El ex presidente venezolano Hugo Chávez llegó al poder en 1999, cuatro años antes que el kirchnerismo en la Argentina. Siempre tuvo una relación fluida con la Casa Rosada, que demostró una gran simpatía por su gestión de gobierno. Tal es así que Néstor y Cristina Kirchner aplicaron recetas similares a las que el líder bolivariano instrumentó en la Justicia, los medios de comunicación y la economía.
En 2004, el jefe de Estado venezolano reformó el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) venezolano –equivalente a la Corte argentina– y colocó allí hombres afines a su gobierno. Se trató de un “contraataque revolucionario” contra el Poder Judicial, que no había imputado por sedición a militares que participaron del golpe de Estado de 2002. Nueve años después de esa reforma, Cristina Kirchner anunció un paquete de proyectos para “democratizar” la Justicia argentina, con el objetivo de presionar a aquellos magistrados que fallan en contra del Poder Ejecutivo.
Las similitudes entre el modelo bolivariano y el kirchnerista no se agotan en su obsesión por lograr una Justicia adicta. Hace dos años, Venezuela implementó un control de cambios, un cepo para la compra de divisas extranjeras, y desde entonces empezó a haber dos monedas en el país: el bolívar oficial, que cotiza a 6,30, y el paralelo, que cerró esta semana a 24,13.
La inflación, que en 2011 trepó al 28%, es una de las más altas de América latina junto a la de Argentina, y la pérdida del poder adquisitivo es una constante. Además, ninguno de los dos gobiernos lograron industrializar la economía y diversificar las exportaciones, ya que dependen de dos commodities: la soja y el petróleo.
La desigualdad social también es un problema en los dos países. Pese a que tanto Chávez como Cristina Kirchner incluyen en sus discursos las palabras “redistribución de la riqueza”, los hechos no se condicen con la realidad: si bien los dos gobiernos lograron bajar los indicadores de pobreza, los dos países tienen, todavía, una deuda social pendiente. Ese déficit buscó ser subsanado con las Misiones bolivarianas, entre las que se destacó la construcción de casas. En la Argentina, los Planes Federales de Vivienda lanzados por el kirchnerismo tuvieron el mismo propósito.
Los medios de comunicación son otras de las obsesiones que compartieron Chávez y Cristina. El venezolano tenía su propio programa de televisión, “Aló Presidente”, en el que hablaba durante horas sobre los logros de su gobierno y disparaba munición gruesa contra la oposición y contra los Estados Unidos. En Argentina, CFK utiliza con frecuencia, y para el mismo fin, la cadena nacional. Chávez también disponía de cañones de artillería pesada en su guerra comunicacional contra los enemigos de la Revolución. Para eso, contaba con dos programas con la misma estructura de 6,7,8. Uno conducido por Walter Martínez, que lleva un parche de “pirata” en su ojo derecho. El programa se llama Dossier, aborda temas de política internacional, y siempre termina con elogios a la gestión de Chávez. El otro es La Hojilla, donde también emanan alabanzas al gobierno bolivariano.
Otra de las estrategias del chavismo contra los medios fue no renovar licencias a radios y canales de televisión opositores.
Cristina, por su parte, avanza con la Ley de Medios contra el Grupo Clarín. En Venezuela, el equivalente a Clarín es Globovisión, el enemigo público número uno del Ejecutivo.
Chávez, antes que Cristina, estatizó empresas de áreas clave, como la siderurgia y las telecomunicaciones. Hace menos de un mes, Julio de Vido, ministro de Planificación, viajó a Venezuela para proveerles las antenas de la Televisión Digital Terrestre, un sistema para que los ciudadanos puedan ver televisión sin pagar un servicio de cable.
Hay muchas similitudes entre el chavismo y el kirchnerismo. Las diferencias son más bien pocas.