MODO FONTEVECCHIA
LA APERTURA DE MODO FONTEVECCHIA

Massa, el príncipe fullero

La mentira es uno de los motivos principales de acusación a los dirigentes, pero también es parte de la propia ejecución del ejercicio de la política.

Sergio Massa
Sergio Massa | agencia NA

“A días de las elecciones más importantes de la historia reciente del país, nos disponemos a analizar cuál es el límite de tolerancia que tiene el votante frente a la disyuntiva de elegir un candidato con fama de mentiroso”, explicó Jorge Fontevecchia en la apertura de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1) de este miércoles 15 de noviembre de 2023.

Ayer con Augusto Reina, director de Doserre y consultor político, a propósito de la performance en el debate, nos preguntamos si la gente prefiere a un presidente que se parezca a un político tradicional con sus grados de impostación y de mentira de cualquier dirigente o si iba a elegir a alguien que sea totalmente genuino, incluso pecando de inexperto o equivocado. Si la autenticidad en el error es mejor que la falta de autenticidad en la eficacia. En ese sentido, es interesante pensar la relación que la sociedad tiene con la mentira, la verdad y la política y qué esperamos de ella. 

El concepto de “Príncipe Fullero” es una combinación del famoso libro de Nicolás Maquiavelo y el término que le puso Cristina Kirchner a Sergio Massa. El propio Maquiavelo decía que la verdad y la política tienen una relación mucho menos comprometida. Nunca sabremos si fue el autor italiano el que sugirió el distanciamiento o si, por el contrario, solo vino a confirmarle al pueblo lo que para entonces ya era un secreto a voces.

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Es interesante y hasta divertido ver cómo los políticos son quienes se reprochan unos a otros las mentiras que se dicen. Hace pocas semanas Bullrich acusó de mentiroso a Javier Milei en una entrevista televisiva y habría que preguntarse qué es lo que piensa de su honestidad ahora que lo apoya como candidato en el balotaje.

Entre Mauricio Macri y Sergio Massa las acusaciones fueron mutuas. El ex presidente pareciera guardar rencores del pasado: “Massa me mintió siempre”, mientras que el candidato contestó con una chicana: “Mentiroso le decía la mamá de Macri a él”.

Massa 2 - Macri 0

Lo cierto es que mientras la obra de Nicolás Maquiavelo fue esparciéndose por el mundo, por más que elección tras elección finjamos una indignación socialmente aceptada, nadie espera realmente que aquellos que salen a pelear por el poder digan siempre la verdad.  

Si sabemos que nos mienten, ¿por qué lo aceptamos? ¿Cuántas cantidades de mentiras estamos dispuestos a aceptar? ¿Entendemos que alguien completamente genuino sería un buen político? O por el contrario, pensamos que es necesario y hay algo intrínseco entre el poder y cierto grado de falta de la verdad.

Un testimonio que podría responder algunas de estas preguntas es el de Hugo Moyano, quien recordó una histórica frase de Menem: “Si decía lo que iba a hacer, no lo votaba nadie”. No está de más hacer una salvedad sobre esta anécdota recordar que esta frase que se le atribuye al ex presidente, en realidad se la dijo Guillermo Vilas y, según cuentan, el extrovertido mandatario no se la corrigió.

El candidato fullero

En algún sentido, quién primero premia la relación laxa entre verdad y política es Cristina Kirchner quien, en uno de los primeros actos en los que Sergio Massa se presentó como candidato, bromeó sobre la relación que tienen, le marcó que siempre le propone apuestas sobre hipotéticas situaciones y lo trató de “fullero”, pero a modo de elogio: “Está bien apostar, porque para ganar hay que apostar”.

Es interesante señalar que "fullero" tiene dos acepciones. Por un lado, la palabra define al apostador, tal como lo presentó Cristina en su discurso, pero también el concepto implica a alguien “mentiroso, de poco fiar”.

La mentira y la política

La autora Hannan Arendt asegura que "la imaginación es la base de la acción, como de la mentira”. Por su parte, el autor Lucas Marín se refirió a la relación que existe entre la mentira y la política según la propia Arendt.

Según Marín "la autora señala que los conflictos entre verdad y política se remontan a la antigua Grecia con la diferencia entre la verdad filosófica y la verdad de la polis, es decir, de la cosa pública. La verdad en filosofía es la verdad de la razón y de los argumentos. Es una verdad pura, absoluta, es la verdad del conocimiento. Mientras que la verdad de la polis es una verdad práctica, de hecho, necesariamente más contingente, atada a múltiples circunstancias". 

La verdad de la razón es independiente de la cantidad de personas que la sostengan. Si en una habitación hay 100 personas que sostienen que La Tierra es el centro de nuestra galaxia y sólo una que sostiene que en realidad es el sol, quién tiene razón es el solitario que piensa lo correcto. Un político por el contrario podría decir: "Preguntale a Galileo cuánto le valió su verdad a la hora de ir preso". 

El debate lo ganó Massa, si la elección la gana Massa

En este ejemplo se ve la diferencia entre ambos conceptos de verdad. Para el político, la verdad siempre está asociada a la cantidad de personas que la sostienen. El político no puede trabajar solo con una verdad abstracta porque el político lucha porque su verdad sea "la verdad". 

Para eso, debe ganar la mayoría social, construir una hegemonía, que sus preceptos se vuelvan realidad y que sus palabras se trasladen a los hechos

Desde este punto de vista, la verdad en política tiene una noción mucho más maleable que en las ciencias o en la filosofía. El pueblo entiende que, de alguna manera, la política como campo de acción, como disciplina específica admite esta laxitud y hasta tiene sus refranes: “Nunca le creas a un político en campaña”.  

La manipulación y el convencimiento como prácticas aceptadas

En un artículo publicado en el sitio The Conversation y titulado: “¿Por qué no nos dicen la verdad? Un recorrido histórico por la mentira en la vida política”, el profesor en Ciencias Políticas de la Universidad de Málaga, Francisco Collado, da tres grandes razones de por qué los políticos mienten.  

La primera es que existe una justificación filosófica y moral del empleo de la mentira en la política que puede variar en su justificación, pero que es continua en todas las épocas conocidas. Estas diversas justificaciones están presentes en las mentes de los gobernantes actualmente.

La segunda implica que la vida pública actualmente mantiene un grado de dramatización por parte de los políticos que actúan metafóricamente como actores en diversos escenarios, y en ese sentido existe una práctica de cierto ritualismo avalado por la omnipresencia de los medios de comunicación.

Por último, Collado afirma que la manipulación y el convencimiento, en general, es una práctica aceptada y admitida en las democracias con un alto grado de desarrollo tecnológico y a través de la implantación de las nuevas tecnologías para favorecer la decisión electoral de las personas. 

De hecho, hay empresas especializadas en ofrecer este tipo de servicios, y el propio conocimiento político, psicológico y neurológico está mostrando un interés en los últimos años por profundizar en ámbitos como la conducta humana y su respuesta ante determinados estímulos, algo que muchas veces conocemos como "fake news". 

Para Ricardo Alfonsín, "muchos más radicales van a votar a Massa" tras el debate

Tal vez, sean estas las razones de por qué los ataques de Javier Milei a Sergio Massa en el debate, tratándolo de mentiroso en constantes ocasiones, no surtieron tanto efecto

Para ser honestos, los dos saben que ambos mienten y que Massa fue quien financió parte de la campaña de Milei para dividir a Juntos por el Cambio

La mentira convencional y la mentira totalitaria 

Volviendo a Hannah Arendt, Marín diferencia dos tipos de mentiras en política que la autora logra conceptualizar: Por un lado, está la mentira convencional en política, en las que la mentira, el engaño y el ocultamiento son estrategias deliberadas para mantener el orden o sacar provecho personal. Esto es conocido en los sistemas democráticos, pero obviamente, la mayoría de las veces es repudiable. Hay que conseguir la mayoría y la mentira es una de las formas de acumular el poder para producir el cambio que el político quiere generar en la sociedad. En resumen: el fin justificando los medios.

Además, Arendt señala que está la mentira totalitaria que busca hacerse pasar por verdad. Dicho de otro modo, mientras que la mentira corriente busca su sintonía con los datos duros de la realidad, esforzándose en ser verosímil, la mentira totalitaria busca ajustar los datos a ella, o mejor, desaparecerlos. Con ese propósito, destruye expedientes, sustituye registros, elimina personas y reemplaza datos auténticos

La mentira totalitaria supone la anulación de una verdad por fuera del gobernante. En las democracias instauradas todos entendemos que el político es un poco mentiroso, pero también entendemos que hay una verdad por encima de él, a la que él en tanto funcionario intentará parecerse con mayor o menor grado de honestidad. En la mentira totalitaria, la verdad es impuesta por la violencia y la noción de verdad, independiente de que tiene el poder de encontrar prohibido todo aquello que no sea la verdad absoluta y totalitaria.

Tiene 79 años, es médico, y reclama en el subte: "Milei, no"

Dicho de una manera más sintética, mientras los dirigentes en la actualidad escriben libros contando su versión de los hechos como “Sinceramente”, de Cristina Kirchner, o “Para Qué”, de Mauricio Macri, la dictadura militar prohibía los libros.

Ante la pregunta de por qué en Lomas de Zamora gana el candidato de Martín Insaurralde luego de que se lo muestre al intendente en cruceros en el Mediterráneo y gastando dinero que no puede justificar, alguna vez escuché como justificación, y con el debido perdón de la palabra, "prefiero que me sigan cagando, a que venga alguien y me mate".

La frase puede explicar el grado de tolerancia a la mentira tiene la sociedad para poder permitirse que determinadas mentiras sean aceptadas, superadas o pasadas por alto. 

La discusión que escuchamos en el último debate nos lleva a preguntarnos sobre quién miente. Si es la mentira totalitaria de que existe una absoluta verdad, o la mentira fullera de quien todo el día está mintiendo y, al blanquearse eso, se puede reconocer un grado de honestidad en esa mentira. La decisión final la tomará la sociedad en las elecciones del próximo domingo.

ADP JL