OPINIóN
Política

Cristina "La Yegua" y Macri "El Gato": el vicio de la ridiculez y la impunidad

Los dos, enfrentados como siempre pero siempre en lo mismo, alimentan a la grieta y la despolitización. Luchan por ideas que ni ellos creen, pero lo hacen.

Cristina F y Macri 20210602
Cristina F y Macri | Cedoc Perfil

Cristina jugó, movió bien. Mauricio analiza mientras denuncia trampa. El ajedrez de la politiquería, la raíz de la grieta y la estupidez. Los dos, enfrentados como siempre pero siempre en lo mismo. Son ellos: arrogantes, inescrupulosos, alimentan a la grieta y la despolitización. Luchan por ideas que ni ellos creen, pero lo hacen. Argentina y el bovarismo, Argentina y el afán por querer serlo todo y a la vez nada.

El gatopardismo, en la política, se entiende como la consiga “cambiar todo para que nada cambie”. Lo más interesante es que se asemeja mucho a la política de Macri: Juntos por el Cambio, Cambiemos, Cambio, ¿y todo? Más de lo mismo. Acá hay que entender una cosa: Macri innovó con ser “más de lo mismo” diciendo no serlo. Su historia, a secas, es similar a la de otros políticos hasta la de quienes dicen estar a sus antípodas.

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Macri fue señalado como “El Gato” pero quizás nunca la masa logró asociarlo al gatopardismo, sino al “gato” como insulto vulgar. Por ende, Mauricio fue más asociado a <<gato>> por ser de “derecha” -si se quiere- que por su esencia. Resumiendo, Macri es gato por “ponerse la gorra”, por ajustar a los sectores más populares y por pedir cosas que en la Argentina no se pueden. En algún momento de nuestras vidas -si asociamos a ese tipo de Macri gato- se lo va a extrañar.

 

Caricatura: Cristina Fernández y Mauricio Macri.
 Cristina Fernández y Mauricio Macri. Ilustración de Guido Monteverde Rozzi / @guidomonteverde.

 

Algo similar sucede con Cristina “La Yegua. Se gestó una idea que la ex presidenta, y actual vice, tiene un resentimiento profundo en su ser. Si bien el término «yegua» tiene diversos significados -en el lunfardo argentino- sólo me quedaré con el de “mujer mala”. ¿Por qué es mala? Quizás una respuesta es: por atacar incesantemente a alguien o algo y ensañarse con un sector de la población. La Yegua cuando se excede roza el estado mental de la locura, según sus críticos. Pero haberla tildado de “loca” a Cristina fue el principal error que cometieron, ya que, no hay estudios científicos que lo avalen y, segundo, dejará de ser “loca” si sólo una de sus “locuras” se convierten en verdades. Por ejemplo, si Macri es juzgado, en las causas donde está siendo investigado, y la etiqueta oficial será “Macri corrupto”, La Yegua” tendrá razón y correremos a su falda a pedirle que mueva el tablero.

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Gran parte de la sociedad argentina espera que alguien mueva las fichas, que caiga un milagro. En Brasil, sucede lo mismo y forma parte de lo que Sérgio Buarque de Holanda definió bovarismo -rechazamos la realidad de país y nos imaginamos otra-. En Argentina, también podemos hablar de “bovarismo”. Tanto El Gato, como La Yegua, acumulan una gran imagen negativa, cercana al 60% (según esta encuesta Elecciones 2021: Alberto Fernández sube su imagen positiva y Larreta se posiciona como el líder opositor​). La única diferencia es que Macri cuenta con un 25% de imagen muy positiva frente al 30% de Cristina. Son los menos queridos, pero por los que la sociedad se saca los ojos: la grieta. Comprender la grieta es poner en la balanza a ambos y darnos cuenta que son lo mismo. Ellos alimentaron a una realidad que no existe y un mundo caótico que el resultado es el proceso de despolitización que sufren las generaciones más jóvenes.

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De ahora en más diré “macrismo” y “kirchnerismo” sólo para referirme a sus gestiones porque no son ideologías como para asignarles el -ismo. El macrismo se convirtió en un luchador por la libertad y república, cosa que no hizo en su gestión presidencial con la famosa “Mesa Judicial” que es más un hecho que un cuento. El macrismo dice que nunca fue corrupto, pero las financiaciones de sus campañas son escandalosas y como dijo Néstor Kirchner: “Mauricio es Macri”. El macrismo se trasviste en algo que nunca fue, nunca fue república, siempre se escabulló en la mediocridad. No fue democracia liberal, sólo tuvimos una gota de bovarismo que nos creíamos Suecia, pero éramos Argentina, la real, la cruda.

En efecto, el kirchnerismo también está sufriendo una transformación. Andrés Larroque, ministro de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos Aires, tiró un titular perfecto: “la cultura del plan no va más en la Argentina”. No sólo que sus dichos parecen haber salido de la boca de un “ya sabemos quién” de ultraderecha, sino que transforma una realidad.

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No existe la creación de empleos, al contrario. No es que hay “cultura del plan”, no hay cultura de trabajo, por dos cuestiones: la lejanía real que hay entre los sectores más bajos con los medios y el trabajo que es escaso, por la crisis. El “plan”, como sintetiza Larroque, es lo que logra dibujar los números de pobreza pero que no solucionan nada, ¿existe alguien en este país que gracias a la asistencia social salió de la pobreza? No. ¿Son los planes un mecanismo para esto? Tampoco, pero es la asistencia la que te permite dar un respiro mientras se busca la forma de crear empleo (por ejemplo). Por eso se le llama asistencia porque es un complemento, sino sería como algo fijo, principal. Nadie vive dignamente sólo de planes.

Entre Berni, los dichos de Larroque y la acción de otros dirigentes, el kirchnerismo se va transformando de a poco en lo que dijo nunca ser. En el mundo existen políticos de izquierda y de derecha que son dignos de ser aplaudidos, pero existen otros que convergen en una palabra: desgraciados, para no decir un insulto.

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Tanto “La Yegua” que espera a “Pepín” tras las rejas, como aparenta merecerlo, y “El Gato” que maúlla denunciando persecución política y judicial, Argentina hoy es igual que hace 20 años, o peor. Cristina hoy podría llamarse Elvira y exclamar “yo hago puchero, ella hace puchero, yo hago ravioles, ella hace ravioles”. Se viene la segunda parte del lawfare, el de Macri. Más de lo mismo, la misma historia, el mismo relato.

Nunca en Argentina se fue a la raíz de los hechos, nunca se solucionaron los problemas. Siempre parche y apariencia. Hoy “Pepín” es el Ricardo Jaime, es el que se comió los mocos y la impunidad lo llevó a hacer actos ridículos. Es el más bajo de los eslabones, es Pepín, no Pepo, ni el Tano Angelici.

Lo invito a ver la segunda parte de “Argentina: un país para y por corruptos”.