“Si se deja de lado la retórica formal, Perón pareció haber concebido el movimiento ideal en términos de estado semiformal, casi coloidal [sistema heterogéneo y disperso], capaz de desafiar constantemente la estabilidad argentina. Más allá de la parafernalia de términos de organización que pueden encontrarse en documentos de ese tiempo, la idea que el propio Perón parece haber tenido de las formas de lucha de su movimiento se presenta como una curiosa suerte de semianarquía (…) Una suerte de federación desarticulada, caótica y ecléctica de grupos leales a Perón.”
Así explica el historiador Daniel James en su aclamada obra “Resistencia e Integración” la actitud de Perón en el exilio respecto a Augusto Vandor, quién lo desafiaba para sucederlo como líder del movimiento.
Cristina Kirchner mandó un mensaje al corazón del PJ y dejó al peronismo en shock
¿Por qué la sucesión dependía únicamente de Juan Perón? Porque como lo explica Tulio Halperín Donghi en “Argentina en el callejón” el grueso de los votantes encontraban en él y sólo en él la garantía de que los derechos sociales se mantendrían en pie. El personalismo en el peronismo es fundante y no sólo porque lo promovía el joven coronel. Veamos un ejemplo: en diciembre de 1945, con Perón ya fuera del gobierno, nadie le agradecería la creación del aguinaldo al presidente Edelmiro Farrell, aún cuando fue él quien lo decretó como obligatorio, ni tampoco a la CGT, que por décadas había conseguido poco y nada en comparación con los derechos otorgados por el ex secretario de trabajo Juan Perón. La lectura de la sociedad fue que quien se jugó el pellejo por los cambios fue Perón, no otro.
Entonces, la fidelidad de los peronistas es directamente proporcional a la efectividad de la audacia del conductor: así fue como Carlos Menem se tiró a la pileta con las reformas de mercado en 1989, Néstor Kirchner avanzó con el juicio a la Corte Suprema ni bien asumió y Cristina Kirchner batalló por la estatización de las AFJP. En los tres casos el resultado era incierto, en los tres casos salieron airosos y en los tres casos consolidaron la lealtad de las bases.
El personalismo extremo en un movimiento reformista o revolucionario no se dio sólo en la Argentina, pero el caso argentino sí es particular porque el líder bloqueó cualquier posibilidad de sucesión.
Cárdenas y Vargas
En el México de 1940, el presidente Lázaro Cárdenas, creador de lo que luego sería el PRI, podía ir a la reelección, pero decidió no hacerlo e institucionalizar una sucesión que se sostiene hasta hoy: el presidente mexicano sería amo y señor por seis años, después, un muerto en vida. El actual mandatario Andrés López Obrador intentó desafiar ese destino y no le fue bien: en dos años será un muerto en vida.
En el Brasil de 1945, Getulio Vargas fue obligado por los conservadores y por Estados Unidos a retirarse a su finca. Allá ganó Braden. En 1954, en su último mandato, al ser nuevamente acorralado por la derecha, Vargas decide que no irá ni a la cárcel ni al exilio. Se suicida. De la peor manera, consiguió pasar la posta a varios presidentes varguistas hasta el golpe militar de 1964.
En el caso de Juan Perón, el ultrapersonalismo fue coronado al estampar en el artículo 78 de la Constitución de 1949 la reelección indefinida, es decir, un liderazgo sin final.
Perón tuvo dos oportunidades más para generar una sucesión y las esquivó. Cuando fue proscripto para las elecciones de marzo de 1973 por el dictador Agustín Lanusse, designó a un candidato al que rápidamente humillaría para forzar su caída, Héctor Cámpora. Cuando tuvo que elegir compañero de fórmula para las siguientes elecciones de septiembre de 1973, no postuló ni a Ítalo Luder ni a Lorenzo Miguel ni a ningún otro dirigente con espalda política, sino que designó a su inexperimentada esposa.
Después de mí, el diluvio.
Menem y Kirchner
El más asertivo de los presidentes peronistas al momento de expresar sus ambiciones de reelección indefinida y de que nunca haya sucesor fue Carlos Menem. Entregó la autonomía de la Capital Federal, el Consejo de la Magistratura, el tercer senador, el Colegio Electoral y el ballotage para conseguir la reelección consecutiva. Además, logró que no se impidiese volver con mandato de por medio, en su caso, volver en 2003.
Pero Carlos Menem sí fue sucedido en la conducción del movimiento por Néstor Kirchner. ¿Cómo se consiguió eso?
Se consiguió con Eduardo Duhalde maniobrando con todas las armas del estado nacional y del estado bonaerense, además de la imprescindible ayuda del Poder Judicial que no sólo prohibió que haya internas en el PJ -que indudablemente ganaría Menem- sino que también impidió que el Partido Justicialista presente candidato en 2003.
Néstor y Cristina Kirchner aprendieron del error de Menem y nunca permitieron otra conducción del peronismo de la provincia de Buenos Aires que no fuese propia.
Duhalde remata el "Menemóvil" con el que el PJ ganó en 1995 (y perdió en el '99)
Cristina
“No es que los peronistas seamos muy buenos, sino que los que vinieron después fueron peores”. Esa frase de Perón es fundamental para comprender la supervivencia del peronismo. “Los que vinieron después” o lo que el PJ tiene enfrente es la aplicación entusiasta (PRO, Javier Milei) o culposa (UCR) de un programa de racionalización de la economía argentina, o, en otras palabras, la aplicación del ajuste estructural -no el coyuntural o inflacionario como el de la actual gestión-. A ese plan se lo intenta vender como “de desarrollo”, pero no lo es y lo que implica es claro: que sobrevivan únicamente los sectores superavitarios en dólares, que en Argentina son sólo dos.
Un peronista no busca aplicar un plan económico determinado como los liberales del PRO o como los libertarios. Un peronista busca ganar y después reelegir sin parar. Ese es su plan. Pero para ganar, no puede racionalizar del todo la economía nacional, porque el nivel de artificialidad de esta economía, comparada con las de la región, es bastante mayor. Millones de votantes serían lanzados a la indigencia en meses.
Por eso hay una peronista enfrente de ese programa de racionalización o ajuste estructural: Cristina Kirchner. Ella conquistó la fidelidad del grueso de los electores del PJ al precio fue romper la macroeconomía, que llevó de superávits gemelos a déficits gemelos, y aplica al pie de la letra la receta de Perón: discurso ambiguo, lleno de parafernalia.
Cristina quiere lo mismo que quería Carlos Menem, pero, al ser mujer y no macho alfa, reconoce sus momentos de vulnerabilidad y la importancia de proceder con sutileza. Chocó de frente en las PASO de 2013 con su intento de tercer mandato y desde aquella derrota deja correr nombres que no van a ningún lado: antes Amado Boudou o Jorge Capitanich, ahora Wado de Pedro. En los próximos meses intentará hacernos creer que designa sucesor a quien le cerró la posibilidad del tercer mandato en esas PASO de 2013.
Así es como el Partido Justicialista se dirige hacia a la que, probablemente, será su peor elección presidencial en la historia.
Conclusión
Pitágoras aseguró que “el principio es más de la mitad del todo”. En los orígenes del peronismo y por la voluntad de su fundador, se bloquearon todas las posibilidades de sucesión. En esa característica que se sostiene hasta nuestros días debemos buscar el núcleo y la clave de su creciente debilidad.