OPINIóN
Lenguajes

Siglas y acrónimos o cómo andar por la vida con nombres abreviados

Lo que comenzó como una lista mnemotécnica termina en un libro sobre el origen y la historia de la infinidad de combinaciones de letras casi imposibles de recordar todos los días, a menos que sean temibles (DGI) o amigables (SUBE). Por qué dice el autor que los “retroacrónimos” muestran nuestro ingenio cotidiano.

Siglas y acrónimos 09122025
Siglas y acrónimos | Gentileza Gerardo Gallardo

En nuestro día a día convivimos con siglas que aparecen con soltura en cualquier conversación, sin preavisos ni ceremonias especiales. Pocas veces nos detenemos a pensar en ese lenguaje comprimido que va marcando el pulso de una Argentina contemporánea, al igual que el de otros países.

Hace más de diez años, motivado por la curiosidad y una memoria que no siempre colaboraba, empecé a anotar estas combinaciones de letras, sílabas o preposiciones que circulaban a mi alrededor y qué era los que significaban. Lo que había comenzado como un simple listado fue revelando, poco a poco, que detrás de cada abreviatura existe una historia, un entramado cultural que llamaba a ser transitado.

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A menudo, si preguntáramos en la calle qué es exactamente un acrónimo, surgiría cierto desconcierto. Es habitual confundir una sigla con un acrónimo, o desconocer que algunas palabras corrientes nacieron como iniciales o combinaciones de sílabas. Las siglas funcionan como etiquetas de lectura veloz: DGI, AUH, FMI, FIAT, RENAPER. Varios de estos términos se han vuelto tan habituales que los usamos casi sin reparar en su significado original. Me atrae ver cómo la lengua, en su afán de sintetizar, logre que extensas frases queden reducidas a series brevísimas de letras o palabras.

Los acrónimos, esas siglas que pueden decirse como una palabra, presentan una peculiaridad atractiva. AFA (por Asociación del Fútbol Argentino) ejemplifica lo que denomino “acrónimo simple”, por la pura unión de iniciales. RENAPER, en cambio, surge de la mixtura de sílabas que dan como resultado una palabra con vida propia, nacida de otras anteriores (Registro Nacional de las Personas) formando parte de los que llamo “acrónimos complejos”.

Así, surgen términos que no solo ahorran espacio, sino que instauran códigos compartidos, aunque muchas veces el entendimiento se escape para quienes no conocen la trama de origen.

Hay un ingenio de los creadores de retroacrónimos para trabajar con la ductilidad del idioma en pos de una efectiva comunicación"

Con respecto a los retroacrónimos, el público en general suele ignorar su existencia y lo que ellos representan. Aquí, a la inversa de lo que ocurre con los acrónimos, se trata de un palabra ya existente, pero que luego se le da un significado a cada letra que se asocia en su sentido con la cosa representada por el retroacrónimo: por ejemplo ARCA, que esla palabra existente pero que representa a la Administración de Recaudación y Control Aduanero; o SUBE, en donde el verbo subyacente “Subir” se resignifica en Sistema Único de Boleto Electrónico.

Estas creaciones muestran el ingenio de los creadores de retroacrónimos para trabajar con la ductilidad del idioma en pos de una efectiva comunicación.

Descifrar estos mecanismos no es solo una satisfacción intelectual, sino una forma de comprender mejor los lazos que nos unen, la manera en que una comunidad decide representarse y nombrar su propia realidad. “Cuando salgas de la DGI, te tomás el 135. Te bajás en Banco Nación. Enfrente está la sucursal de Entel y, a la vuelta, la oficina de Segba, pegadita a la YPF”, podría ser un ejemplo de ese mapa invisible de términos que alguna vez fueron comunes y que, con el tiempo, caen en desuso y mutan hacia otros nuevos.

La investigación detrás de mi libro Siglas, acrónimos y retroacrónimos. Un estudio de los lenguajes abreviados como formas de la comunicación” fue más que un ejercicio de archivo, un viaje por la vida social, tecnológica e institucional del país. A medida que registraba nuevas siglas, surgían preguntas sobre su origen, sus usos y el destino que tienen cuando ya no resultan útiles o ceden paso a otras expresiones. En ese trayecto, pude armar un glosario que, lejos de ser sólo una guía, narra un recorrido vital y cultural para cada vocablo.

Siento que invitar a lectores de todas las edades a descubrir cómo nacen y se imponen estos lenguajes abreviados, es una invitación a repensar la comunicación cotidiana e institucional.

Entender las siglas, los acrónimos y los retroacrónimos es asomarse al modo en que la lengua, silenciosamente, modela los vínculos de una sociedad que nunca deja de reinventarse.

*Abogado, escritor y autor de “Siglas Acrónimos y Retroacrónimos. Un estudio de los lenguajes abreviados como formas de la comunicación”