Luego de algunos días de espera, finalmente pude ver en una sala repleta de Buenos Aires, la película “Argentina, 1985”. La misma recrea el juicio a las tres primeras juntas de la última dictadura militar. La obra de Santiago Mitre centra su trama en las figuras del fiscal Julio César Strassera y su adjunto Luis Gabriel Moreno Ocampo, personificados por los actores Ricardo Darín y Peter Lanzani. Esta extraordinaria pieza cinematográfica ya obtuvo premios en el Festival de Venecia y de San Sebastián, y está nominada a los premios Oscar como mejor película extranjera.
Aquel juicio a las Juntas es considerado como un hecho histórico e inédito a nivel mundial ya que se llevó a cabo por un tribunal civil contra los mandos militares a pocos meses de la recuperación del orden democrático. El gobierno electo, habiendo asumido el 10 de diciembre de 1983, el 15 de diciembre publicó el decreto 158 que daba comienzo al proceso judicial. Ese mismo día, el recién asumido presidente democrático Raúl Ricardo Alfonsín, creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), que tuvo por finalidad investigar los hechos relacionados con la desaparición de personas ocurridas en Argentina durante la dictadura militar entre los años 1976-1982. Bajo la presidencia del escritor Ernesto Sábato, la Comisión fue integrada por más de una docena de referentes sociales, políticos, culturales y religiosos.
La CONADEP, emitió un informe conocido como “Nunca Más”. En su prólogo se puede leer lo siguiente: “Si bien tenemos que esperar de la justicia la palabra definitiva, no podemos callar ante lo que hemos oído, leído y registrado; todo lo cual va mucho más allá de lo que pueda considerarse como delictivo para alcanzar la tenebrosa categoría de los crímenes de lesa humanidad.
Con la técnica de la desaparición y sus consecuencias, todos los principios éticos que las grandes religiones y las más elevadas filosofías erigieron a lo largo de milenios de sufrimientos y calamidades fueron pisoteados y bárbaramente desconocidos”. Este histórico e imprescindible documento con los miles de testimonios recogidos, formó parte de la base probatoria a la que los fiscales tuvieron que recurrir. Esto se refleja en la película, lo mismo que la frase “Nunca Más”, que titula el libro que condensa el Informe, y quedó inmortalizada en las palabras finales del alegato del fiscal Strassera.
Lejos de considerarme un crítico cinematográfico, me resultó impactante ver como la película logra, en una tensión mantenida en más de dos horas, llevarnos a aquellos años donde muchos de nosotros vivimos ese proceso judicial con una mezcla de temor, incertidumbre y esperanza. Los ambientes de época, las actuaciones y la rigurosidad histórica son notables. Desde luego que algunos necesarios giros ficcionados permiten que la película no se transforme en un documental, pero como se dijo, sin perder el hilo de la verdad histórica que narra.
Sin embargo, en estas líneas, si quisiera mencionar un desarrollo subyacente que resulta indispensable para comprender la historia, y que por sus dimensiones y coraje marcó a fuego y para siempre el ecumenismo en Argentina. El que bien podríamos llamar “el ecumenismo de los derechos humanos”. No se desarrolla en la película “Argentina,1985”, pero si habita en la memoria de muchos de nosotros, como parte de espacios religiosos con compromiso social.
Como antecedente directo de la CONADEP, se debe mencionar el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) que tuvo sus orígenes apenas un mes antes del golpe militar, en febrero de 1976. Contó entre sus integrantes a religiosos que ya habían estado presentes en la incipiente Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) nacida en 1975, como el obispo de Neuquén, monseñor Jaime de Nevares, el obispo evangélico metodista Carlos Gattinoni , y el rabino Marshall Meyer que luego formaron parte de la CONADEP. También la integraron el obispo metodista José Míguez Bonino, el pastor Aldo Etchegoyen y el rabino Roberto Graetz.
Se incorporaron posteriormente a la CONADEP, el obispo de Quilmes monseñor Jorge Novak, y otros pastores evangélicos metodistas como Federico Pagura y Emilio Monti. Este verdadero “ecumenismo de los derechos humanos” como lo he llamado, junto al naciente movimiento de las “Madres de Plaza de Mayo” que se comenzaron a reunir en la Iglesia de San Ignacio en el centro de Buenos Aries, fueron dos bases fundamentales en la búsqueda de la verdad, la memoria y la justicia.
En una reciente publicación de «La Civiltà Cattolica» que deja testimonio de la conversación entre el Papa Francisco y los jesuitas de la región rusa, y que tuvo lugar el pasado 15 de septiembre en Nursultán, durante el viaje apostólico en Kazajistán, Se le preguntó al Papa Bergoglio: ¿Cuándo usted era provincial de Argentina le tocó vivir bajo una dictadura. ¿Cómo fue su experiencia en ese momento?.
Francisco respondió: “Los gobiernos dictatoriales son crueles. Siempre hay crueldad en la dictadura. En Argentina, tomaban presa a la gente, la metían en un avión y luego la tiraban al mar. ¡Cuántos políticos he conocido que fueron apresados y torturados! En situaciones como esta se pierden los derechos, pero también la sensibilidad humana. Lo sentí en ese momento. Cuántas veces escuché a católicos, incluso buenos católicos, decir: «¡Se lo merecían estos comunistas! ¡Se lo buscaron!». Es terrible cuando las ideas políticas superan los valores religiosos. En Argentina, fueron las madres las que crearon un movimiento para luchar contra la dictadura y buscar a sus propios hijos. Fueron las madres las que fueron valientes en Argentina”. Las líneas fundantes descritas en el primer párrafo, refleja que también por esos años terribles y tenebrosos, junto a las madres valientes, el ecumenismo y el diálogo religioso tuvieron un rol decisivo en una lucha jurídica, espiritual y humana tan asimétrica como impredecible.
Estos ministros religiosos se comprometieron con la “gran política”, la de la vida y el coraje por los derechos fundamentales del ser humano. En el capítulo octavo de Fratelli tutti que lleva como título “Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo”, Francisco deja explícito que “es verdad que los ministros religiosos no deben hacer política partidaria, propia de laicos, pero ni siquiera ellos pueden renunciar a la dimensión política de la existencia que implica una constante atención al bien común y la preocupación por el desarrollo humano integral” (FT #276). ¡De eso se trata y se trató también el compromiso religioso de aquellos años terribles de la historia argentina!.
La película “Argentina,1985” resulta imprescindible para preservar la memoria histórica de un país que supo, en el marco del estado de derecho democrático, juzgar sin venganza los responsables de las horas más oscuras de nuestra vida nacional. Pero también, y fue el interés paralelo de esta líneas, dejar constancia de cómo las semillas de un ecumenismo de los derechos humanos dejó las bases del coraje y el compromiso político religioso en todos nosotros. Todo ello en el país “del fin del mundo” de uno de sus hijos dilectos, el Papa Bergoglio, quien como bien se sabe y quedó documentado en abundancia, también tuvo un rol sumamente comprometido con la justicia y la vida en aquellos años de muerte e impunidad anómica.
*Esta columna se incluye en la contratapa de L´Osservatore Romano de esta semana.