En el marco del apoyo financiero y político desde Estados Unidos a la Argentina, el acuerdo anunciado completa el entendimiento en el canal comercial, otorgando acceso preferencial a ciertos productos y una rebaja de aranceles en ciertos sectores. Además, fortalece la protección de la propiedad intelectual entre ambos países, promueve la facilitación de inversiones (minerales críticos) y esboza la voluntad de cooperación en el comercio digital y de transferencia de datos, entre otros.
El punto de partida encuentra a Argentina como una de las economías más cerradas del mundo: en 2024 se ubicó en el puesto 130 de 136 países, sólo por delante de países como Sudán, Etiopía o Haití. La suma de sus exportaciones e importaciones representan el 28% del PBI, frente a un promedio regional de 64%.
Para países con ingreso comparable al nuestro, el nivel de apertura ronda el 90% del PBI, lo que implicaría en Argentina exportaciones por USD 311.000 M (vs. 97.000) e importaciones por USD 260.000 M (vs. 80.000). Dado ese punto de partida, todo acuerdo que facilite nuestras exportaciones y simplifique las importaciones será un movimiento en el sentido correcto.
El acuerdo de Argentina con EEUU es más que comercial
Con motivo de analizar las condiciones preexistentes al acuerdo, se elaboró un índice de complementariedad comercial que mide las sinergias existentes entre la estructura exportadora (importadora) argentina y la importadora (exportadora) de sus socios.
Estructuras comerciales complementarias son aquellas que importan (exportan) los productos que Argentina exporta (importa) en proporciones similares, lo que implicaría un punto de partida propicio sobre el cual montar un acuerdo comercial que pueda explotar dicha interdependencia.
Un valor de 100% del índice implica complementariedad total -es decir, idéntica estructura comercial-, y 0% lo contrario. Este índice ubica a Estados Unidos (54%) en tercer lugar, sólo detrás de Alemania (59%) y España (57%), y por delante de China (48%), y los vecinos de América Latina (Colombia 37%, Brasil 36%, Paraguay 31%).

El acuerdo abre oportunidades y amenazas para los productos argentinos. En este contexto, las oportunidades vendrían por el compromiso de Estados Unidos a eliminar aranceles y barreras a ciertos recursos naturales, como también a la eliminación de aranceles a productos no patentados para el uso farmacéutico.
Por otra parte, se compromete a revisar la sección 232 de su ley comercial, que establece tarifas a productos de acero y aluminio (las más protegidas). También menciona la posibilidad de mejorar las condiciones para el comercio bilateral de carne. Este sector representa el 4% de las exportaciones argentinas y podría incrementar su peso en las importaciones americanas de concretarse el acuerdo.
Intercambio comercial: desafío
En sentido contrario, el acuerdo no está exento de sectores con desafíos, ya que establece acceso preferencial en Argentina para bienes americanos de: Productos medicinales, Químicos, Maquinaria, Tecnología, Aparatos médicos, Vehículos y productos agropecuarios. Adicionalmente, se compromete a eliminar las barreras y procesos para ciertos productos lácteos, cárnicos y avícolas. Además, Argentina se compromete a eliminar la tasa estadística para los bienes estadounidenses.
El documento también manifiesta la postura adoptada por Argentina en un aspecto no trivial. Indica que se adoptará una prohibición a la importación de bienes producidos mediante trabajo forzoso u obligatorio (“dumpling social”), aplicando la legislación laboral vigente. Sin el documento final, no está claro qué impacto tendría en la práctica, pero vale recordar que gran parte de las importaciones argentinas provienen de países con legislaciones laborales que difieren de la local (China es el 2do socio comercial, Vietnam el 7mo).
En síntesis, teniendo en cuenta este punto de partida, en principio cualquier avance hacia la apertura provee más beneficios que riesgos en términos de apertura de mercados y competencia externa.