Desde Río de Janeiro
Quedan más de cuatro meses para el arranque oficial de la campaña electoral en Brasil, pero el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro y el ex mandatario izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva ya actúan como candidatos prestos a luchar por la presidencia.
“En rigor, la campaña empieza oficialmente el 16 de agosto, pero hasta entonces, ese movimiento de Lula y Bolsonaro va a ir en aumento. Vamos a ver una campaña llamada de no-campaña”, dice el politólogo André César, de la consultora Hold, sobre unas elecciones que se perfilan altamente polarizadas.
Esa posibilidad cobró fuerza ante las dificultades que tienen para afirmarse los candidatos de la llamada “tercera vía”, como el ex juez Sergio Moro o el gobernador de San Pablo, Joao Doria.
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Así, ambos rivales políticos, que según las encuestas se enfrentarán en una segunda vuelta con Lula como favorito, multiplican sus apariciones con tintes electorales, cuidándose de no vulnerar la legislación en la materia.
Esto incluye mítines insertados en eventos de partido, encuentros con artistas, inauguraciones de obras y una frenética agenda de entrevistas en las que se atacan mutuamente y se presentan como la mejor opción para “salvar” Brasil.
Bolsonaro, de 67 años, que aspira a un segundo mandato, buscó lanzar su “precandidatura” en Brasilia el domingo pasado, pero su nueva formación, el Partido Liberal (PL, derecha) dio marcha atrás y organizó un evento de “afiliación”, ante las advertencias de una posible infracción a la ley electoral.
Apoyo de otros líderes. Lula, de 76 años, que sigue sin confirmar su candidatura por el Partido de los Trabajadores, participó por su parte el miércoles de un encuentro en Rio de Janeiro con importantes figuras de la izquierda iberoamericana. El acto, en la Universidad Estatal de Rio de Janeiro, terminó en un clamor por el regreso al poder del ex presidente (2003-2010), que vuelve a aspirar a la presidencia después de que la justicia anulara sus condenas en la megacausa anticorrupción Lava Jato por la que estuvo preso.
“¡El líder regional que América Latina necesita!”, alabó el presidente argentino Alberto Fernández; el hombre a quien “los demócratas, los progresistas del mundo” esperan ver nuevamente en el Palacio de Planalto, abundó el ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero.
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Lula lidera los sondeos con el 43% de las intenciones de voto frente a Bolsonaro (26%) en la primera vuelta del 2 de octubre, según el Instituto Datafolha. En la segunda, la ventaja sería de 21 puntos.
Pero César estima que en este clima de campaña anticipada, y con ningún otro candidato superando el 10% de las intenciones de voto, “Lula tiene más que perder que Bolsonaro”.
El líder del PT “es quien sigue cómodo en las encuestas, pero no tiene el poder, la lapicera. Quien tiene la maquinaria estatal en la mano es el presidente Bolsonaro. Tiene un activo político mucho más fuerte que los recursos que tiene Lula”, explicó.
Desde hace meses, Bolsonaro viene aumentando inauguraciones de obras, en especial en el empobrecido noreste, bastión de Lula, y los anuncios de ayudas sociales, en un intento, según sus detractores, de sacar partido político con el uso del dinero público.
La justicia, atenta
Pero tanto Lula como Bolsonaro deberán medir sus palabras hasta el 16 de agosto: la ley electoral brasileña prohíbe expresamente a los precandidatos pedir el voto para si mismos o que no se vote a los adversarios.
“El límite principal de la ley es que no les permite pedir el voto, que se declaren candidatos. Es un requisito formal muy fácil de evitar”, afirma el profesor de Derecho Michael Freitas Mohallem. Pero César advierte: “La justicia electoral está atenta. Un movimiento más brusco, más explícito puede generar algún problema más serio”.
La “no-campaña” también se hace sentir fuera de los eventos políticos. A pedido del partido de Bolsonaro, un juez del Tribunal Superior Electoral prohibió el fin de semana pasado las manifestaciones políticas a los artistas del popular festival Lollapalooza de Sao Paulo, después de que una cantante exhibiera una bandera con la cara de Lula y otros artistas criticaran a Bolsonaro, lo que originó una lluvia de protestas por “censura”, desde Anitta a Caetano Veloso. El partido acabo retirando el pedido y el juez revocó su propia decisión.