuerda la politóloga, “está cada vez más solo en su juego político conspirativo y lo más insólito es que parece no darse cuenta de que va perdiendo realmente apoyo. El último domingo demostró que otra carta más de su manga no era creíble: las manifestaciones en contra del gobierno fueron masivas y sin violencia”.
“Para los generales en el gobierno, escribió Gielow, la prioridad es estabilizar el contexto político, ya que por ahora el apoyo del ‘centrao’ está asegurado con cargos”. El “centrao” está formado por una miríada de pequeños partidos sin compromiso ideológico y siempre pendientes de obtener ventajas del poder.
CP