Si la humanidad no hace nada para impedirlo, hacia el final de este siglo el aumento en el nivel del mar que provoca el cambio climático hará desaparecer a Tuvalu, una nación insular de la Polinesia, a mitad de camino entre Hawái y Australia. El año pasado lo escenificó de forma dramática el ministro de Relaciones Exteriores, Simon Kofe, al grabar su discurso para la cumbre COP26 con el agua hasta la cintura.
Mientras se preparan para lo peor, los 12 mil tuvaluanos exploran alternativas para seguir teniendo algo a lo que llamar “hogar”. Entre las más disruptivas, está llevar la isla al metaverso, la red de entornos virtuales donde las personas pueden interactuar entre sí y con objetos digitales.
“Cuando Tuvalu haya desaparecido y todo lo que tengamos sea este mundo virtual, deberíamos poder recordarlo como es”, esbozó Eselealofa Apinelu, la ex procuradora general que apoya la idea. Aunque llevar a la nube una copia de los paisajes, edificios, obras y canciones tradicionales suena como un desafío posible, “no podemos digitalizar a las personas”, razonó Apinelu. Los impulsores del proyecto todavía evalúan cómo lidiar con el factor humano en ese contexto.
Pero el “mellizo digital” de Tuvalu podría ser una clave decisiva para mantener su estatus legal, aun cuando desaparezca físicamente. Si aseguraran la propiedad de sus recursos en un entorno como blockchain -la tecnología digital que aloja a las criptomonedas- los ciudadanos estarían en una posición favorable para, por ejemplo, mantener y explotar los derechos sobre su zona marítima exclusiva, eventual fuente de supervivencia. Una solución creativa para estar listos cuando el agua llegue al cuello.
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