Claudio Moroni, abogado con larga trayectoria en la función pública y ministro de Trabajo entre 2019 y 2022, analiza la “modernización laboral” presentada por el Gobierno y lo calificó como un gesto político más que una solución. En Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), afirmó que “es mala la ley”, que “no resuelve el tema de la informalidad” y que tiene “todo el aspecto de haberse juntado diez o doce abogados de empresa” para volcar sus reclamos, a lo que, según sostiene, “se le agregó el odio al modelo sindical”.
Claudio Moroni es un abogado que ha mantenido diversos cargos en la función pública; se desempeñó como ministro de Trabajo de la Nación entre 2019 y 2022. Fue administrador federal de Ingresos Públicos en 2008, administrador nacional de Seguridad Social entre 2007 y 2008, síndico general de la Nación entre 2004 y 2007. Además, fue gerente técnico de la Superintendencia de Seguros de la Nación entre 1989 y 1995, mientras que entre 1999 y 2002 fue consultor en seguros del Banco Interamericano de Desarrollo.
Estamos justo en un día en el que se acaba de presentar la llamada modernización laboral. Con tu experiencia de ministro de Trabajo, tenés credenciales para darnos una opinión mejor que la nuestra. ¿Qué opinás de ella?
Es mala la ley, no solo en función de una mirada desde los trabajadores, sino en función de los objetivos que se planteó el Gobierno con esto. A ver, recordemos: un gran planteo del Gobierno por el tema de la modernización laboral era que la informalidad estaba causada en las normas rígidas de nuestro sistema de trabajo. Normas rígidas en nuestro sistema de trabajo, tanto en derecho individual como en derecho colectivo. De ese planteo decían: “No tomamos análisis sobre el tema previsional aún, porque primero vamos a resolver la informalidad, que es mala por un montón de motivos, porque deja un montón de gente sin protección, desfinancia el sistema de seguridad social con el diseño que tenemos”. El objetivo me parece bueno, decir: “Tomemos como objetivo que tenemos que resolver la informalidad”. Me parece bueno. Ahora, esta ley no resuelve el tema de la informalidad.
Es una ley que tiene un gran bloque en materia de derechos individuales y otro bloque, digamos en términos simplificados, en materia de cuestiones colectivas, materia de sindicatos, negociación colectiva. En materia de derechos individuales, hay una disminución de derechos actuales o una posible disminución de derechos futuros en función de negociaciones que vayan surgiendo. Básicamente lo que hace es: mantiene la estructura actual del contrato de trabajo. La verdad que no hace una modificación muy importante. Excluye algunos sectores de la aplicación de esa ley, disminuye algunos beneficios y hace algo que históricamente es lo contrario que ha hecho el derecho del trabajo, que es limitar las posibilidades del acuerdo individual.
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El derecho del trabajo en el mundo supone que el trabajador está en una situación de inferioridad. Con lo cual, el que exprese su voluntad a favor de una modificación, una ampliación de la jornada no es suficiente, no es válido, porque se dice que frente a su empleador está en una situación menor y no es un acto de libertad; es un acto que, aunque manifieste su consentimiento, es un acto impuesto por su empleador. Y eso la ley trae varios de esos ejemplos, en donde privilegia la cuestión individual de aceptar, por ejemplo, este famoso banco de horas, etcétera. En materia de derechos colectivos, es un odio al modelo sindical argentino. Hay todas las normas que privilegian la aparición o el fortalecimiento de sindicatos de empresa; o sea, ir al sindicato único por empresa. Fantasía de muchos empresarios: tener su propio sindicato, manejándolo. Ataca fuertemente los sindicatos de actividad, a través de un método directo, que es limitarles el financiamiento.
Establece todo un sistema en donde los modos de financiamiento del sindicato van a desaparecer prácticamente. Privilegia los convenios de empresa, limita severamente el derecho de huelga. Prácticamente entre las definiciones de lo que es “actividades esenciales” e incorpora una categoría que se llama “actividades de importancia trascendental”… Me costó encontrar algo que no quedara adentro de alguna de esas definiciones. Les pone límites. Dice: “No podrá tener un mínimo menos de 75% de actividad en una huelga”. Bueno, 80. Prácticamente la huelga desaparece. Ahora, digamos, este es el panorama de esta ley. Ahora, veamos primero si resuelve la informalidad.
A mí me sorprende que la gente no mire los propios informes que prepara el Gobierno. O sea, cuando miramos el INDEC, el 50% de los trabajadores asalariados no registrados están en empresas de menos de cinco trabajadores. Que esas empresas tienen montones de problemas. Tienen problemas de nivel de asesoramiento, tienen problemas de financiamiento, tienen problemas impositivos, tienen problemas que a veces están en cadenas que trabajan absolutamente en negro, donde la informalidad laboral es una consecuencia de la informalidad general de la cadena en la que están insertos. O sea, hay un montón de problemas.
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Bueno, sobre eso no hay nada. La realidad es que tenemos un millón de trabajadores en empresas de menos de cinco trabajadores que son informales. El 70% de los trabajadores de ese sector empresario es informal. Si avanzamos un poquito más y llegamos a 20 trabajadores, tenemos el 90% de la informalidad. Entonces, a ver: si queremos resolver la informalidad, enfoquémonos fuertemente en el sector donde efectivamente sucede la informalidad. No rebajemos los derechos de todos los trabajadores de todas las actividades. Yo soy un firme defensor de que el derecho del trabajo tiene que ser histórico. Tiene que adecuarse a las circunstancias históricas que se están viviendo. Soy un firme defensor de que la discusión de convenios colectivos hay que habilitarla a mayores ámbitos. Por ejemplo, el famoso banco de horas, que ya sucede en varias actividades.
Si por alguna actividad es necesario tener un régimen de jornada que suponga algo parecido a eso, habilitemos al convenio colectivo a hacerlo. Y de hecho lo ha hecho. O sea, Petroleros, minería, carga y descarga: hay un montón de actividades que han ido avanzando en modelos como ese tipo, pero regulado a través de un sujeto colectivo fuerte. El sujeto colectivo fuerte garantiza que, aun cuando se abra la discusión, el trabajador va a estar representado. Si nosotros rompemos los sujetos colectivos, en realidad la negociación colectiva pasa a ser una farsa. Los ejemplos que hay mundiales de sindicatos de empresa y convenios de empresa, en su mayoría, terminan siendo decisiones unilaterales de la empresa aceptadas por el sindicato que maneja.
Cuando hablo con expertos, me encuentro con disyuntivas. Personas que me dicen: “Bueno, vamos a poner primero lo primero: si hay 50% de los trabajadores en negro es porque el 50% del empleo de la Argentina está en empresas que cobran en negro”. Para pagar en negro, primero tenés que cobrar en negro. Porque nadie pagaría en blanco con dinero negro. No podría hacerlo. Entonces, el problema central es que el 50% de nuestras empresas que contratan personal cobran en negro. ¿Cómo se soluciona, o cuál sería tu idea de cómo solucionás ese problema crucial, que parecería que no lo resolvés con una ley laboral? Lo debés resolver con una ley tributaria.
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Ahí tenemos un problema de diseño de la tributación y de administración tributaria. Yo estuve ahí. Y la verdad que recuerdo una discusión que, si estuviera ahí ahora, creo que volvería a tenerla con quien se encargaba de fiscalización. De acuerdo que un día estaba sentado leyendo en los diarios que habían detenido a un presunto narco en Rosario, monotributista que tenía 10 autos de alta gama a su nombre. Entonces yo lo agarré a quien estaba en ese momento como subdirector de fiscalización: “Decime una cosa: ¿Cómo puede ser que nosotros tenemos toda la base del Registro de Propiedad Automotor y a nadie se le ocurrió ir a ver qué pasaba con un monotributista que tenía 10 autos de alta gama a su nombre?”. Bueno, tenemos un severo problema de administración tributaria. Tenemos un sistema donde todavía hay mucha decisión de las pequeñas agencias territoriales, mucha capacidad de decisión, mucha autonomía en su toma de decisiones, etcétera.
Uno supondría que con la informática, la tecnología, hoy tendría que ser mucho más fácil poder hacer ese control de lo que era hace 10, 20, 30 años.
No tengas duda. Pero también hay otra cosa. En su momento vos tenías que, en 3000 grandes contribuyentes, entre impuestos propios y retenciones a terceros, tenías como el 70 y pico por ciento de la recaudación total. O sea, la verdad que se había armado muy buen esquema para controlar lo que estaba dentro. Ahora nos quedaba todo lo que está fuera. Entonces hay un problema de administración tributaria. Yo una de las cosas que planteo alguna vez es: “Mirá, no puede ser que en algún momento de la vida alguien que no está registrado, que tiene activos, que viaja al exterior, etcétera, no venga el organismo tributario y le pregunte: ‘Dígame, ¿usted de qué vive?’”. A lo mejor en los grandes números esa situación no termina de generar un impacto fuerte en la recaudación, pero hay que incrementar la cadena de control.
En líneas generales, un grupo de clientes repetitivos constituye el 80% de tus ventas. 80% de las exportaciones vienen del petróleo en determinados países. Ahora, el punto es que, aunque sea el 20% restante, lo que produce es un sistema de inequidad social global. Desde el punto de vista de costo-beneficio, sin ninguna duda: una administración más chica que se concentra en el 70 que paga debe ser más renta. El costo de administración por empleado, por recaudación, debe ser menor si uno lo aplica al 70%. Ahora, ¿qué pasa con ese otro 30% de los ingresos, pero que representa 50% de los empleados? O sea, 30% de los ingresos de recaudación, 50% de los empleados.
Sí, por supuesto. Es un problema de integración social. También vamos a poner una cosa a favor de estas empresas, que no es solo sistema tributario. Yo lo digo también en la nota, porque somos los campeones del ciclo corto. Entonces, la verdad que Argentina tiene ciclos de crecimiento muy breves que caen, que después caemos estrepitosamente, y lo venimos repitiendo hace muchísimo tiempo. Con lo cual, se ha formado en la cultura empresaria, que ve el fin siempre cercano. Sobre todo en esas pequeñas unidades. Con lo cual el tema de formalizarse lo ven como decir: “Pero si yo no sé cuánto va a durar esto, ¿por qué me voy a formalizar?”. Entonces, me parece que hay un gran combo que tenemos que hacer y, en definitiva, volvemos siempre a un mismo tema: hay un gran acuerdo entre todas las fuerzas políticas del sostenimiento del sistema democrático, pero no hay un acuerdo de un modelo de desarrollo inclusivo. No lo hay.
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Volviendo al punto: si para solucionar el problema del pago en negro hay que, primero lo primero, solucionar el problema del cobro en negro ¿cómo se soluciona tributariamente eso? Yo diría así: primero hay que incluir a las empresas para luego incluir a los trabajadores. O sea, creo que la falacia es: si no incluís a las empresas, no podés incluir a los trabajadores.
Primero hay que analizar las cadenas completas. En general, esas pequeñas empresitas están vinculadas a alguna cadena de comercialización o de producción en negro. Entonces hay que analizar, decir: “Bueno, mirá, tenemos mucha evasión en frigoríficos de consumo”. Bueno, analicemos la cadena completa. Porque si uno piensa en analizar pequeñas situaciones puntuales, no le resolvemos el tema a la cadena. Porque nosotros le podemos simplificar el impuesto a una empresa de cinco trabajadores, pero si quien le vende no le emite una factura ni de casualidad, no le resolvimos el problema.
Entonces, la verdad que uno lo que tiene que pensar siempre son en cadenas, porque a lo mejor el el tipo no puede, dice: "Mirá, yo me encantaría, pero mi proveedor, si yo le pido una factura, no me vende más". Entonces hay una cadena. Creo que es un tema complejo que merece una discusión tranquila. Además es un tema absolutamente federal, porque hay que armonizarlo con las administraciones tributarias locales, con la legislación tributaria local...
Nadie pudo...
No, pero por eso, para esto falta un mínimo acuerdo; no digo un gran acuerdo, pero un mínimo acuerdo.
Entré en un tema más crucial: la impotencia. La impotencia del Estado en poder resolver los problemas. La impotencia de los gobiernos de poder hacer que el Estado resuelva los problemas, que deriva en la elección de una persona como Milei. Lo que encontramos aquí es una suma de impotencias para resolver problemas que todo el mundo conoce, como por ejemplo el 50% de nuestros trabajadores en negro.¿Qué corolario te queda respecto de la impotencia? ¿Es un problema de carácter del gobernante? ¿Es un problema estructural, de carácter social nuestro?
Ojalá hubiera habido una sola causa que pudiéramos matar de un solo tiro, pero la verdad que no es así. A veces tenemos problemas, donde hay decisiones que están más afectadas por lo emocional que por lo racional. Ahora, colectivamente también tenemos un problema porque no somos una monarquía en donde tenemos un rey que reina, pero no sé si gobierna. Hemos entrado en la dinámica política en donde poco importa realmente el contenido de lo que se está discutiendo.
Muchas veces lo que estamos haciendo, que te lleva después a la impotencia a poder resolver, lo que estamos haciendo es generando consignas para aglutinar nuestra tribu. El principal objetivo de cada uno es generar consignas para nuestro titular. Yo creo que un poco la reforma laboral es esto: es “prometí la reforma laboral y hago algo en la reforma laboral”. Esta reforma tiene todo el aspecto de haberse juntado diez abogados de empresa y haber contado todos los problemas que tuvieron en tribunales y ver cómo se resolvían a través del dictado. Perdón, después tiene una cosa horrorosa que es ese fondo de asistencia laboral que, de concretarse, nuestro sistema previsional pasaría a financiar los despidos de todas las empresas de Argentina.
Cuando la verdad que nadie lo pidió eso; la tasa de despido de las empresas grandes prácticamente es inexistente. Uno cuando ve empresas importantes, desarrolladas, les cuesta tanto formar los trabajadores que los despidos prácticamente no existen, son cercanos a cero. Y ahora, de golpe, vamos a darle un sistema en donde detraen tres puntos de las contribuciones patronales para poner un fondo de asistencia para pagar los futuros despidos. Es una obra demencial. Cuesta 2.500 millones de dólares al año eso. ¿Vamos a hacer eso?
Me parece que lo que está haciendo es, no cumple con los objetivos planteados, porque no resuelve el tema de informalidad ni lo va a resolver, pero aglutina la tribu: hicimos algo para terminar con la industria del juicio, hicimos algo para terminar con el costo de los despidos, hicimos esto, lo otro. No va a ser eficaz; no importa la eficacia, sino que importa la proclamación. Es muy probable que de parte de sectores de mi ideología tengamos respuestas más o menos parecidas.
Me parece muy importante tratar de entender desde dentro del poder la impotencia. Porque creo que en realidad es lo que la sociedad percibió del sistema político y por lo cual elige a Milei. Percibió impotencia en Alberto Fernández, percibió impotencia en Macri. ¿Por qué la impotencia?
Yo primero voy a hacer un elogio de la impotencia. Primero, para saber lo que uno puede hacer, la cuestión básica es saber qué no puede hacer. La cuestión es cuando el “qué no puede hacer” lo invade completamente. Pero yo, para saber qué puedo hacer, tengo que saber lo que no puedo. ¿Por qué la impotencia? Me parece que, por las estructuras que se fueron dando en los partidos políticos, empezaron a aparecer liderazgos por fuera de las conducciones formales de gobierno, y liderazgos que no toleraban desafíos a su liderazgo. Y, creo, en el caso nuestro, muy poca importancia por el destino del gobierno. En el caso de Cristina. O sea, muy poca importancia por el destino del gobierno, como está pasando hoy en algunas otras cosas que vemos. No creo que fuera su objetivo principal. Cuando esto empieza a crujir.
Y sí, genera una situación de poca posibilidad de realización de esos actos de gobierno. El gobierno de Alberto tuvo un momento en donde pudo realizar todo lo que tenía que realizar y lo hizo bien: fue durante toda la pandemia. La realidad es que, cuando analizamos los resultados tanto en materia de salud como en materia de actividad económica, los resultados fueron excelentes. O sea, pudimos reiniciar la actividad económica rápidamente. La vacunación: estuvimos a niveles superiores a Canadá y Estados Unidos. Según las revistas más prestigiosas en materia de medicina, estuvimos entre los países con menor mortalidad. Excelente. Ahí estuvimos muy bien. Después empezamos con un desorden político importante. Pero la verdad, no tengo más ganas de hablar de la esto.
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Digo: ¿por qué pasó lo que pasó?
Esta idea de que “venimos a dar vuelta la página de la historia y venimos a fundar la nueva República” ya fue planteada varias veces. Como ya no hay más modelos hegemónicos, no hay más modelos hegemónicos, creo que vuelvo al tema que planteaba al principio. Si no tenemos algunos acuerdos básicos que cubran un sesgo ideológico bastante más amplio, no va a ser sustentable. Vamos a volver al tema de los ciclos cortos y vamos a tener nuevamente estas cosas que yo siempre digo como el “día de la marmota”. Repetimos cosas que ya se hicieron en el pasado, no funcionaron, volvemos a repetir, volvemos a fracasar y volvemos a intentar otra.
Vos decías que esta reforma laboral en realidad es un gesto.
Yo creo que es un gesto. A ver, insisto con esta figura: me parece creo que se juntaron diez o doce abogados de empresas que habrán planteado cosas razonables, habrán planteado problemas que han tenido en ciertos fallos judiciales, etcétera, etcétera, y salió esto. Y a eso se le agregó el odio al modelo sindical. O sea, a un montón de cuestiones en materia de derechos individuales se agregó el odio al modelo sindical. De esto salió esta combinación. Insisto: si con esto se pensaba resolver la informalidad, no se va a resolver.
Te llevo al tema de la impotencia. O sea, lo que está detrás, si uno va al significante final, lo que el presidente y La Libertad Avanza sienten que tienen que darle a la sociedad y que le pidieron a la sociedad es acción. No importa si luego es lo suficientemente eficaz, pero que haya acción, porque perciben que la sociedad se queja de la inacción.
Sí, pero lo que pasa es que generar la ilusión de solución de un problema que después no lo resuelve es un horror.
¿Y por qué la percepción respecto de la pandemia terminó siendo tan distinta para la sociedad que los hechos objetivos, y lo que además la sociedad misma había valorado en aquel momento cuando tenía una popularidad enorme? ¿Qué pasó?
Me parece que se juntó todo. Primero, vamos a poner los números. Entre un número importante de muertos, un número importante de gente que pasó por terapia intensiva a punto de morirse, más los familiares de toda esa gente, etcétera. La verdad que, más allá de que estuvo todo bien llevado, es muy difícil pretender que la gente tenga una imagen positiva de ese periodo. Con lo cual, me parece que lo que se entendía era tratar de olvidar y no hablar más de este tema. Después tuvimos una suerte de campaña de todo un sector ideológico que existe: en Argentina existe un antiperonismo que tomó como bandera el famoso tema de la infectadura, etcétera, etcétera. Fue una bandera muy fuerte y no hay que negarlo eso. O sea, la verdad es que se trató de cubrir con una pátina de una suerte de errores lo que estaba bien.
Por otra parte, nosotros fuimos un gobierno sin oficialismo. Con lo cual, la verdad es que solo el gobierno salía a defender la gestión de la pandemia. Yo quiero recordar que cuando nosotros teníamos que comprar vacunas, no teníamos vacuna para chicos. Y la verdad que la vacuna para chicos eran las vacunas de Pfizer y Moderna, si mal no recuerdo. Pfizer exigió una serie de condiciones, de modificaciones en la ley que se había dado originalmente, para poder venderlas. Cosa que exigieron en todo el mundo; un tema por una vacuna que no había terminado todos los trámites de autorización pero exigían determinadas condiciones. Por eso fue el proyecto de ley al Congreso. Lo rechazó nuestro bloque, diciendo: “No nos vamos a arrodillar frente a los laboratorios extranjeros”. Así que hubo que sacar un DNU para habilitar la contratación. No hubiéramos tenido vacuna para menores. No hubiéramos tenido vacuna para menores.
¿Qué visión tenés del peronismo hoy?
Endogámica. O sea, está enredado en una cuestión absolutamente endogámica. No estamos discutiendo nada para la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. Por lo menos lo que yo veo: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación pasó a ser un parrafito de un libro histórico que no genera ninguna conducta. ¿Y cómo sigue eso? No lo sé. Me gustaría que volvamos a tener discusión de contenido. O sea, la verdad que yo quiero discutir contenido, no quiero discutir más quién conduce.
RM/ff