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Día 106: 1976, la cifra es lo de menos

Tener un número exacto no cambia el carácter ni suaviza el genocidio perpetrado por la dictadura. La memoria social es más que un número. Lo sucedido entre el 24 de marzo del 76 y la recuperación de la democracia no puede ni debe remitirse al número de víctimas.

marcha 24 de marzo
- | AFP

“Siempre hay una discusión sobre la cantidad de personas como si la cantidad fuese lo importante. Es una forma de rivalizar provocando al que convierte un número en bandera, es ir y robarle la bandera. Es una lucha simbólica que tiene su explicación en producir daño y seguir generando odio”, señaló Jorge Fontevecchia en la apertura de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1) del lunes 25 de marzo del 2024. 

La definición de genocidio, según la Real Academia Española, es “el exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”. Es decir que independientemente del tamaño de la población atacada o del número de asesinatos efectivamente provocados, el eje de la definición está en el plan sistemático de exterminio.

Raphael Lemkin, un profesor polaco de origen judío que abandonó su país huyendo del Holocausto, publicó en 1944 su libro “El poder del Eje en la Europa ocupada”, en el que expuso todas las atrocidades cometidas por Hitler para exterminar al pueblo judío. En esta obra, Lemkin estableció el término “genocidio”, a partir del sustantivo griego genos, que quiere decir "raza o pueblo", y del sufijo latino cide, que significa "matar".

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La primera vez que se incluyó el término en el derecho internacional fue en el acta de acusación de los juicios de Nüremberg, donde se aludió al delito de la siguiente manera: “Genocidio deliberado y sistemático mediante la exterminación de grupos étnicos y nacionales perpetrada contra la población civil de los territorios ocupados con la intención de destruir etnias, sectores de población y grupos nacionales étnicos y religiosos”.

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El término siguió evolucionando al incorporar otros casos internacionales y en 1973, en  el "Informe Ruhashyankiko" de las Naciones Unidas se argumentó que el asesinato de una sola persona puede ser un acto de genocidio si la intención de destruir al grupo nacional, étnico, racial o religioso al que pertenece la persona se encuentra en el asesinato. El "Informe Whitaker" de las Naciones Unidas calificó la persecución del bahaísmo en Irán como un genocidio​, a pesar del hecho de que el gobierno había asesinado a 202 practicantes hasta 1996, un número de vidas que, aunque significativamente alto, intuitivamente tal vez no se se lo perciba como el de genocidio. Por otro parte,​ algunos tribunales brasileños determinaron que la masacre de 14 personas del pueblo tikuna cumplió con la definición de genocidio.

Esta es una de las razones por las que la discusión que impulsa el gobierno de Javier Milei acerca de si el número exacto de desaparecidos es 30 mil o es menos le quita profundidad a lo que pasó en este país en la última dictadura.

El pasado 24 de marzo, desde la cuenta de la Casa Rosada, se publicó un video relacionado con el Día de la Memoria, en el que el escritor Tata Yofre relata que “para liquidar a las naciones, lo primero que se hace es quitarles la memoria: “Vienen y les escriben otros libros, les dan otra cultura y les inventan otra historia”.

Lo importante es entender el plan sistemático de exterminio sobre todo aquel que pensara distinto y se opusiera al proyecto político, económico y cultural que trajo el llamado Proceso de Reorganización Nacional. 

Para poder llevar adelante su genocidio, en sus cuestiones de inteligencia y logística, los militares argentinos se sirvieron de las conclusiones que sacaron militares franceses en el genocidio que cometieron ellos contra la población argelina desde 1954 hasta 1962. En el caso argelino también hay discusiones sobre la cantidad de víctimas que hubo durante los 8 años que duró este plan sistemático de exterminio.

Las cifras sobre la cantidad de muertos varían mucho según la fuente que se utilice: el recuento hecho por el Frente de Liberación Nacional, la organización rebelde argelina, es de 1,5 millones de muertos. El número corresponde al 15% de los 10 millones de habitantes que contaba el país en ese momento. Mientras que, historiadores franceses, en cambio, sostienen que el número de muertos sería mucho menor, entre 250 mil y 400 mil personas.

El documental “Escuadrones de la muerte: la escuela francesa”, realizado por la periodista e historiadora francesa Marie-Monique Robin, describe la participación y colaboración de los militares franceses con las dictaduras sudamericanas en las décadas del 70’ y del 80’, y particularmente con la junta militar argentina. Robin explicó que “el Estado Mayor argentino propuso en 1959 un acuerdo para que expertos franceses en la llamada ‘guerra antisubversiva’ dictaran cursos y fueran asesores pagados por el Ejército Argentino. La misión militar francesa permanente en Buenos Aires, compuesta por veteranos de la guerra colonial en Argelia, se mantuvo hasta 1981, con el apoyo de los gobiernos de Argentina y Francia”.

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Esto que traemos sobre las conclusiones de los militares franceses, que le transmitieron a los militares argentinos, nos hace pensar en el grado de preparación del plan de exterminio de la dictadura militar. Fueron necesarios 8 años de cursos para prepararlo.. De la misma forma, se discute también la cantidad de muertos que hubo en el Holocausto judío, siempre hay una discusión sobre la cantidad de personas como si la cantidad fuese lo importante. Es una forma de rivalizar provocando al que convierte un número en bandera, es ir y robarle la bandera, es una lucha simbólica que tiene su explicación en producir daño y seguir generando odio.

Frente a esto, el Presidente Javier Milei ha planteado en uno de los debates presidenciales del 2023 que lo que hubo durante la dictadura fue una guerra, en donde las fuerzas del Estado “cometieron excesos”. Además, también cuestionó la cifra, “no fueron 30.000 los desaparecidos”, aseguró el Presidente.

Es interesante reflejar el plan de exterminio sistemático de la dictadura con números para responder a la caracterización del Presidente. En primer lugar, hay que establecer que la dictadura militar no se enfrentó a la guerrilla. Esta ya había sido derrotada y desarticulada hace años. Lo que efectivamente enfrentó es al activismo en el movimiento sindical y en el movimiento estudiantil que había sido electrificado por la revolución cubana y las luchas que, como el mayo francés, habían surgido sobre fines de los 60.

Al bajarlo a datos esto se ve más preciso. De la totalidad de detenidos y desaparecidos por la dictadura, el 30% eran obreros, el 21% eran estudiantes, el 18% otro tipo de empleados, el 6% docentes y el 11% otro tipo de profesionales. El 63% de los desaparecidos fue secuestrado en su casa y el 62% durante la noche, mientras se encontraban durmiendo en su domicilio. ¿En qué tipo de guerra la inmensa mayoría de las víctimas de un bando caen durmiendo en su casa y de noche? ¿En qué tipo de guerras, las víctimas no son militares, sino gente que trabajaba y estudiaba?

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Además, este supuesto ejército rival de las Fuerzas Armadas argentinas, en su gran mayoría eran delegados sindicales, activistas políticos o dirigentes estudiantiles. Prácticamente se puede afirmar que gran parte de su supuesto “accionar militar” era organizar a sus compañeros de trabajo y estudio sindical y políticamente.

Mi caso tuvo otras particularidades. Soy el desaparecido 6570 y estuve detenido ilegalmente durante una semana en el centro clandestino conocido como el Olimpo en 1979. Nunca fui militante, ni delegado sindical y tampoco simpaticé con organizaciones políticas guerrilleras o de izquierda. Mi “acto de guerra” para la dictadura, por así decirlo, fue hacer mi trabajo: el periodismo, publicando en aquellos años una revista que se llamaba La Semana, en los primeros años de la dictadura, la reciente publicación pasó desapercibida, sin embargo, cuando empezó a crecer su número de lectores y sus tapas empezaron a causar mayor impacto, la irritación del poder no se hizo esperar. Estuve detenido ilegalmente en el Olimpo y luego fui puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.

Hablo de estos números y de mi caso en particular no para decir que no pudo haber algún crimen cometido por algún militante de alguna agrupación en particular. Si no para explicar porque acá no hubo una guerra, hubo un genocidio utilizando las herramientas del Estado contra un sector de la población.

En relación a la discusión sobre los 30 mil desaparecidos, que en particular me parece que fue un error por parte de las organizaciones de los derechos humanos hacerle lugar al Gobierno en una discusión sobre los números y no sobre el plan sistemático.

En el video publicado por el Gobierno, un ex terrorista, Luis Lagraña, declara que el número de 30.000 fue puesto por él.

Ya previamente, la vicepresidente Victoria Villarruel se había sumado a la polémica en un medio televisivo, en el que reforzó la idea de que “no hubo 30 mil desaparecidos”.

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Por otro lado, el escritor Martín Kohan explica perfectamente el postulado de la cifra de los 30 mil detenidos desaparecidos en la Nación Más. “No tenemos muertos, tenemos desaparecidos. La cifra está abierta por eso”, remarcó Kohan en el año 2017.

Además, en un informe del Ejército argentino, ya en 1978 reconocía una aproximación de 22 mil víctimas entre desaparecidos y asesinados. Recuerden que los militares gobernaron hasta 1983. Si en dos años ya había registros de 22 mil, no es tan exagerado pensar que en 4 años más, hubiese 30 mil. En realidad, podríamos decir que a fines del ’79 prácticamente se terminó el plan sistemático, porque ya no quedaba nadie a quien matar. 

Por otro lado, en el libro El dictador, de María Seoane, se cita una entrevista al ex dictador Jorge Rafael Videla en el que señaló: “No, no se podía fusilar. Pongamos un número, pongamos cinco mil. La sociedad argentina, cambiante, traicionera, no se hubiera bancado los fusilamientos: ayer dos en Buenos Aires, hoy seis en Córdoba, mañana cuatro en Rosario, y así hasta cinco mil, 10 mil, 30 mil. No había otra manera. Había que desaparecerlos. Es lo que enseñaban los manuales de la represión en Argelia, en Vietnam. Estuvimos todos de acuerdo. ¿Dar a conocer dónde están los restos? Pero ¿qué es lo que podríamos señalar? ¿El mar, el Río de la Plata, el Riachuelo? Se pensó, en su momento, dar a conocer las listas. Pero luego se planteó: si se dan por muertos, enseguida vienen las preguntas que no se pueden responder: quién mató, dónde y cómo".

El mismo Videla reconoció como posibilidad esta cifra y explicó el carácter totalmente ilegal y clandestino que tuvo la represión. Por todas estas razones, si bien la cifra de 30 mil es imprecisa por el carácter clandestino e ilegal de la represión, tampoco es un invento y en todo caso, como dijo Martín Kohan tienen que ser los que llevaron adelante este exterminio los que den más precisiones.

Quién tuvo una actitud y una respuesta al 24 de marzo fue el ex jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, quien compartió una publicación en redes sociales en donde explicó un hecho vivido por su propia familia durante la dictadura militar.

Por otro lado, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, quien hace meses prácticamente pertenecía a la misma fuerza política que el ex jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, compartió el video del oficialismo y escribió lo siguiente en su cuenta de X:

“Construyeron sobre la tragedia un relato a la medida de sus intereses ideológicos, sin importar las víctimas y la profundidad de las heridas. El cambio llega también en reconocer que una verdad a medias no es verdad”.

La verdad es que indudablemente hubo en este país un plan sistemático de exterminio y represión sobre un sector de la población que se oponía a los planes de la dictadura. Para esto, el gobierno militar se sirvió de las herramientas del Estado y las utilizó para montar un mecanismo clandestino e ilegal represivo. Luego de servirse de conclusiones de militares de otros países, la dictadura se dedicó a asesinar, torturar, violar y robarle los bebés a básicamente, trabajadores y estudiantes. Si fuesen 15 mil los desaparecidos o por el contrario, si en realidad son más de 30 mil, no es algo que podamos saber ahora de inmediato y tampoco es algo que le cambia el carácter o suaviza el genocidio perpetrado por la dictadura. Una vez más, la grieta aparece. Y que de un lado se provoque cuestionando el número de 30 mil genera respuestas que no van hacia lo relevante: la discusión estéril, sobre símbolos, muchas veces genera una pérdida de atención sobre lo central de los debates. La memoria social es más que un número. Y lo sucedido entre el 24 de marzo del 76’ y la recuperación de la democracia no puede ni debe remitirse al número de víctimas. Aunque hubiera sido uno solo, sería igual de grave. Y la víctima de aquella tragedia finalmente fue toda la Argentina.

VF DC JL