¿Cómo vivirá el papa Benedicto XVI tras su renuncia? Algunas pistas sobre su futura vida dio hace dos semanas el propio pontífice, al declarar que sus oraciones estarían con la Iglesia Católica "incluso si permanezco escondido del mundo". Las dudas serán despejadas muy lentamente desde este jueves a las 20 (hora de Roma) cuando la Guardia Suiza se retire del palacio de Castel Gandolfo, única señal visible de que el reinado de Benedicto XVI habrá finalizado.
El último día de su papado, a las 4.55 de la tarde, Benedicto será despedido en el Patio de San Dámaso por una formación de la Guardia Suiza y en un automóvil, acompañado del Secretario de Estado, el cardenal Bertone, viajará en helicóptero hasta la residencia papal de Castel Gandolfo. Las campanas de todas las iglesias de Roma y ciudadanos con vecinos en Castel Gandolfo marcarán la despedida, y tres horas más tarde, a las 20, se hará efectiva su renuncia.
Benedicto será despojado del "Anillo del Pescador", símbolo de su poder temporal, pero no habrá ninguna ceremonia especial en el momento de la renuncia, ya que, como establece el "Código de Derecho Canónico", lo único que hace falta es que el papa renuncie en plenas facultades mentales ante cardenales. El único síntoma de la renuncia papal se verá cuando la Guardia Suiza -que vigila el palacio- cierre la gran puerta y abandone el lugar, declarándose la "Sede Vacante".
Por primera vez, habrá un "Papa Emérito" (o Romano Pontífice Emérito), el título que usará Benedicto XVI desde este jueves. Al igual que el próximo papa, Benedicto ostentará de por vida el tratamiento oficial de "Su Santidad", aunque dejará de utilizar la sotana roja (un privilegio de los cardenales y papas), reemplazándola por una blanca. Su nombre seguirá siendo "Benedicto XVI", pese a la oposición de muchos cardenales que consideran "caótica" la cohabitación de dos papas.
Construido a mediados del siglo XVII, Castel Gandolfo (a 23 kilómetros de El Vaticano) servirá como residencia del expontífice durante los próximos meses, hasta que terminen las reformas del convento donde pasará recluido el resto de su vida. Castel Gandolfo está ubicado en un encantador pueblo italiano y es, desde el papado de Urbano VIII, en 1623, la residencia favorita de los papas cuando el calor de Roma se torna insoportable o cuando es necesario un retiro espiritual.
La propiedad -en la que Benedicto tiene habitación con vista al lago- está rodeada por 30 hectáreas de jardines excelentemente cuidados y 25 hectáreas destinadas a la actividad ganadera y agrícola, en las que se cultivan las verduras orgánicas y la leche con la que desayuna todos los días. Desde hace 85 años, las granjas de Castel Gandolfo abastecen con leche, yogurt, manteca, huevos, verduras, frutas y aceite de oliva al Vaticano.
Una vez restaurado el convento "Matter Ecclesiae", Benedicto XVI se mudará allí con su secretario alemán, Georg Ganswein, y el prefecto de la Casa Pontificia, Alfred Xuereb, así como por las cuatro monjas laicas de la comunidad “Memores Domini” que cuidan al papa y forman la denominada "Familia Pontificia". Según monseñor Lombardi, vocero papal, el papa emérito tendrá un sueldo anual de 250.000 euros y su seguridad correrá a cargo de la Gendarmería Vaticana por el resto de su vida.
A diferencia del Palacio Apostólico en el que ha vivido desde 2005, el convento de piedra de 450m2 -el único ubicado en el interior de El Vaticano- es mucho más pequeño y austero. No hay decoración alguna, salvo una vidriera con escudos de varias órdenes monásticas. "Todo es muy sencillo y hasta hay partes en que el suelo está desnivelado”, explicó la hermana María Begoña, una de las siete monjas salesas que vivieron allí.
"Matter Ecclesiae" -ordenado por Juan Pablo II en 1992- está ubicado en la colina Vaticana, a las espaldas de la Basílica de San Pedro, junto a la muralla que el papa León IV mandó a construir en 847 para proteger la basílica de los ataques extranjeros. Desde una prudencial distancia se contempla la cúpula de Miguel Ángel y paseando se alcanza la reconstrucción de la cueva de Lourdes, donde al papa le gusta rezar.
El convento cuenta con cuatro plantas, varios espacios comunes y 12 celdas monásticas, una capilla, un coro y una biblioteca. La única decoración con la que cuenta el edificio son las vidrieras artísticas y los decoraciones sacras, con motivos de inspiración contemplativa. Allí, Benedicto XVI planea estudiar, escribir, escuchar música, tocar el piano, rezar y pasear por la gran huerta donde, además del cultivo de verduras, hay limoneros y naranjos de cuyos frutos las monjas hacen dulces y licores.
Benedicto XVI -de 85 años- tiene la seria intención de no desempeñar ningún papel en la administración o el gobierno de la Iglesia, tal como hizo saber el vocero, Lombardi: "El Papa ha dicho en su declaración que usará su tiempo para orar y reflexionar y que no tendrá responsabilidad alguna. Esto está absolutamente claro y es el sentido de la renuncia”. Según Lombardi, Benedicto XVI “no intervendrá de ninguna manera” en la elección de su sucesor.
Sin embargo, el hecho de que El Vaticano albergue dentro de sus muros a un papa que dejará de serlo y a su sucesor es considerado por algunos teólogos como una “ventaja” para el nuevo Pontífice y para otros un “peligro”. Para el teólogo alemán Hans Küng, "el peligro es que Ratzinger quedándose en Roma asuma el papel de un papa en las sombras. Hubiese preferido que se retirara a meditar y rezar en su Baviera natal", según aseguró en una entrevista.
El miércoles, en su última audiencia pública ante los fieles católicos en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI anunció que su renuncia no significa que regresa "a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, conferencias, etc". "No abandono la Cruz, sigo de una manera nueva con el Señor Crucificado. Sigo a su servicio en el recinto de San Pedro", dijo, afirmando que si vida pertenece "totalmente a toda la Iglesia" y que él, aunque ya no gobernará la Iglesia, seguirá sirviéndola mediante la oración.
Benedicto XVI es el primer papa de la Iglesia Católica que renuncia a su puesto en 598 años, aunque esta práctica no es inusual y está contemplada en el Derecho Canónico, que dicta que la renuncia del papa "sea voluntaria" y que no necesite la aprobación de ningún jerarca para hacerla efectiva. Hoy, aunque "condenado" a convertirse en un papa "escondido" hasta su muerte, Joseph Ratzinger correrá mejor suerte que varios de sus antecesores, quienes tras su renuncia debieron sufrir el exilio, la cárcel, la excomunión, la ejecución o la condena al infierno.
(*) Especial para Perfil.com