PERIODISMO PURO
Reportaje

Eduardo Valdés reveló por qué a Néstor Kirchner no le gustaba Bergoglio

Entrevistado por Jorge Fontevecchia, el exembajador en el Vaticano habló de la relación entre el kirchnerismo y la Santa Sede.

Eduardo Valdés, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
Eduardo Valdés, en la entrevista con Jorge Fontevecchia. | Juan Obregón

El exembajador argentino ante la Santa Sede Eduardo Valdés brindó una entrevista a Jorge Fontevecchia en el ciclo Periodismo Puro en el que se refirió a la relación del kirchnerismo con Jorge Bergoglio y el Vaticano. En ese tramo de la entrevista, reveló que el ex presidente Néstor Kirchner tenía un trama infantil con los curas 

—¿Cuándo conociste a Jorge Bergoglio? ¿Cómo fue la relación antes de que sea el papa?

—Lo conocí en el año 98, cuando Alicia Oliveira, mi amiga y compañera, era Defensora del Pueblo, y me cuenta que Menem estaba haciendo un proyecto para comprar las tierras de los actuales poseedores de la Villa 31, para algo que se llamaba Proyecto Retiro. Consistía en extender Puerto Madero hasta Salguero y Figueroa Alcorta. Lo que molestaba ahí era la Villa 31. Y había pobladores de la villa que estaban dispuestos a vender, porque Menem a su vez les había dado la titularidad de las tierras, en otra política de principios de los noventa. Pero también había gente que decía que no quería vender por dos pesos, que no podrían resolver el valor de sus viviendas. Nosotros nos formamos en la concepción del padre Carlos Mugica, que es que la Villa 31 nos interpela a todos los vecinos de la Ciudad a decir que no se puede vivir de esta manera, que tenemos que integrar ese barrio y hacer un barrio digno.

—Algo que está haciendo Horacio Rodríguez Larreta.

—No lo seguí con detalle, pero me han dicho que sí lo está haciendo.

—Ahí conociste al Papa.

—Ese lugar me interpelaba. Pero, ¿cómo hacíamos nosotros para impedir que eso sucediera? En ese momento es que la fui a ver a Alicia, que era Defensora del Pueblo, y ella me contestó: “Vamos a ver a Bergoglio”. Bergoglio acababa de asumir como arzobispo de Buenos Aires, todavía no era cardenal. Acababa de morir Antonio Quarracino, yo no lo conocía. Y me sorprendió, porque fuimos con Alicia y nos escuchó. Mientras hablábamos, discó un teléfono. Cuando lo atendieron dijo: “Hola, Marta. Le habla el padre Jorge”, como se refiere a sí mismo, y le planteó lo siguiente: “Querría ver si usted puede hablar con sus hermanos para ver si podemos trasladar los restos del padre Carlos de la Recoleta hacia el barrio de la Villa 31, porque quiero construir ahí el santuario del Padre Mugica”. Marta le contestó que lo consultaría con sus hermanos, muy emocionada por la decisión. Después agregó: “Si trasladamos los restos del padre Carlos y hacemos el santuario, creamos jurisdicción eclesiástica”. Me gustó ese hombre, su capacidad de decisión. Después lo voy a ver en el año 2000, con el Jubileo, que es cada 25 años. Había una buena noticia: el papa Juan Pablo II había recibido una propuesta de Bono, el cantante de U2, en la que le decía que aprovechando el año jubilar el papa podría pedirle a Michel Camdessus, el director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, que condonara la deuda de los países más pobres del planeta. Eran cinco países, entre los cuales estaba Bolivia, y lo logró. Bono convenció al papa, el papa lo mandó a un cardenal que era el presidente de la Comisión de Justicia y Paz, Roger Etchegaray, y se concretó. Vi eso y angustiado me pregunté si Bergoglio le plantearía a Bono que le pidiera al papa la globalización de las relaciones laborales. Que el papa le plantara a la OIT que se hiciera un convenio a nivel mundial para que haya un salario mínimo y universal, único, y que nadie pueda violar derechos mínimos laborales. Que las empresas no produzcan en los países que violen esos derechos laborales. Veía que en mi país se planteaba la flexibilización laboral, a partir de una fuerte inversión de capital. Temía que se perdiera dignidad. A él le gustó la idea, me escuchó. A los días, me llamó y me dijo: “El sábado tenés que estar en Roma, que te va a recibir monseñor Roger Etchegaray”. A lo que le contesté que quién era yo para ir a plantear esto a Roma. Y me contestó: “Vos vas a hablar con ellos. Y si ellos están de acuerdo, te van a llevar a hablarlo con el papa”. Y fue así. Viajé con Irma Roy, Bergoglio quería mucho a Irma, que acababa de ser electa diputada de la Ciudad. Me dijo que era una mujer santa que abría caminos. Y fuimos, lo conseguimos. El papa, Juan Pablo II, convocó al director ejecutivo de la OIT, que era un chileno, Juan Somavía, y se empezó eso. Pero los convenios tienen que ser aprobados por los países, y China y la India no estuvieron de acuerdo con seguir ese pacto. Pero no bajo la guardia. Estoy convencido de que hay que seguir con eso.

—¿Cómo  fue tu vínculo con Bergoglio cuando saliste de la Cancillería?

—No me gustaban algunos ataques que le hacían, le iba a mostrar mi solidaridad. Yo fui muy amigo de Alicia Oliveira, que murió. Con ella íbamos mucho a visitarlo. También él era un cura callejero; también él venía a vernos.

—Inicialmente el kirchnerismo tuvo muy mala relación con Bergoglio.

—Claro.

Dicen que Néstor cuando era chico fue pupilo de un colegio de curas, y lo maltrataron mucho, que le pegaban. Esto me lo contó un amigo de él. Cada vez que veía a un cura se ponía en guardia

—En esa época, Jorge Bergoglio era muy crítico del kirchnerismo y recomendaba a los obispos leer PERFIL. ¿Y vos te solidarizabas cada vez que el kirchnerismo lo criticaba?

—Lo iba a ver a él. Nunca me gustó lo que pasaba, traté de ver cómo se podían resolver los problemas. No fomento las peleas. Bergoglio además es muy agradecido. En un homenaje a los padres Palotinos, invitado por Oscar Parrilli, compartió una ceremonia con Néstor Kirchner.

—¿Por qué a Néstor Kirchner no le gustaba Bergoglio?

—Dicen que Néstor cuando era chico fue pupilo de un colegio de curas, y lo maltrataron mucho, que le pegaban. Esto me lo contó un amigo de él. Cada vez que veía a un cura se ponía en guardia.

—¿Un acto reflejo frente a trauma infantil?

—Sufrió mucho y quizás no le tuvo la paciencia que sí tenía con un dirigente político. Por eso digo que la política también es un vínculo personal, de tipos con tipos. Más adelante, cuando es elegido papa, lo único que hice fue mandarle un mail a un asesor de Cristina con un único pedido: dáselo en mano a ella. Increíblemente, fue un chico musulmán el que llevó el mensaje. Me preguntó de qué se trata. Fue algo del Espíritu Santo. Esa palomita funcionó. Como funcionó para Bergoglio ser papa, funcionó también para que Cristina y él pudieran andar mejor. Ahí le sugerí a Cristina que me parecía que se iban a disfrutar él y ella. Le planteé todo lo que a mí me parecía que él era. Le sugerí que invitara a Alicia Oliveira al viaje de entronización del Papa.

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—¿Cristina no tenía la fobia de Néstor hacia los curas?

—No, para nada.

—Los problemas de Bergoglio fueron personales con Néstor Kirchner más que con el kirchnerismo.

—Pasan cosas simpáticas, que sirven para ver cómo los curas tantean a las personas. El Papa contó un día que Florencia iba al colegio La Salle, el secundario, en Olivos. Y en una ocasión recibía la confirmación, y en el curso para esta correspondía que los padres fueran a dos clases. Y los curas chusmas se lo contaron a Bergoglio. Hicieron una apuesta entre el resto de los padres de los chicos de que Cristina y Néstor no iban a ir. Pero Cristina fue la primera en llegar a las dos reuniones. Eso lo contó Bergoglio. Que le dijo a Cristina: “Usted me hizo perder una apuesta”. Con Alberto Fernández pasa algo parecido. En Roma, hace años, el Papa  me dice: “Alberto Fernández me caía bien, ¿sabe por qué? Porque a mí me contaban los curitas que él llevaba a su hijo todos los días al colegio”.

Lea la entrevista completa a Eduardo Valdés haciendo click en este enlace.

B.D.N.