POLITICA
¿negacionismo o justificación?

La silenciosa estrategia de Villarruel para relativizar los crímenes de la dictadura

La candidata a vicepresidenta de La Libertad Avanza dio un giro decisivo en su discurso público respecto de la represión ilegal. De reclamar la libertad de los militares condenados por delitos de lesa humanidad pasó a enfocarse en los casos de militares y civiles asesinados por la guerrilla, eje del homenaje que encabezó el lunes pasado en la Legislatura de la Ciudad. La idea de “las otras víctimas” y una nueva versión de “la teoría de los dos demonios”.

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Villarruel. La candidata a vice de Milei, en el reciente homenaje a víctimas de la guerrilla. | AFP

El ascenso de Victoria Villarruel trajo consigo la revisión de la violencia política de la década del 70. La candidata a vicepresidenta por La Libertad Avanza basó su militancia en las víctimas de las organizaciones armadas y mantuvo una postura ambivalente que le valió acusaciones de “negacionista”, “justificadora” o “relativizadora” de los crímenes de la dictadura militar, reabriendo un debate en torno a la teoría de los dos demonios que parecía cerrado.

A través de la fundación del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), Villarruel dio un giro estratégico a su carrera como militante de “la otra memoria”, coinciden algunos integrantes de su entorno y otros investigadores consultados por PERFIL.

Parte de su estrategia fue alejarse de los conceptos que había repetido hasta entonces como “guerra”, “amnistía” o “presos políticos”, en su defensa de los militares condenados. En su historial cuenta haber figurado en el anotador de Miguel Etchecolatz y haber organizado visitas de jóvenes a Jorge Rafael Videla, contaron desde su entorno.

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La abogada entendió que debía abordar desde otra óptica los sucesos relacionados al restablecimiento democrático en 1983 y que derivaron en el juicio a las juntas militares, el juicio a los líderes de Montoneros y ERP y la anulación de las “leyes de impunidad” que permitieron reabrir causas por delitos de lesa humanidad en los 2000.

Con esa base construyó su discurso, que tomó mayor dimensión desde que asumió como diputada, en 2021, y que tuvo como ápice el reciente acto en la Legislatura porteña para reivindicar a “las otras víctimas”. Así, sutilmente, instaló en el debate una comparación entre los muertos de los atentados guerrilleros y la represión ilegal posterior, lo que va en contra de la diferenciación que hizo la Justicia, algo que fue recientemente refrendado por la jueza María Servini.

El discurso de Villarruel. Cristian Palmisciano tiene un máster en Sociología y se especializa en lo que denomina las “memorias de las derechas”. Es, quizás, uno de los académicos que más han escrito sobre la historia de Villarruel. En uno de sus trabajos, cita un documento de 2006 de Unión de Promociones, la agrupación en la que militaba entonces la candidata: “La solución es evidente que no transita por los carriles de la justicia, lamentablemente es política, e implica la lucha por la libertad de los prisioneros políticos en primera instancia, por una amnistía que permita la pacificación, y por la reparación de las víctimas”.

Desde que su nombre empezó a ser más conocido, Villarruel comenzó a mitigar esas posiciones. En el entramado de organizaciones por la “memoria completa” es frecuente encontrar agrupaciones que surgieron con posicionamientos reivindicatorios de la dictadura y que con el tiempo se encastraron en el sentido democrático. Sin embargo, en el caso de Villarruel nunca se le escuchó hacer alguna autocrítica o reflexión en este sentido.

Además, la nueva Victoria se enoja cuando la llaman “negacionista” del terrorismo de Estado, algo que no niega pero que tampoco condena abiertamente. Su pensamiento, en tanto, oscila entre la justificación y la relativización del terrorismo de Estado.

Al contar las historias de “las otras víctimas”, se dedicó a ahondar en un tema que excedía la agenda de los derechos humanos hasta el momento, dominada por Abuelas o Madres de Plaza de Mayo, o por aquellas que demandaban la protección de los derechos de los represores condenados. Además de armar una “lista” de víctimas, se dedicó a contar historias de personas que fueron asesinadas en atentados, como el niño de 3 años, que murió en un atentado contra un guardia bancario, o el caso de Paula, la hija del almirante Lambruschini, que murió con 15 años luego de que Montoneros detonara una bomba mientras dormían.

Estas historias resonaron en el acto de la Legislatura que organizó Villarruel el lunes. Allí también hablaron Lorenza Ferrari, madre de una estudiante de 18 años que murió por la explosión de un coche bomba; Graciela Saraspe, hija de Héctor, encargado de un bar y víctima de un atentado, y Arturo Larraburre, hijo del coronel Argentino Larrabure, secuestrado y asesinado.

Nueva versión de los “dos demonios”. Palmisciano retoma al sociólogo Daniel Feierstein y explica cómo el discurso de Villarruel podría ser una especie de “nueva versión de la teoría de los dos demonios”. “En vez de equiparar a las guerrillas con los militares, equipara a los desaparecidos con los muertos por las guerrillas”, explica.

En tanto, se trata de personas que fueron asesinadas en los numerosos atentados de las organizaciones guerrilleras durante los 70, pero que no son comparables con el plan sistemático de torturas, desapariciones y asesinatos perpetrados por el gobierno militar a través de más de 300 centros clandestinos de detención. A partir de esta construcción discursiva, el experto sostiene que Villarruel, más que justificar, lo que hace es relativizar el terrorismo de Estado.

En esa línea también se expresó Fernando Tebele, periodista especializado en derechos humanos que cubre los juicios de lesa humanidad a través del medio La Retaguardia. “Antes lo abordaban solo desde el negacionismo o la teoría de los dos demonios. Ahora es difícil ser negacionista del terrorismo de Estado porque es evidente todo lo que pasó. Entonces la estrategia actual es minimizar el genocidio y reeditar la teoría de los dos demonios. Por eso la principal consigna es bajar el número de los 30 mil, como si la cantidad lo hiciera más o menos genocidio”, apuntó.

Giro discursivo. La transformación del discurso de Villarruel, dice Palmisciano, se puede observar en el cambio que hay entre sus dos libros: Los llaman jóvenes idealistas, de 2009, y Los otros muertos, de 2014. Mientras que en el primero se busca reconstruir una parte de la historia, en el segundo “comenzó a privilegiar las definiciones legales del derecho internacional como las categorías adecuadas y legítimas para abordar el problema de las ‘víctimas del terrorismo’”.

Con Celtyv, Villarruel se plantó como líder de una organización profesional y apoyada en instrumentos del derecho internacional para inscribir su versión de la historia en el complejo concepto de “terrorismo”. Sin dudas, funcionó y hasta llegó a hacer una presentación en el Oslo Freedom Forum de 2011. 

El giro discursivo de Villarruel no fue gratuito y entre las organizaciones por la memoria completa la atacan por derecha y por izquierda. Aquellos que profundizaron su sentido democrático se indignan con que haya crecido tanto una persona que, durante años, visitó a los genocidas en las cárceles y alentó el discurso relativizando los crímenes de lesa humanidad. Aquellos que, en cambio, defienden hasta el día de hoy las acciones de la dictadura la atacan por haberse alejado de esta defensa en lo mediático.

“Ella tiene una posición muy firme sobre el tema. Reconoce que es una guerra, pero va a cambiar el discurso y lo va a acomodar de acuerdo a las circunstancias. Al principio compartíamos la mirada: si está prescripto para los terroristas, también para los militares. Pero con el Celtyv cambió. Un día nos dijo: ‘Si ya metieron delitos de lesa humanidad a los militares, digamos lesa humanidad para los terroristas nosotros’”, cuenta alguien que no tiene escozor en justificar las acciones de la dictadura y que cuestiona a Villarruel.

En ese universo, cuentan, una de las razones de su gran distanciamiento con Cecilia Pando tuvo que ver con ese giro. “La pelea grande sucedió cuando Victoria empezó a pedir plata a las mujeres de los militares. Les decía que iba a ir afuera a denunciar la ilegalidad de los juicios, que era una denuncia por los presos. Todas pusieron plata y, al final, ella solo planteó el asunto de las víctimas y ni mencionó a los presos. A la vuelta, Cecilia la agarró. No se hablaron más”, dicen.

A quién le habla Villarruel. La pregunta inevitable es, entonces, por qué o con quién se conecta Villarruel. Analía Goldentul es doctora en Ciencias Sociales y pone el foco en la complejidad del “negacionismo”, un término que, si bien aporta a la discusión pública, no necesariamente responde a la época y hasta puede generar problemas.

Para la especialista, es fundamental pensar el uso que tiene hoy el concepto. “El término negacionista funciona como una acusación que deja en falta moral y ética a un otro/a en la discusión sobre el pasado reciente”, sostuvo Goldentul. Dijo que meter en la misma bolsa a Villarruel y a otros militantes de organizaciones por la otra memoria puede ser delicado, ya que “no todos relativizan ni les quitan peso a los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas”, sino que algunos solo reclaman “ser reconocidos como víctimas”.

Por otro lado, la especialista destacó los “riesgos” de hacer este tipo de acusaciones, en especial cuando “resuena en sectores más amplios que pueden sentirse interpelados con alguna de las consignas que sostienen los militares y sus familias”.

“Alguien puede tranquilamente preguntarse: ¿si ellos son negacionistas, también lo soy yo?”, reflexiona, y agrega: “Y lógicamente la respuesta que se va a dar la persona para sí es negativa: ‘No, no soy negacionista’. Entonces lo que puede comenzar a suceder –y sucede– es que la acusación va perdiendo su eficacia simbólica a nivel social, porque no genera identificación. Pero además porque comienza a generar el efecto contrario: antes que problematizar lo que dice la persona acusada, se comienza a poner en cuestión a quién lanza la acusación”.

Villarruel entendió esta complejidad hace muchos años y mantuvo una postura ambivalente, tildada de oportunismo político por sus detractores.