POLITICA
CANASTA ALIMENTARIA

Historias: trucos para comer cuatro veces al día

Aunque las cifras oficiales muestran que una familia tipo necesitó en GBA casi 192 mil pesos mensuales para no ser pobre, las mediciones provinciales hablan de más dinero para poder desayunar, almorzar, merendar y cenar. Además, un relevamiento que realizó PERFIL en Chaco, Mendoza, Santiago del Estero, San Luis, Córdoba y GBA reveló que algunos grupos familiares necesitan al menos 150 mil pesos mensuales debido a la dispersión de precios que existe entre todo el país e, incluso, dentro de las mismas regiones. Son postales de la vida cotidiana en épocas de alta inflación.

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PRIMERA PERSONA. Algunos de las historias cotidianas que recogió PERFIL y que contaron sus malabares para ganarle a los precios. | CEDOC

Una familia tipo necesita un mínimo de ingresos de $ 191.228 para no ser pobre y de $ 87.719 para no ser indigente en Gran Buenos Aires, según el último informe del Indec. Pero hacer las cuatro comidas diarias se convierte en un objetivo cada vez más difícil y contradice las estadísticas: según un relevamiento de PERFIL, puede costar alrededor de $ 150 mil mensuales, siempre y cuando se busquen precios y ofertas.

Algunas provincias hacen sus propias mediciones. En Chaco, por ejemplo, la Canasta Básica Alimentaria para una familia de cuatro personas (un varón de 35 años y una mujer de 31, con un hijo de 6 años y una hija de 8 años) para el mes de marzo fue de $ 93.189,46.

En esta provincia, según un relevamiento de PERFIL, una familia tipo debería invertir un mínimo promedio de $ 5 mil para los consumos del día. Para cocinar, por ejemplo, unas milanesas con ensalada de almuerzo, esta familia necesitaría al menos $ 550 para comprar medio kilo de tomates, $ 150 para agregar zanahorias y $ 1.200 para comprar medio kilo de carne para milanesas, todo eso descontando que tienen en su casa aceite (cuyo precio promedio por 900 cc ronda los $ 570, salvo que se consigan Precios Justos a $ 300) y otros condimentos. De postre, para el mediodía o cena, necesitaría al menos un kilo de fruta, que ronda los $ 600.

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Tanto para el desayuno como para la merienda, la inversión podría ser la siguiente: $ 360 el paquete de galletitas crackers por tres, una manteca de 100 gramos a $ 250 y leche, con un costo promedio de $ 300 por litro. Para la cena, una sopa de verduras con las sobras del mediodía puede ser una opción. Para esto una familia tipo debería comprar caldo ($ 190 x12), un atado de acelga ($ 340 el atado en promedio), zanahoria ($ 300 el kilo en promedio) y zapallo ($ 170 el kilo).

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Afuera de estos cálculos quedan otros productos necesarios como azúcar, café, yerba, huevos y pan rallado para preparar algunos de estos platos.

Los costos de estas cuatro comidas diarias son equiparables a los de otras provincias y regiones del país relevadas por PERFIL, como Gran Buenos Aires, Santiago del Estero, Córdoba y Mendoza, con algunas diferencias en más y en menos en algunos productos, pero con resultados similares.

Según consultoras privadas como Focus Market y Ecolatina, entre los productos que más subieron en abril están los caldos, el arroz y la manteca. De acuerdo con sus estimaciones los precios de los alimentos estuvieron ese mes por encima de la inflación general.

“Empezamos a dejar de consumir tanta carne vacuna”, comentó Rosalía Laborde (44) a PERFIL. Laborde agregó que se acabaron los asados de “todos los fines de semana” y que tampoco se hacen las grandes compras cada diez días en las verdulerías. Los precios obligaron a su familia, compuesta por ella, su marido y una hija de 7 años, a cambiar algunas costumbres: “Ensalada de fruta no hago como antes porque se reduce mucho la fruta que comprás”. Con respecto al almuerzo y la cena, “voy más a las verduras con arroz, con fideos, y de vez en cuando unas milanesas de pollo, cerdo o carne vacuna”.

Los alimentos siguen teniendo una gran incidencia en los índices de inflación.  “Tengo una familia compuesta por cuatro integrantes. Desayuno, almuerzo, merienda y cena es lo normal, por ahora”, aseguró a PERFIL Fabián Dichachio (49). “Digo por ahora, porque cada vez se hace más difícil ir al supermercado, más difícil sacar cuentas”, sostuvo. Algunos hábitos, para él y su familia, se convirtieron en lujos que no pueden darse tan seguido. “Antes organizábamos juntadas para comer asados con la familia y amigos y eso cada vez se va extendiendo más en el tiempo”, concluyó. 

Susana Petruccelli (72) vive con su marido, y ambos son jubilados con la mínima. “De las frutas y verduras compramos lo necesario buscando las ofertas, las de mejor calidad es difícil comprar”, le dijo a este diario. Hacer las compras con previsión es la estrategia que usan cada vez más los consumidores. “A la carnicería se va una vez por semana. El pan se compra el lunes y se mete en el freezer. En el almuerzo y la cena comemos lo mismo”, explicó.

También hay costumbres que ahora son gustos que no se pueden dar: “Los lácteos, como el yogur, no se compran más. Se dejó el vino y la gaseosa, tomamos solamente agua”.

Pero la inflación no da tregua, ni siquiera a los que diseñan estrategias para burlarla.  Como confesó Petruccelli, “a partir del 20 pedimos ayuda a mi nieta. Mi esposo cobra el 27, cuando todo ya subió”.