El más celebre loco de la literatura, Don Quijote, se veía involucrado en sus ridículas “aventuras” por culpa de las ilusiones que sufría. Los errores que cometía lo hacían ver proyectado en el mundo real lo que solamente estaba en su cabeza, con creer que es real lo que no existe o, dicho a la inversa, creer que existe lo que no es real. Pero había algo en la mirada del Quijote que nos venía a mostrar que las ideas son el fundamento de la realidad en que vive cada uno, y no a la inversa. En realidad estas sirven para organizar nuestro mundo, y posicionarnos en cómo nos enfrentamos a lo que nos rodea. Pese a que el personaje de Cervantes pasó a la historia como un héroe romántico que lucha por un ideal, en realidad era un personaje humorístico que era ridiculizado en la inmortal obra.
Como sucedía en las aventuras del manchego, donde aparece el nombre de Javier Milei todo se trastorna y empieza a formar parte de su mundo. Por donde pasa llama la atención como un bufón en llamas frente al que todo se detiene: paramos el zapping al ver la tele, paramos la oreja para escucharlo en la radio, nos paramos a ver un video que nos llegue por redes sociales y si lo viéramos hablando en una esquina también pararíamos a disfrutar del colorido espectáculo. En una Argentina decadente es natural que aparezcan personajes como estos, que dicen todo lo que la gente quiere escuchar pero con una relación un poco alejada de lo real, un discurso que en teoría parece verosimil, aunque impracticable.
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Este fenómeno, deja a la vista lo irracional de algunos momentos y nos permite analizar las cualidades y evaluar la dinámica de una crisis pese a lo desconcertante que pueda ser. Lo disruptivo es aquello que sobresale y genera procesos psíquicos que los saca a la luz.
Lo disruptivo de las vivencias particulares tiene una etiqueta para la venta que es la de “las experiencias”. Así como se vende una cena en un lugar renombrado, un viaje a una destino exótico o algún deporte de riesgo, se vivencia la “experiencia Milei”.
Lo malo de estas experiencias es lo efímeras que son. Porque como algo exótico e inexplorado duran solamente una vez y más allá de que deja de ser algo desconocido, a menudo es algo que se presenta como para hacer pero no para repetir.
La experiencia Milei nos puede llevar a conocerla, quererla, comprarla pero finalmente no querer repetir o devolverla al poco tiempo de haberla adquirido. Que deje de ser una experiencia y pase a ser un bien de consumo habitual depende de muchos factores, entre otros, de que pueda adaptarse a la vida cotidiana de las personas.
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Milei, que hace un tiempo incide en la vida pública, tiene como mentor un empresario que se dedica a los aeropuertos y al que, según cuentan, le causa mucha gracia cómo se instaló su figura y su discurso y que ve con ambición cómo crece día a día.
Muchos pronostican un cómodo tercer lugar de Milei o hasta aventuran un resultado que lo acerque al balotaje, y tendrían razón si las elecciones fueran en 90 días, pero como esto no sucederá, es probable que veamos cómo ira acomodándose a los nuevos escenarios. Disfrutemos el crecimiento del Milei presidente si las elecciones fueran en 90 días. Pero como no pareciera que fueran a adelantarse las elecciones, es muy probable que de acá a que se realicen los comicios, su imagen vaya cayendo a un nivel medio.
Como un maratonista que empezó a correr apenas dieron la largada, Milei empezó mucho antes que a todos su campaña y entonces es imposible que pueda permanecer en igualdad de condiciones para competir por la presidencia. Además de que las legislativas como las que ubicaron a Milei en el lugar de centralidad que tiene hoy, siempre están más abiertas a que la gente de espacio a figuras nuevas y a que los votantes busquen quién los represente con la voz de la disconformidad pero que difícilmente les daría con tanta facilidad la responsabilidad de manejar a un país.
No tardará además en cometer una sumatoria de errores que empañen su imagen. Por ejemplo, lo vimos en la Feria del Libro exaltado y perdiendo la compostura como si fuera un mono saltando mientras trataba de atraer la atención. Sin embargo, convengamos que el hambre, la miseria, la inflación, la seguridad necesitan mucho más que la
disrupción de un personaje saltando y brincando. La gente, pese a su enojo, sabe que necesitamos en una medida un grupo de gente con equipo multidisciplinarios y con la vocación de gobernar ya no con impulsos, sino con hechos. ¿Podrá ser Milei ese hombre?