Jair Bolsonaro, un excapitán del ejército que reivindica la dictadura militar (1964-1985), enfrenta los últimos meses de su primer mandato como presidente de Brasil. En sus casi cuatro años en el poder, el ultraderechista mantuvo una controversial gestión plagada de exabruptos, desafíos a las instituciones e investigaciones judiciales en su contra.
Su habitual discurso amenazante caracterizó la campaña, generando incertidumbre por sus advertencias -sin pruebas- sobre el “posible fraude” que lo llevaría a “no reconocer el resultado”, algo por lo que es investigado por la justicia.
"Solo Dios me puede sacar del poder", aseveró Bolsonaro en varias ocasiones, mostrando así su veta religiosa. En tanto, el ex paracaidista aseguró que las presidenciales del 2022 son una batalla “entre el bien y el mal".
Admirador del ex presidente estadounidense Donald Trump, Bolsonaro sigue contando con el apoyo de buena parte de quienes lo catapultaron al Palacio de Planalto en 2018: los influyentes 'lobbies' de las armas, el agronegocio y el vasto electorado evangélico. Al mismo tiempo, trata de atraer a la población más vulnerable con nuevas ayudas sociales, algo que no parece revertir el “rechazo” que genera en gran parte de la población.
La gestión de la “gripecita” y los 680 mil muertos
Su mandato comenzó el 1 de enero de 2019 y estuvo marcado por distintas crisis, entre ellas la pandemia de coronavirus. Mientras el mundo se cerraba, Bolsonaro afirmaba que se trataba de una "gripecita" al tiempo que criticó las vacunas, susceptibles de convertir a uno en "cocodrilo", según sus declaraciones.
Tras oponerse a las medidas de prevención y a la campaña de vacunación, el jefe de estado empujó a Brasil a una catástrofe en la que 680.000 personas murieron a causa del Covid-19. “¿Ahora soy genocida? De qué no soy culpable hoy en Brasil”, se había excusado el mandatario tras ser cuestionado por la escalada de fallecidos por la enfermedad.
A pesar de exculparse, la temeraria actitud de Bolsonaro le valió acusaciones por “crímenes de lesa humanidad”, impulsadas por una comisión de investigación parlamentaria y cerca de 140 solicitudes de juicio político.
La pelea de Bolsonaro con la Justicia
Además, sus explosivas declaraciones motivaron la apertura de investigaciones en su contra en manos del Supremo Tribunal Federal, abriendo un nuevo capítulo de combate a las instituciones: esta vez con la Justicia, a la cual atacó frontalmente, a punto de amenazar con dejar de acatar las decisiones de la máxima corte, especialmente luego de la apertura de expedientes por “difusión de fake news”, impulsadas por su “enemigo” Alexandre de Moraes, el presidente del Tribunal Superior Electoral.
Por otro lado, plataformas como YouTube y Facebook también tomaron medidas contra el ultraderechista retirando algunos de sus videos con declaraciones falsas. En tanto, las redes son la principal vía de comunicación entre el líder del Partido Liberal y su electorado, en línea con su manifiesto rechazo a los medios tradicionales.
Admirador de Trump, neutral con Putin: la política exterior de Bolsonaro
En el plano internacional, criticó duramente a varios líderes extranjeros, especialmente a los de la región que comparten sus ideas. “La izquierda debe ser extirpada de la vida pública. Si pierdes la libertad, lo has perdido todo en la vida. Comparen Brasil con los países de América del Sur”, dijo en el acto de cierre de campaña, y citó a Venezuela, Argentina y Nicaragua. “Todos los exjefes de estado de estas naciones son amigos del pandillero de los nueve dedos que se presenta a las elecciones en Brasil", consignó, en alusión a su rival, Lula.
Con respecto a la invasión de Rusia a Ucrania, no solo se mostró neutral ante la violación de Vladimir Putin al orden internacional sino que incluso se reunió con el presidente ruso semanas antes del inicio de las hostilidades. Una de las polémicas más violentas la protagonizó con el presidente francés, Emmanuel Macron, en 2019, cuando ardía la Amazonía, donde la deforestación batió récords bajo su mandato.
La historia de Jair Messias Bolsonaro
Jair Messias Bolsonaro nació en 1955 en Glicério, un pequeño pueblo en el interior de San Pablo, en una familia de origen italiano. Aprendió a pescar y con su padre, Percy Geraldo Bolsonaro, 'garimpeiro' en la selva de Pará durante los años 1980, también a buscar oro.
Fue a la academia militar en Río de Janeiro y entró a la vida castrense, salpicada de episodios de insubordinación. En 27 años como diputado en Brasilia, fue autor de solo dos proyectos de ley que resultaron aprobados.
Bolsonaro llegó al poder con un discurso anticorrupción, presentándose como un "outsider", aunque había sido diputado federal durante tres décadas. Este hombre de ojos azules y sintaxis simple, a menudo vestido con una camisa por fuera del pantalón, sedujo al 55% de los brasileños, a pesar de sus declaraciones racistas, misóginas y homófobas. Lo hizo con la promesa de acabar con la violencia y la crisis económica en Brasil y la “izquierda podrida”. Su gobierno, sujeto a múltiples remodelaciones, recayó en manos de varios militares, como el vicepresidente, Hamilton Mourao.
Las contradicciones de Bolsonaro
Este defensor de la familia que se define católico ha tenido cinco hijos de tres matrimonios. Su esposa actual, Michelle, es una ferviente evangélica que está ganando protagonismo en la campaña, en la que Bolsonaro vuelve a esgrimir su lema "Brasil por encima de todo. Dios por encima de todos". Bolsonaro, quien ganó la máxima investidura en Brasil con base en un discurso anticorrupción, está muy unido a sus tres hijos mayores (funcionarios electos), actualmente investigados por sospechas de corrupción o difusión de noticias falsas.
Después de sufrir un ataque con arma blanca en plena campaña electoral en 2018, Bolsonaro sufre problemas intestinales, posiblemente crónicos, que lo han llevado al hospital en varias ocasiones.
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