La continua hiper-exposición a la que nos somete el nuevo paradigma de la comunicación social, ha generado una especie de fobia al fracaso. Existe un profundo miedo al desacierto, que inhibe tanto a personas como empresas de proponer ideas, embarcarse en nuevos proyectos, explorar terrenos o mercados desconocidos y perseguir metas ambiciosas.
La Universidad de Harvard dirige The Success-Failure Project, un espacio para el análisis del éxito y el fracaso. Allí, la profesora de negocios Abigail Lipson alerta que el fracaso tiene la capacidad de capturar por completo la atención (propia y de otros), sin permitirnos enfocarla en nada más, menos aún en el aprendizaje producto del mismo.
Henry Ford describía el fracaso como la oportunidad de comenzar de nuevo, pero con mayor inteligencia y preparación. Detrás de esta afirmación se esconde una valiosa fortaleza de carácter llamada resiliencia, que hoy también se conoce como falling-up o la capacidad de crecer al caer. Alcanzar la resiliencia es posible, tanto para las personas como para las empresas, siempre y cuando seamos capaces de:
-Asumir que la vía al éxito no es única, directa ni inmediata. El camino tiene paradas, ofrece rutas alternas y un posee un ritmo orgánico propio.
-Capitalizar el aprendizaje producto de cada fracaso, en beneficio propio, de otros y de la organización como un todo.
-Mantener presente que el costo del miedo a fracasar es la paralización, lo que irónicamente conduce, tarde o temprano, al fracaso. El riesgo es el primer paso al éxito.
¿Cómo se aplican estos principios al negocio?
Surgen cada vez más metodologías de ensayo y error para abrir paso a la innovación de forma productiva en las empresas. Tal es el caso del modelo del Producto Mínimamente Viable (MVP), propuesto por Eric Ries y complementado por Roman Pichler con su versión del Producto Mínimamente Mercadeable (MMP).
Son propuestas que permiten probar versiones básicas de nuevos productos, documentar la experiencia, aprender de ella y avanzar, con un riesgo reducido, a un costo controlado y en menor tiempo.
Como he explicado en decenas de seminarios en empresas, es pertinente hablar sobre nuestros fracasos. Estamos siempre prestos a compartir y difundir logros y premios, pero pocas veces exponemos nuestros tropiezos; sea para apoyarnos en la experiencia de quien ya ha superado escollos similares o para compartir el aprendizaje que el fracaso nos ha obsequiado.
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