OPINIóN
Columna de la USAL

Innovar es la inminencia de Argentina

La formación de profesionales aptos frente a las nuevas exigencias y las urgencias del mundo requiere de la proactividad de la educación superior.

Educación
Educación universitaria. | Escola Espai / Pixabay.

La innovación se encuentra en su fase emergente y con transformaciones a escala mundial. En el Global Innovation Index (GII), el nivel de innovación evaluado en 129 países revela que más allá de los avances mensurables, todavía nos queda trabajo por delante. Suiza encabeza el ranking (67,24%), seguido de Suecia (63,65%) y Estados Unidos (61,73); en el otro polo, están las economías de escasos ingresos como Nigeria (18,13%), Burundí (17,65%) y, en el puesto más bajo, Yemen (14,49%). ¿Y Argentina? Ocupamos el escalón 73 (31,95%), esto significa que habitamos entre las posiciones menos favorables del ranking. Pero no debemos preocuparnos, solamente accionar.

Eventos como el Foro “El futuro del emprendimiento científico-tecnológico” realizado por los Ministerios de Producción y Trabajo; Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID); el festival Innova para alumnos y docentes de escuelas estatales de la Ciudad de Buenos Aires; o la red de universidades de gestión pública y privada que promueve el gobierno de La Nación, demuestran que la innovación forma parte de la agenda de los argentinos. Innovar es una acción que aplica a todos los campos disciplinarios. Más allá del factor tecnológico, su posibilidad recae en el knowhow.

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El capital humano es el elemento principal en la fórmula de la innovación. Toda incubación demanda ideas. ¿Quiénes las proveen? Los seres humanos. Por eso, necesitamos capacitarnos, disminuir las cegueras cognitivas, dar lugar a la información pertinente e incrementar el trabajo interdisciplinario. Sin hechos concretos en la materia, resulta imposible ascender en el ranking. La formación de profesionales aptos frente a las nuevas exigencias del mercado global y las urgencias del mundo requiere de la proactividad del sector de la educación superior.

Las universidades son fundamentales para reconfigurar nuestro orden socioeconómico. En la actualidad, el core de su labor es la implementación de la innovación de manera transversal a la currícula.¿Cómo se cultiva el espíritu emprendedor que la cosechará? Un ejemplo son las Jornadas de Innovación que en la Universidad del Salvador hemos organizado con la Embajada de Hungría a fines de septiembre, donde expusieron los referentes de 7 empresas húngaras destacadas por sus soluciones tecnológicas en distintos rubros. En el Día del Inventor tras 120 años del nacimiento de László József Biró, inventor húngaro del bolígrafo, la USAL recibió a su hija Mariana Biró que preside la Fundación Biró. La finalidad fue abordar la innovación como una alternativa tangible de desarrollo profesional para los alumnos y graduados. Otro mecanismo es mediante las actividades de extensión a la comunidad general. Tal es el caso de las participaciones de las facultades de Ciencias Económicas y Empresariales e Ingeniería en Makers In BA y Potenciate Tecnológico, en el rol de mentores de los emprendedores.

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La educación tiene que orientarse a formar en saberes y “saber hacer”, los cuales incentiven a los jóvenes a encontrar su “querer hacer”. Ese puente lo construimos desde las universidades con el propósito de dotarlos de conocimiento, competencias y, en especial, valores. Brindar soluciones innovadoras a las necesidades de la sociedad es desarrollo humano, pero el desarrollo humano es primero formar a “ser personas” respetuosas de la dignidad y la diversidad, vivir en sintonía con el entorno. La innovación no es una moda de este milenio, sino un asunto de actualidad permanente. Es una inminencia para crecer económicamente, hacerlo en condiciones sostenibles con proyección al largo plazo, ser resilientes y asumir una misión: innovarnos como seres humanos.