OPINIóN
Análisis

El Retorno de los Brujos

Cansa un poco: autocracia, populismo, república, democracia… ¿qué es lo que hay detrás de toda esa conversación de élites politizadas? Por lo pronto, no estamos frente a ninguna novedad.

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brujo | enriquelopezgarre / Pixabay

Cansa un poco: autocracia, populismo, república, democracia… ¿qué es lo que hay detrás de toda esa conversación de élites politizadas? Por lo pronto, no estamos frente a ninguna novedad.

Estudiando a Roma uno se encuentra con las mismas cosas. Pero el siglo XX nos puso esos conceptos delante de nuestra nariz de modo dramático, cuando se movilizaron las máquinas de los totalitarismos nazi, fascista y comunista y con ello murieron muchos, pero muchos millones de personas, hijos, padres, hermanos, parejas, amigos.

¿Queremos volver a eso? Louis Pauwels y Jacques Bergier en los 70 decían que los brujos querían regresar.

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Comunismo o libertad

Sucede que cada uno de nosotros, permanentemente, debe optar por cooperar con otros o confrontar con otros. En la organización que nos damos como comunidad o como sociedad, sucede lo mismo: debemos optar por el orden de la confrontación o por el orden de la cooperación.

Los totalitarios más clásicos, como los del nazismo –que no hay que tener la liviandad de comparar con lo que pasa en la Argentina–, le dieron una vuelta de rosca a su opción por el orden de la confrontación. Amantes de su propia libertad, de hacer su propio deseo, su arbitrio, de ejercer su arbitrariedad, decidieron anular la libertad de los demás.

Para lograr ese efecto formidable, vieron que debían apropiarse de algo que fuera de todos. ¿Qué es de todos? Nuestro pueblo (considerado por ellos como raza) y nuestra patria.

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Los totalitarios se apropiaron de la defensa de esas cosas a las que todos pertenecemos y con ese solo truco, lograron que sus adversarios, convertidos ahora en enemigos a destruir, se transformaran en enemigos de la patria y del pueblo, de lo nacional y popular. Los alemanes no hitleristas se convirtieron así en los enemigos de Alemania y del pueblo alemán y entonces les quedaba la opción de emigrar o morir. Los judíos alemanes y luego polacos o de otros lados (el enemigo elegido de lo que los nazis llamaban raza), a la cabeza.

De ese apropiarse de algo que es de todos, viene el totalitarismo. El totalitarismo no se basa en lo racional, sino en la emoción irracional que nos provocan los colectivos a los que pertenecemos: nuestra patria, nuestro pueblo, nuestra sociedad.

Los líderes totalitarios quieren cumplir su deseo, su arbitrio. Y los deseos a ser cumplidos son hechos presentes. Los totalitarios privilegian por lo tanto su interés presente y no el futuro.

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La definición de populismo (otra vez los dueños del pueblo), es entregar el futuro para tener ventajas políticas en el presente, gastarse todo ahora y después, que sea lo que Dios quiera.

La alternativa al orden de la confrontación amigo-enemigo, es el orden de la cooperación. Sólo se coopera con aquel en quien se confía. El orden de la cooperación se basa en la confianza. Las reglas aceptadas para convivir en paz, es decir, las instituciones, tienen por finalidad construir confianza.

Las reglas logran que ciertos comportamientos se vuelvan regulares (valga la redundancia) y que por lo tanto se puedan hacer cálculos, que es lo que genera confianza y cooperación. El orden de la cooperación se basa en el respeto del otro (no se puede cooperar si no), que es la base de la tolerancia.

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La pregunta central de la política sobre cómo se distribuye la autoridad, en el orden de la cooperación se responde delegándola en instituciones que tienen parte de la autoridad y controlan a quienes tienen las otras partes (lo que se llama el sistema republicano de división de poderes). Es lo que sucedía en Roma con los tribunos, los pretores y el Senado y con los dioses.

El orden de la cooperación se basa en respetar las creencias de cada uno y en la libertad de expresión; el de la confrontación, en la imposición, en prohibiciones y permisos, arbitrarios.

Siempre hay reglas. En el orden de la confrontación, el arbitrio, el decisionismo del Führer, que no se puede calcular y eso paraliza a los subordinados. En el orden de la cooperación, los efectos de las reglas y la libertad personal, potencian la interacción, la creatividad, la inversión, la generación de trabajo.

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De todos los sistemas políticos, Churchill decía que el menos malo era la democracia republicana, porque demuestra lo que se puede lograr cooperando en libertad, desde el respeto de la dignidad de todos. Por eso es mejor que los brujos esotéricos totalitarios no retornen y que los demás tomemos conciencia de la responsabilidad de llegar a acuerdos para afianzar y no destruir las instituciones que nos dan progreso y paz.

 

* Federico Pinedo. Presidente Provisional del Senado (2015-2019) (PRO).