PERIODISMO PURO
Entrevista

Gianni Vattimo: "La razón está vinculada al cálculo; la inteligencia implica empatía"

Pesimista sobre la política mundial, el avance del virus y el avance hacia una sociedad cada vez más controlada, quien teorizó con mayor profundidad sobre los ecos de las ideas de Nietzsche y Heidegger en el mundo contemporáneo reivindica el “hagan lío” de Francisco como una forma de rebeldía posible. Ex diputado europeo, se define como “comunista hermenéutico”: una postura distante tanto del estalinismo como del gobierno chino. Uno de los intelectuales esenciales de nuestro tiempo se autodefine como pesimista, aun desde antes de la pandemia.

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Gianni Vattimo. | JUAN OBREGÓN

—En las últimas entrevistas, aun las que concedió en 2019, usted se mostraba pesimista. Dijo ese año: “Espero morir antes de que reviente todo”. ¿Tenía alguna intuición sobre la distopía que se acercaba?

—Era pesimista antes, en realidad. Pero, con relación a la pregunta, sigo teniendo el sueño de no morirme primero. No deseo morir antes de que acabe el mundo. La situación ya era compleja. No solo en lo vinculado a lo económico. Había muchas otras cosas. La realidad es que no creo que en progreso. Tendemos hacia una sociedad controlada, hiperorganizada en cuanto a las relaciones de poder, y dominada por unos pocos. No me gusta pensar así, me desagrada. Quizá soy pesimista también porque soy viejo. Quizá los jóvenes encuentren la manera de luchar para un mundo mejor para ellos mismos. Pero en esta situación, y aun previamente, sí soy pesimista.

—¿Hay un pesimismo vinculado a la vejez? ¿El paso del tiempo, de la propia vida, empuja hacia el pesimismo?

—No creo que se produzca eso, no es necesariamente así. Para explicarlo, le diría que soy pesimista porque muchos aspectos del mundo contemporáneo me parecen difíciles de aceptar. Pero admito que este pesimismo se acrecienta cuando uno va envejeciendo, cuando el espejo le devuelve esa imagen. Ahí es donde también uno espera que las nuevas generaciones sean diferentes. Pero no necesariamente la vejez implica pesimismo. En esta situación, ser viejo es particularmente difícil.

“En los últimos años aprendimos que se van muriendo muchos dogmatismos vinculados a la religión.”

—El “Nietzsche” de Martin Heidegger, libro que a usted lo marcó, comienza con una cita de “El Anticristo”. Es la siguiente: “¡Casi dos milenios y ni un solo nuevo dios!”. ¿El coronavirus puede abrir una nueva forma de religiosidad? ¿Son nuevos ritos la distancia social y el uso de tapabocas?

—Aquello que decía Friedrich Nietzsche sobre un nuevo dios, según mi opinión, fue parte del Nietzsche que discutía con la filosofía precedente, del Nietzsche del nihilismo. Es un juicio que tiene que ver con lo que sucedía en su tiempo. En cuanto a la pandemia, es cierto que puede representar en algún sentido una oportunidad. La generación de una necesidad de renovación. Efectivamente, sabemos que nos estamos enfrentando a un límite. Hay turbulencia social, porque hay gente que no soporta el aislamiento ni la disciplina. Si se piensa en esto en comparación con otras regiones del mundo, como por ejemplo África, donde faltan vacunas, entre otras cosas, hay una situación con mucho de apocalíptico. Y eso es también de alguna manera verdadero. El tema de cómo plantear alternativas resulta de alguna manera un nuevo desafío de los tiempos actuales. Desgraciadamente, sentimos que aún queda mucho por hacer.

—Usted dijo que “con el aumento del control colectivo se pone de manifiesto la necesidad de otro tipo de organización social diferente en términos de ayuda recíproca y amor fraterno”. ¿La idea de “control colectivo” puede vincularse a lo expresado por Giorgio Agamben y Slavoj Žižek? 

—Comprendo que estamos frente a un problema que es particularmente grave. Pero hay cierta forma colectiva de control que es benigna en este momento. Creo que hay que volver a una expresión social utilizada por el papa Francisco, que es “hagan lío”, la búsqueda de un cierto desorden que sea estimulante. En esta situación uno no tiene un proyecto estable de activismo político. Casi no existen maneras de oponerse a ese control. Quizá la manera más concreta es a través de ese hacer lío, allí estaríamos poniéndole algún límite al control colectivo, aunque sea difuso.

—¿Qué reflexión le merece el aumento de la desigualdad que se produjo en 2020 y que los megamillonarios del mundo hayan aumentado su fortuna más que ningún otro año el año pasado?

—Es una demostración del capitalismo extremo. Un sistema que se desarrolló en un orden económico mundial que aumenta la riqueza de unos pocos y aumenta la pobreza de muchas personas. Karl Marx pensó que estas condiciones son las que podrían generar un movimiento revolucionario, una situación previa a la transformación. Pero la experiencia histórica demuestra que eso no fue lo que pasó. Aquí hay un punto para reflexionar sobre las subjetividades colectivas. Pensar por qué el elástico de la desigualdad puede estirarse sin romperse. Y esto es algo para pensar, en lo que hay poco para decir, aunque es difícil de comprender. Se puede remediar con una sociedad con una nueva mirada sobre lo religioso, sobre las religiones. No solo se trata de mirar lo que propone el cristianismo, sino muchas religiones del mundo. Es un punto en el que marcó su posición el Papa, que ha llamado a darle un nuevo lugar desde el cristianismo a lo religioso. No se trata únicamente de la muerte de cierta forma de religiosidad. Es algo muy distinto a abrazar la religión en un sentido clásico. Como dije en alguna otra entrevista: solo Dios nos puede salvar, llegado este punto.

Gianni Vattimo, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
DESIGUALDAD. “Karl Marx pensó que condiciones como la actual son las que podrían generar un movimiento revolucionario, una situación previa a la transformación. Pero la experiencia histórica demuestra que eso no fue lo que pasó. En este punto, solo Dios puede salvarnos, cierta religiosidad”. (Foto: Juan Obregón)

—Usted dijo el año pasado que “lo único que me interesaría ahora sería escribir un libro sobre el cristianismo posmetafísico, pero es más complicado de lo que pensaba”. ¿Cómo sería ese cristianismo posmetafísico?

—Por ejemplo, lo posmetafísico alude a que no sea un cristianismo basado sobre estructuras necesarias. Por ejemplo, cuando se habla de moral, normalmente el cristianismo alude a una moral natural. De esta manera, el ser humano no podría elegir ser homosexual. Porque efectivamente existen muchos mandatos y todo un discurso alrededor. Pero existe la posibilidad de enfrentarse a la propia muerte porque se sufre demasiado. Y esto va más allá de cualquier ley natural. Hay una mirada sobre la vida a la que puede arribarse en un cierto punto, sin pensar, por decirlo de alguna manera, en lo que sucederá en un futuro próximo. El cristianismo posmetafísico se puede definir como una religión, un cristianismo que se funda sobre la palabra, que es respetuoso de lo dicho en el Nuevo Testamento y no impone un límite vinculado a estructuras metafísicas. Y aquí cae un obstáculo del cristianismo. Romper con cuestiones como que, por ejemplo, los homosexuales no puedan comulgar. ¿Por qué no pueden hacerlo? Por una suerte de mandato natural. Porque hay una prescripción sobre diversas cuestiones. El discurso del cristianismo posmetafísico rompe el aspecto dogmático y se establece sobre el principio de la caridad con relación a la verdad. No se trata de estructuras fijas. Se trata de pensar que existe la caridad, que es lo que cuenta como la base de una moral. La caridad es lo que cuenta en el vínculo con los otros. Más que una moral absoluta, es del amor por el prójimo, el respeto por el que está próximo. Estos son momentos en los que se produce un incidente particular. Y aquí crece la figura de Francisco. Porque en mi opinión, el Papa fundamentalmente piensa así. Creo que hay alguna semejanza con su pensamiento.

“Ante el control colectivo actual, hay que volver al ‘hagan lío’ que pidió el papa Francisco .”

—Usted dijo: “Morir me sabe mal por el gato (que vemos que lo acompaña aun en el momento de hacer este reportaje), y por algún amigo. Pero no tengo una gran imagen de la muerte”. ¿Sigue vigente aquella idea de que filosofar es “prepararse para la muerte”?

—Es una idea que abreva en la antigüedad más antigua de la filosofía. Creo que prepararse para la muerte, por ejemplo en el caso de Martín Heidegger, pensar en la muerte, significa asumir la propia historicidad tal como es. Pensar anticipadamente la propia muerte no significa una invitación a suicidarse, para nada. De lo que se trata es de observar la propia vida en relación con la historicidad. La apertura para comprender el hoy, de acuerdo con la idea de que hay que vivirlo pensando en la finitud. Vivir cada día en función de esta comprensión y comprender cada momento en el sentido de una continuidad. Establecer una comprensión de aquello para, a su vez, relacionarlo con el resto de las ideas.

— Martín Heidegger también habló mucho sobre la muerte. Usted dijo que “hablaba de ello pensando en no morir… Todo su discurso se resume en la idea de que debemos asumir responsablemente nuestro lugar en la historia”. ¿Cuál sería la principal responsabilidad de un pensador en el siglo XXI?

—La gran responsabilidad del siglo XXI es comprender precisamente qué significa pensar en este momento, en este siglo. Nos impone una defensa de la idea de un humanismo, defender la relación humana directa, percibir la emoción con relación al prójimo. No se trata de participar de una escuela, sino de una defensa del humanismo, de una cultura. En mi opinión, esta es una de las responsabilidades que tenemos. No perder de vista. Tener una mirada no solo en torno a la muerte. Comprender la vida como valor, como proximidad. La responsabilidad es con lo humano.

—Heidegger se pregunta en la introducción del mencionado libro sobre Nietzsche lo siguiente: “¿Pero entonces Nietzsche no es tan moderno como parece por el ruido que lo rodea? ¿Entonces Nietzsche no es tan revolucionario como él mismo hace ademán de serlo?”. ¿Cómo contesta a esa pregunta?

—El mismo Friedrich Nietzsche hablaba de la destrucción de todos los valores. Seguramente no pensaba en algunas de todas estas cuestiones. De todos modos, había una reflexión sobre aquello que se había heredado, sobre el pensamiento anterior. Desde ese punto de vista, seguramente tenía una relación con el pasado. Y desde esa relación, el pasado podía repensarse desde esa mirada. Quizá no fuera tan revolucionario, sí. Pero planteó una manera de comprender novedosa.

— En una entrevista para “La Vanguardia”, usted dijo que ponderaba un comunismo débil, no dogmático. “Sin esencias ni absolutos que realizar a toda costa. Se trata solo de un ideal de sociedad equitativa, una sociedad que debilite progresivamente la violencia como dialéctica”. Y mencionó como ejemplos “el Brasil de Lula, la Bolivia de Morales o la Argentina de Kirchner”. ¿Qué le enseñó el populismo latinoamericano a la izquierda del resto del mundo, y en especial a la europea?

—Para mí, la salvación de la izquierda viene del sur. Se trata de un modelo de conquistas sociales que pueden ser imitadas. Incluso, es algo que puede suceder también en la posmodernidad aquello que enseñan los pueblos latinos. Se dice que el socialismo latinoamericano no funcionó, ¿pero funcionan los Estados Unidos? ¿Cuánta responsabilidad tiene lo externo en lo fallido de los socialismos latinoamericanos? De alguna manera, me considero menos comunista en el sentido soviético. Pero sí hablo de un progreso económico y científico en un contexto controlado y dentro de la democracia. El comunismo soviético fue muy dogmático. Fue creado por Vladimir Lenin, pero sobre todo por Josif Stalin, pensado en un contexto bélico. Fue un comunismo de guerra, era un comunismo de violencia. El comunismo hermenéutico es un comunismo que abandona el dogma hegeliano sobre la necesidad. Lo que busca es una sociedad que podría encuadrarse dentro de lo que llamaríamos un comunismo cristiano, más allá de mi origen. El comunismo latinoamericano estuvo condicionado por muchísimos factores. Hugo Chávez contó con el petróleo, mientras que otros países no lo tuvieron. Hubo condiciones internacionales que llevaron a esta situación económica difícil y complicada, especialmente en Venezuela y quizá también en Argentina. Una situación diferente era la de Argentina en el momento en que era un poderoso exportador de carne, especialmente en los momentos posteriores a la guerra. Pero tanto uno como otros sufrieron condicionamientos internacionales que presionaron sobre el socialismo latinoamericano como para pensar que falló en su desarrollo histórico.

—Se habla mucho del fracaso del socialismo real, de la ex Unión Soviética y la China de Mao Zedong. Usted dijo acerca del comunismo hermenéutico: “Creo que a futuro es el único programa político posible, porque el desarrollo tecnológico y científico no está dirigido por la voluntad popular y democrática”. ¿La irrupción del significante “comunismo” en el pensamiento de los últimos años puede ser una manera de buscar nuevas respuestas?

—Es lo que espero. Pero si observa el mundo actual, durante la pandemia, la globalización, la interdependencia. Todo esto puede sobrevivir. Pero a través de una manera de comprensión comunista, de una existencia vital comunista. Si no es el modelo de libre mercado o el modelo de crecimiento indefinido el que nos va a salvar, es un modelo de tipo socialista en el que se limitan las pretensiones de algunos en favor del conjunto, de todos. Cómo sucederá, no puedo afirmarlo. Pero tengo esperanzas de que realmente suceda.

“La gran responsabilidad de los pensadores del siglo XXI es repensar qué significa lo humano.”

—En el libro “De Heidegger a Marx” escribió que “Carl Schmitt entendió ‘el liberalismo como un sistema metafísico consistente y omnicomprensivo’, y Heidegger lo vio como otro producto, junto con el fascismo, el capitalismo y el comunismo, de la metafísica subjetivista”. ¿Hay una ontología liberal y otra comunista?

—La ontología liberal es aquella que se funda a partir de Adam Smith. Se funda en una búsqueda de un equilibrio. Esto funcionó históricamente, sobre la base de que algunos descendían. La ontología liberal es la del libre mercado y la competencia. Yo no creo en eso. Mi idea es que una cierta forma de comunismo es una opción.

—¿Hay un corrimiento mundial hacia el centro? La socialdemocracia se transforma en tercera vía, el liberalismo en neoliberalismo y el comunismo, en comunismo hermenéutico. ¿La idea de revolución se hace más débil y austera?

—Habría que pensar si esto ocurre automáticamente o deviene de una decisión. El comunismo herméutico no es el fruto de una secularización de un sistema político. Lo mismo se puede pensar con relación a cómo el liberalismo deviene más liberal. Hay cuestiones que ya no explican cómo se maneja la historia, como la lucha de clases, por ejemplo. La situación actual del mundo puede caracterizarse como un aumento del dominio del hombre sobre el hombre, que puede ser contrarrestado por una cierta forma de comunismo, como forma de resistencia popular a ese tipo de dominio. Tengo una cierta esperanza en que existe una cierta forma de resistencia de las clases trabajadoras.

“No parece posible una revolución a nivel mundial. Nos dirigimos cada vez hacia una sociedad hiperorganizada.”

—Usted escribió que “La promesa comunista de una sociedad ‘sin clases’ ha de interpretarse como ‘sin dominio’, es decir, una vez más, sin la imposición de una verdad única y una ortodoxia obligatoria”. ¿Ese comunismo hermenéutico deseable en la realidad no tiene un cierto parecido con la política de los países nórdicos?

—No conozco demasiado sobre lo que sucede en los países nórdicos. Tanto en España como en Italia, en los países del sur, existe una cierta mitología acerca de cómo se vive en los países nórdicos, como si fueran un ejemplo. No estoy seguro de que sea del todo así. Me parece mucho, en algún sentido. Cada país tiene su particularidad. Por ejemplo, en la cuestión de las vacunas. Aún no me vacuné; estoy esperando mi turno. Y es un tema en el que, al analizarlo, aparecen los niveles de igualdad y desigualdad que pueden encontrarse en el mundo.

—¿Qué reflexión le merece que países como Canadá compraron vacunas en una cantidad que es cinco veces su población y muchos países africanos tienen muy pocas dosis? Lo mismo sucede con usted, que aún no fue vacunado porque no alcanzan las dosis para todos en Europa.

—Es el mercado. Por ejemplo, ¿por qué las licencias de las vacunas no fueron liberadas? Siguen en manos de las empresas farmacéuticas. Se podrían haber liberado, pero las farmacéuticas hicieron lo posible para que no fuera así. Procedieron igual en todos los países: en India, en África. En muchas naciones. 

Gianni Vattimo, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
CONFLICTO. “Sabemos que nos estamos enfrentando a un límite. Hay turbulencia social, porque hay gente que no soporta el aislamiento ni la disciplina”. (Foto: Juan Obregón)

—Usted escribió que “Paul Krugman criticó la creencia de los economistas en una verdad absoluta, es responsable de la crisis actual del capitalismo, es decir, la creencia de los economistas en un ámbito en el que ‘todo el mundo es racional y los mercados trabajan perfectamente’”. ¿Es una ingenuidad del capitalismo creer que la economía es una ciencia exacta?

—No es una ciencia exacta. Busca establecer un orden de argumentación para explicar el mundo. Por supuesto que los economistas pueden hacer mucho. Sobre todo para comprender las contradicciones que produce el capitalismo, como para racionalizar la explicación del sistema. Pero no creo de ninguna manera que la economía sea una ciencia exacta. Se necesita una fundamentación histórica, aun cuando se esté de un lado o de otro.

“Se dice que el socialismo latinoamericano no funcionó, pero hubo mucha presión externa.”

—En “Alrededores del ser”, escribió: “Debemos recordar aquí un verso de Hölderlin que Heidegger a menudo cita: ‘Donde crece el peligro, crece también la salvación’. ¿La posición de Heidegger ante la cuestión de la ética y el nihilismo explica sus posturas políticas e ideológicas? ¿Es posible pensar en la salvación en tiempos de coronavirus?

—El verso de Friedrich Hölderlin citado por Heidegger expresa que hay una esperanza cuando irrumpe una nueva dialéctica. Quizás allí esté la clave de nuestra esperanza.

—En el texto del mismo libro que se refiere a la hermenéutica de la indignación, usted escribe: “La idea misma de la revolución en un país ‘occidental’, es decir, en uno de nuestros países industrializados –precisamente aquellos que conocen la actual crisis económica– se ha vuelto impensable: imagínense a los franceses del siglo XVIII que ¡mataron a su rey! si lo hicieran hoy: la OTAN, la Unión Europea, la ONU, el Fondo Monetario Internacional se precipitarían a restaurar el orden (o, como en Libia, a proteger con las bombas a los ciudadanos contra la violencia)”. ¿Qué diferencia al capitalismo del siglo XXI del París del “18 Brumario de Luis Bonaparte”, el célebre texto de Karl Marx?

—Efectivamente, hoy una revolución a nivel mundial no parece posible. Puede haber revoluciones parciales en algunos lugares, como los procesos que describíamos en ciertas regiones de Latinoamérica. Pero en cuanto aumenta más la integración internacional y se consolida cierta forma del poder, es menos imaginable una revolución internacional. Por eso, encuentro que existe una esperanza en aquel “hacer lío”. No es crear un desorden absoluto de manera tal que sea imposible vivir, pero sí mantener una situación efervescente, una situación de manifestar el descontento general, de continua expresión de los sectores populares. Me parece que no es imposible. Hay un elemento interesante en la diversidad de las organizaciones de base. Hoy, en plena situación de la pandemia, son las pequeñas revueltas las que pueden funcionar como una forma de protesta válida. Tengo una esperanza en este sentido.

“Hay que volver a una religión basada en la caridad y el amor al prójimo y no en mandatos morales preestablecidos.”

—En “Alrededores del ser”, uno de los artículos recoge la idea de Martha Nussbaum sobre el vínculo entre amor y justicia. Nussbaum es deudora de las ideas liberales de John Rawls sobre el tema. ¿El liberalismo de Rawls pierde de vista los aspectos “demasiado humanos” en su racionalismo extremo?

—Me parece que Nussbaum tiene razón en aquello de que una sociedad justa no puede sostenerse en el sentimiento. Si no, nadie tendrá la sensación de vivir en una sociedad justa. El amor no puede ser objeto de las leyes. Se necesita de una serie de estructuras acompañantes, que harán posibles las relaciones humanas directas, personales. 

—A la luz de las enseñanzas de Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger, ¿qué diferencia hay entre racionalidad e inteligencia?

—Como dice la misma palabra, la racionalidad está vinculada a la ratio, la medida, la proporción. La inteligencia, en cambio, es una forma de empatía. Luego, cabe decir que es posible razonar con inteligencia. Un hombre inteligente actúa con racionalidad.

—Uno de los textos de su libro se llama “¿Qué (diablos) es la Ilustración?” ¿Hay algo diabólico en las políticas liberales? ¿Es diabólica la razón? ¿Se puede creer más en la existencia del diablo que en la de Dios?

—Alguien dijo que el mundo lo creó el diablo; que la tarea de Dios es la de limitar el daño. Sumado todo eso, en este mundo, el mundo del capitalismo, el mundo de la racionalidad, en su propia mecánica, tiene un poco de diabólico. La inteligencia es en algún sentido la participación de Dios en todo el proceso. Porque, finalmente, es mejor amar que hacer el mal. En definitiva, siempre es mejor ser amado que odiado. Tampoco podría funcionar la sociedad si solo se valiese de la racionalidad pura o del mero cálculo. Se recurre a la justicia como algo excepcional. Pero en realidad no sea ama por justicia, sino por amor. La justicia es lo que en algún sentido engloba, aprieta. Creo que aquí también aquella distinción entre inteligencia y racionalidad aparece en un sentido que es profundo.

“El comunismo hermenéutico no es dogmático ni se parece en nada al estalinismo de la Unión Soviética.”

—Otra expresión suya fue: “Yo digo siempre que, si no fuera cristiano, no sería comunista. Si no fuera homosexual, no sería cristiano”. ¿Cómo vivió las últimas declaraciones de Francisco en relación con la unión civil de las personas homosexuales?

—Creo que no se le puede pedir demasiado al Papa. Francisco se refirió a la homosexualidad cuando en un viaje se le preguntó si dos personas, uno hombre y otro hombre, una mujer y otra mujer, son amantes, cuál sería su opinión. Y la respuesta fue que Dios era quien podría juzgarlos. No él. No Francisco. No era él. No creo que el Papa esté en condiciones de producir un escándalo en la Iglesia. Se puede ser homosexual, pero lo realmente importante es que dos personas se amen. Cuando el Papa escribió la declaración de Abu Dhabi, dijo que no se necesita que la gente se convierta. No hay que convertirla, sino llevarla al espíritu de la religión. Lo que dijo el Papa hay que comprenderlo dentro de la historia de la Iglesia. Y desde allí, su perspectiva, abrió nuevas alternativas. Propone miradas nuevas, que tienen que ver con los que estuvieron precedentemente y, a partir de allí, entender lo que él propone.

—También afirmó que es “determinante para liberar a la Iglesia de dogmatismos, una moral obsoleta y preceptos rígidos sobre la mujer, la familia y el sexo”. Y agregó que “la Iglesia siempre ha sido amiga de los gobiernos”, es reaccionaria por naturaleza y responde a los poderes fácticos, “a pesar de que Francisco parece determinado a no respetarlos”. Se dice que el Papa es progresista en lo social y conservador en lo moral, ¿se pueden conciliar ambos niveles?

—No sé si realmente es tan conservador en lo social. No estoy seguro. Es cierto que hay un mensaje sobre no destruir la familia. En cuanto a las personas homosexuales, el mensaje tiene de buscar vínculos más responsables. Luego, creo que muchos dogmatismos se van muriendo. El cristianismo tiene una historia detrás. Y lo que estamos percibiendo es una secularización de la fe. Y por ejemplo, que la idea de la caridad, del amor al prójimo, es un concepto que va creciendo. El Papa ya no habla tanto del infierno. Y hay cuestiones que tienen que ver con los cambios, especialmente con la idea de sexualidad y de familia. La familia es una idea importante. También las personas homosexuales la desean. También es esencial que comprendamos que es un proceso que aún se está dando, que está sucediendo. 

“No fui vacunado aún; estoy esperando que llegue mi turno.”

—Usted escribió: “El reproche más frecuente que se le dirige al papa Francisco desde la derecha y los conservadores, incluso dentro de la Iglesia, es que es comunista. Hay que tomárselo en serio, los conservadores son, por lo general, muy realistas, perciben con exactitud todo aquello que pone en peligro su poder”. Y agregó: “Si hoy pensamos en la posibilidad de una Internacional Comunista, la única dirección en la que podemos mirar es hacia la Iglesia Católica del papa Francisco”. ¿Quiénes serían los afiliados y adherentes de esa Internacional Comunista? ¿Quiénes serían los cuadros y sus adherentes?

—No lo sé. La prédica de Francisco claramente es de este género. El Papa seguramente es un comunista de otra manera, de ninguna manera es un estalinista. Pero sin dudas la ética cristiana tiene mucho de esto. La idea de comunidad nos hace pensar en un carácter comunista. También su idea sobre el rol del trabajo en lo humano plantea una perspectiva sobre lo que es el capitalismo.

—¿Cuál es su mirada sobre la evolución del Partido Comunista Chino? ¿Hay algún punto en común entre la política de Xi Jinping y sus ideas? ¿Y entre Xi Jinping y Karl Marx? ¿El capitalismo chino está en las antípodas del comunismo hermenéutico?

—Hay elementos regionales en el comunismo chino que están directamente entroncados con las tradiciones locales. Es real que el comunismo chino no me gusta, porque es realmente autoritario. Así como el socialismo latinoamericano tiene una inserción en una historia, unas tradiciones, el comunismo chino se explica por su pasado. De todos modos, hay algunos aspectos que no conozco en profundidad sobre el comunismo de aquel país. Y además, hay cosas que no sabemos sobre algunos elementos de su funcionamiento interior. Está claro que también hay una posición de confrontar contra el autoritarismo que acompaño.

—¿Qué pensó ante las recientes declaraciones del economista francés Guy Sorman sobre los sucesos que involucran a Michel Foucault en Túnez en la Pascua de 1969? Sorman comparó el comportamiento del filósofo con las acciones de artistas como el pintor Paul Gauguin en la Polinesia. Foucault, como otros intelectuales franceses, apoyó plenamente el sexo libre entre niños y adultos en una declaración pública en los años 70.

—No tengo opinión formada. Lo ignoro completamente. Usted es la primera persona que me habla sobre aquello, sobre lo que hizo Michel Foucault en Túnez. Es un tema sobre el que realmente no sé nada.

 

Producción: Pablo Helman, Debora Waizbrot y Adriana Lobalzo.