Si durante años se especuló sobre cuál era el rol que Máximo Kirchner tenía en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, el 10 de diciembre empezó a correr el tiempo para que el hijo de los dos ex presidentes empezara a mostrar su rol como dirigente por fuera de la estructura de poder y de los márgenes de contención de La Cámpora.
Desde principios de febrero Máximo empezó a mostrarse activo en sus funciones. En el tercer piso del Congreso recibe a miembros del bloque de Diputados, como Teresa García, Héctor Recalde, Juliana Di Tullio y Carlos Kunkel; mantiene reuniones con dirigentes como Fernando Espinoza y el senador Juan Manuel Abal Medina; y conversa con los intendentes más leales al kirchnerismo, como Juan Patricio Mussi y Jorge Ferraresi. Se mueve siempre acompañado por dirigentes cercanos, como Andrés Larroque y Wado de Pedro. Hay días en los que en el Congreso está desde las 8 hasta las 22.
El hijo de la ex presidenta reparte su tiempo entre Buenos Aires y Río Gallegos, donde vive con su esposa, Rocío García, y su hijo, Néstor Iván. García es ministra de Salud del gobierno de Alicia Kirchner. La familia vive en la casa –ahora ampliada, tras la compra de un terreno lindero– que ocuparon los Kirchner hasta que Néstor fue electo gobernador. Allí, Máximo atiende cuestiones familiares y de negocios. Cristina sigue de cerca la causa Hotesur, en la que Máximo es investigado por lavado de dinero.
Después de la muerte de Kirchner, Máximo se convirtió en protagonista absoluto de la mesa chica de Cristina. Sin embargo, en el último tiempo buscó también ser articulador del peronismo, donde La Cámpora hoy es minoría. En ese rol, negoció con José Luis Gioja su permanencia dentro del FpV la noche anterior al quiebre del bloque a cambio del apoyo a su candidatura como presidente del PJ.
Al día siguiente, Máximo hasta hizo una especie de autocrítica durante la reunión de bloque, algo novedoso para varios de los dirigentes que se quejan de que La Cámpora “no reconoce errores”. Pero en el peronismo tradicional todavía apuntan contra su dirigencia por la derrota electoral.
Pese a que las escasas intervenciones mediáticas tuvieron buenas repercusiones internas, la organización dosifica el contacto de Máximo con la prensa. El diputado esquiva las conferencias del bloque y prefiere dejar las declaraciones en otros dirigentes.
En 2014, cuando tuvo su bautismo dando un discurso en el estadio de Argentinos Juniors, muchos recordaron a Kirchner en su forma de hablar. Como él, a quien Cristina le reprochaba el uso de mocasines y sacos cruzados, Máximo también recibe cargadas por la repetición incesante de jeans gastados, camisas a cuadros y una campera negra con los que pasea por los pasillos de Diputados.