Los principales referentes del Gobierno miraban ayer hacia Tigre. Un acuerdo entre Sergio Massa y Daniel Scioli podía trastocar los planes electorales de Cristina Kirchner. En el último año, la Casa Rosada pasó de ver los comicios de octubre como un trampolín para un nuevo intento de reelección a vislumbrarlo, con temor, como el principio del fin de un ciclo.
Pero el dudoso juego de acercamientos y alejamientos que protagonizaron ayer Massa y Scioli devolvió cierta esperanza a la Casa Rosada.
A lo largo de los años, el kirchnerismo supo con astucia orientar la polémica hacia adversarios que estaban fuera de la dirigencia política: el poder financiero internacional, los medios masivos de comunicación, los representantes del sector agropecuario, los jueces. Así logró, por un lado, fortalecer su identidad y, paralelamente, oscurecer el protagonismo de la oposición. En la vereda de enfrente, por supuesto, hicieron sus propios méritos para resignar el escenario.
Ahora, el trasfondo de ambición presidencial, la forma como las elecciones de 2015 laten debajo de la puja de las legislativas, engrandecen el significado de la votación de octubre. Comienzan a decir más del futuro que del pasado.
En 1987, Raúl Alfonsín enfrentó una derrota en la elección legislativa y fue un anticipo del final de su ciclo político. En 1997, Carlos Menem fue vencido por la Alianza en los comicios legislativos y marcó el principio de su ocaso como líder indiscutido del Justicialismo. En 2009, Cristina Kirchner sufrió un tropiezo electoral y dos años después fue reelegida por una ventaja abultada como presidente.
Las elecciones de mitad de término son fundamentales para anticipar un proceso político. Nunca infalibles.
A la luz de la perspectiva electoral, es muy posible que la Corte Suprema le haya hecho un gran favor al Gobierno. Las encuestas lo muestran con problemas en las elecciones de Capital Federal, Santa Fe y Córdoba, Mendoza. Si las elecciones fueran ahora y la oposición, como anticipó, hubiera presentado una lista unificada de candidatos para el Consejo de la Magistratura, es muy probable que el organismo encargado de elegir o sancionar a los jueces hubiera quedado en manos de una mayoría opuesta al Gobierno. Tal vez el enojo presidencial disimula un secreto alivio.