El estreno de J’accuse -la película del director Roman Polansky que aborda el conocido caso del capitán del Ejército francés Alfred Dreyfus que fue condenado injustamente por traición a la Patria en 1895-, dispara varias reflexiones.
Junto con aquellas que sostienen que el caso resultó emblemático para comprender la crisis de valores por las que transitaba una institución tan tradicional como el Ejército francés, este famoso affaire –y la impecable mirada que el film hace de él- dicen mucho acerca del significado que siempre ha traído aparejada una “decisión editorial”. No se hace referencia aquí a la figura de un editor determinado o al accionar de una empresa editorial en particular. Más bien, a las implicancias del acto mismo de editar.
Si se recuerda que en su origen etimológico la palabra “editor” remite a la voz latina edere, pues entonces de lo que se trata es de comprender en qué medida editar alude, en el sentido más amplio del término, a todas aquellas decisiones que implican volver algo público. En definitiva, de lo que estamos hablando es de una decisión que implica producir una determinada –pero sobre todo deliberada- intervención en la esfera pública.
No fue entonces sino una acción propiamente “editorial” “la publicación en el diario La Aurora del hoy famoso manifiesto “Yo acuso…” en el que confluyeron la conducta ejemplar de un militar con la firme determinación de un grupo de políticos, la valentía de un intelectual como Emile Zola y la acción decidida del propietario de un diario-, lo que terminó cambiando la suerte desdichada de un hombre sino, de modo mucho más trascendente, generando una renovación en los modos de pensar de una sociedad. O más bien que otro modo de ver las cosas resulta indispensable o, más aún, que detrás de un modo pretendidamente único y predominante de ver las cosas, puede llegar a ocultarse la verdad.
En efecto, fue gracias a esta intervención “editorial” (es bueno recordar que toda decisión editorial implica, siempre, una decisión política) que la revisión de la condena a Dreyfus fue posible, lo que dio lugar a un nuevo juicio, a una reducción del castigo original en esa nueva instancia, a la declaración de inocencia de Dreyfus y, finalmente, al acceso a la verdad.
Pero hay algo mucho más significativo para decir en torno a las implicancias “editoriales” que esta película, por suerte, vuelve a traernos en estos días: se trata del hecho de que esa decisión de “volver público” el documento, que terminó probando la inocencia del condenado, se hizo contra una sociedad que se manifestaba mayoritariamente hegemonizada por valores como el tradicionalismo, el clericalismo y, finalmente, el antisemitismo. Como suele ocurrir toda vez que las opiniones mayoritarias tienen pretensión de pensamiento único, no había lugar para la tolerancia de ninguna otra o, en el mejor de los casos, de que otra diferente fuera posible. En ese sentido, vale la pena rescatar de este tipo de intervenciones -más allá de la indispensable valentía de que suelen ser portadoras- es que fueron tomadas a sabiendas de que irían, claramente, a contracorriente del pensamiento predominante en la opinión pública de una época. El escritor Emile Zolá pagó un alto precio por ello en su momento, pero la historia recupera hoy el significado enorme de esa decisión como motora de un cambio en las conciencias.
Sigue pendiente una genealogía de todas aquellas decisiones “editoriales” –más o menos exitosas en sus efectos de cambio- que se tomaron “en contra” de un “público” pretendidamente único, pero que terminaron echado luz sobre una parte de él, o bien iluminando la existencia de otros, muchas veces oscurecidos por las sombra de aquel “único”.
Como en tantas otras oportunidades, el arte en general y el cine en particular, nos vienen a advertir que hay cosas que no estamos viendo. Revisando aquellas cosas que la sociedad francesa del siglo XIX en el caso Dreyfus no pudo ver, el film de Polansky nos ayude tal vez a echar algo de luz sobre las que no podemos ver, en los días que corren, en la nuestra.
*Sociólogo especializado en temas culturales. Docente y editor.
Producción: Silvina Márquez.