POLITICA
Reportaje a Enrique Gorriarn Merlo

Una entrevista a fondo: los años de plomo y los de aplomo

En el año 2002, la extenguida revista Tres Puntos publicó una entrevista imperdible al ex jefe guerrillero mientras purgaba una condena por el copamiento al regimiento de La Tablada. Hacía seis años años ya que estaba detenido Por primera vez admitió su responsabilidad por las víctimas que produjo el asalto al cuartel. Propuso un compromiso democrático que incluya a civiles y militares.

default
default | Cedoc
Calvo, de canosa barba rala en forma de candado. Con ojos azules, cansados y penetrantes. Con arrugas y grietas en el rostro, con los brazos caídos al costado del cuerpo como vencido. Ésa es la primera imagen de este hombre que luego intentará mostrarse sereno y locuaz. Al llegar extiende su mano con excesiva timidez y baja apenas la mirada como apartando fantasmas. Sus manos parecen las de un viejo pianista que alguna vez supo interpretar la sinfonía del fuego y de la muerte. Enrique Gorriarán Merlo pertenece, con 60 años, a esa generación de señores de la guerra que hoy parecen llamados a reposo. "Militante revolucionario" para unos, "extremista asesino" para otros, el ex líder del Ejército Revolucionario del Pueblo y del Movimiento Todos por la Patria es un total desconocido para la mayoría de los argentinos. Hoy, desde la cárcel de Villa Devoto, donde está alojado desde hace seis años por el copamiento del cuartel de La Tablada donde murieron al menos 40 personas, rompe el silencio. Y, en momentos en que se habla de un posible indulto para él y para Mohamed Alí Seineldín, hace un "llamado a la paz a todos los sectores que participaron de los desencuentros argentinos para salvar a la democracia".
"De ánimo estoy bien", aclara por si acaso y dice que vive en una celda de cinco metros por cuatro. Cuenta que está aislado pero que recibe visitas a diario. "Leo mucho -desliza-; ahora estoy con La guerra del siglo XXI. Pero lo mejor que leí fue El fin del trabajo, de Jeremy Rifkin, y Hacia un mundo sin pobreza de Mohamad Yunnus." Herencia de su vieja militancia responde casi siempre en plural como si hablara en nombre de una comunidad.

¿Cómo está su salud? Se ha dicho que tiene una enfermedad grave.

Yo me siento muy bien. Fui al hospital pero no me pudieron hacer la resonancia magnética. Los diarios hablan de leucemia o de un tumor. Pero leucemia no puede ser porque si no estaría blanco. Lo que t enía era una inflamación en la glándula suprarrenal izquierda. Pero después se aplacó.

¿Cree que le van a dar el indulto?

No creemos en las versiones públicas porque ya escuchamos eso muchas veces. Me lo prometieron antes de detenerme en México; en el 97 cuando César Arias me lo ofreció a cambio de que yo mintiera diciendo que Raúl Alfonsín era un cómplice nuestro en el ataque a La Tablada. Después hicimos la huelga de hambre en el 2000. También lo prometió Rodríguez Saá. Y ahora, la última, hace un par de semanas. Lo tomamos con muy poca ansiedad.

El MTP atacó La Tablada creyendo que así frustraría un supuesto levantamiento de Seineldín. Hoy los dos están presos y se habla de un indulto para ambos. Parece una ironía del destino, ¿no?

Ésa es una decisión del gobierno. Puede ser una forma de mostrar que terminó una etapa. No creo que por parte del grupo de Seineldín hoy haya un intento de quebrar la democracia, sí desde otros sectores. Por eso queremos hacer un llamado a la paz. Vemos un rompimiento de la relación entre las instituciones del Estado, los partidos políticos y la población; un gran avance de la marginación social, y sufrimos amenazas constantes de posibilidades de golpes de Estado o procesos autoritarios. Los problemas argentinos se deben resolver con más democracia contemplando los intereses de las mayorías. Hacerlo desde el autoritarismo sería favorecer los intereses de una pequeña elite. Por primera vez planteo públicamente la necesidad de que todas las fuerzas políticas que han estado involucradas con los desencuentros argentinos firmen un compromiso de vigencia democrática, de dirimir cualquier diferencia por esa vía.

¿De qué sectores está hablando?

De todos. Incluidos el radicalismo y el justicialismo. No olvidemos que durante la dictadura el 90 por ciento de las intendencias estuvieron ocupadas por civiles.

¿También con los militares?

Por supuesto, con Seineldín, con todos los que han estado involucrados en el pasado, como Brinzoni, el actual jefe del Ejército. Porque acá se habla de un enfrentamiento entre guerrilleros y militares como si todos hubieran estado mirando. Y no fue así. Nadie ignoraba lo que pasaba. Lo de ahora no tiene nada que ver con los setenta sino que es una violencia anárquica; en los setenta había dos o más proyectos políticos enfrentados y no supimos dirimirlos en forma democrática. Y por eso utilizamos la violencia. La que vemos ahora es producto de la marginación y es contra todos.

Esto significa una revisión de la historia. ¿Hizo una autocrítica?

No se trata de una revisión. Los militares dicen que se vieron obligados a actuar por la presencia de la guerrilla. Pero no es así, porque los golpes de Estado fueron anteriores a la guerrilla. Los métodos tampoco fueron los mismos: las desapariciones, los fusilamientos de prisioneros, la tortura en todas sus variantes y el robo de niños es algo que ni Hitler se animó a hacer. La guerrilla nunca cometió esos actos.

Pero el ERP continuó la violencia durante el gobierno democrático entre el 73 y el 76...

Fue un error continuar con la lucha armada, sobre todo durante el gobierno de Cámpora. Pero tampoco se puede llamar democrático a un gobierno que en dos años y nueve meses provoca 900 desaparecidos y 1.500 crímenes. Había sido elegido pero tenía un carácter contrainsurgente que guardaba la forma más gruesa de la democracia pero actuaba como dictadura. Cuando Cámpora ofrece una tregua el ERP larga una carta donde decimos que aceptamos no atacar al gobierno y al Ministerio del Interior pero íbamos a continuar contra las FF.AA. Nosotros evaluamos al Devotazo como un gesto de Cámpora y le correspondimos con la liberación de un comandante de Gendarmería y un almirante que teníamos secuestrados. Y comenzamos a discutir en el buró político la posibilidad de cambiar nuestra postura y aceptar la tregua. Íbamos a definirla el 30 de junio y en el medio se produce Ezeiza. A los Montoneros, que eran peronistas, les tiraban con todo; si nosotros nos asomábamos desaparecíamos. No obstante teníamos la suficiente fuerza para mantener una semiclandestinidad y aguantar al menos hasta la muerte de Perón. Y eso hubiera evidenciado con más claridad que los ataques de la Triple A no eran en respuesta a la guerrilla sino un proyecto de poder propio. Eso hubiera sido muy bueno políticamente para nosotros.

AYER Y MAÑANA

Iniciada el 18 de octubre de 1941, en San Nicolás, la vida de Gorriarán Merlo estuvo siempre signada por la militancia y por la violencia. En 1970 fundó el ERP junto a Roberto Santucho. Después vendrían su detención y posterior fuga del penal de Rawson, el ataque al cuartel de Azul en 1974 y los combates en la selva tucumana. Con la dictadura llegó el exilio y el enrolamiento en el ejército sandinista con el que llegó al poder y trabajó en inteligencia bajo las órdenes de dos "duros" de la revolución: Lenín de la Cerna y el ministro del Interior Tomás Borge. Un año después del triunfo de la revolución, en 1980, participó del grupo que dio muerte a Somoza en Asunción del Paraguay. Oscilando entre la Buenos Aires de la primavera democrática y la húmeda y tortuosa Managua, Gorriarán fundó el MTP en 1985. Cuatro años después dirigió el ataque al cuartel de La Tablada. Finalmente, en 1995, cayó detenido en México. Desde ese momento está preso en Devoto. De él dicen sus ex compañeros del ERP que "era más operativo que político". Arnol Kremer, quien supo llamarse Luis Mattini en tiempos de guerra, le recomendó alguna vez el "suicidio por el desastre de La Tabalda". Y el hermano de Santucho dijo: "Roberto era un ideólogo, un patriota que recurrió a las armas por las circunstancias. No era un hombre violento; en cambio Gorriarán, sí". El aludido cierra los ojos y entrecruza las manos como si rezara. "Ahora quiero pensar en el futuro", dice.

¿Hay futuro?

No vislumbro ningún proyecto que nos permita tener esperanzas. Para que eso suceda debería formarse otro movimiento político adaptado a la época.

¿En qué cambia su planteo respecto del que hacía en los setenta?
En aquel tiempo se trataba de suplantar al capitalismo por el socialismo. Eso estaba enmarcado dentro de la Guerra Fría entre dos sistemas. En cambio hoy...

No me diga que se hizo capitalista.

No, pero las condiciones son diferentes. En aquella época había sistemas para optar. Si la Ford se quería ir del país uno traía una fábrica de Checoslovaquia y solucionaba el problema. Hoy la amenaza de la Ford implica aumentar la desocupación porque no existe una alternativa tecnológica. Antes había una dictadura militar, uno la derrocaba con las armas y decía "desde hoy este país es socialista". Hoy hay que luchar por la igualdad social, pero exprimiendo al máximo las posibilidades.

¿Dentro del capitalismo?

Hasta ahora no hay otro sistema. El reemplazo de un modelo por otro se da cuando el reemplazante es superior. Como en Rusia en 1917, que pasó de ser un país atrasado a convertirse en la segunda potencia mundial. Ahora, con el desarrollo de la tecnología, para que haya socialismo debería nacer en un país desarrollado. Pero eso no quita que se puede luchar por la justicia social.

¿Se sigue reivindicando marxista, entonces?

Soy un admirador de Marx, pero decir que soy marxista es demasiado grandilocuente. No creo que los marxistas sean los únicos que pueden llevar adelante los cambios; pienso en la izquierda en relación con sus orígenes. Soy partidario de una izquierda estratégica y no dogmática.

¿Si sale en libertad participaría en las asambleas populares?

Las asambleas patentizan un rechazo a los políticos que aún no estaba dicho. Tienen un contenido que no es de cambio sino de restitución. La sociedad quiere que le devuelvan algo de lo que perdió. Tienen un contenido justo pero no revolucionario. No quieren cambiar el sistema sino volver al que estaba. Creo que la consigna "que se vayan todos" sin opciones no tiene sentido. Los programas tampoco. Se ve que hay agrupaciones de izquierda que le hacen votar cosas a la gente. El otro día vi un programa de la asamblea de Parque Centenario que era más radical que el que nosotros teníamos en los setenta con los Montoneros y los diez mil hombres armados que teníamos. Viendo esas proclamas hasta Fidel Castro renunciaría asustado. No se puede convertir a la población en una Cámara de Diputados permanente; hay que institucionalizar la participación a través de una reforma constitucional. Si un partido promete una cosa y no la cumple se lo debe poder echar de inmediato. Es necesario un cambio que reemplace la democracia representativa por la participativa. La representación mostró sus defectos recién ahora; nunca tuvimos 20 años seguidos para comprobar que los políticos prometen una cosa y hacen otra y que no tenemos cómo contrarrestarlo. No se trata de cambiarlos por hombres dece ntes sino de modificar un sistema que está hecho para robar por uno que impida hacerlo.

¿Qué opina del gobierno de Duhalde?

Veo que carece de un plan social y de una política económica. Se palpa en la negociación con el FMI. Está a la expectativa de lo que supuestamente va a dar el Fondo. Pero creo que no van a conseguir nada. No hay un plan estratégico de industrialización.

DIOS Y LA MUERTE

Gorriarán ¿cómo es matar?

(Responde rápido, casi por reflejo y encogiendo los hombros) No tengo la menor idea; yo participé en combates y solo estuve directamente en lo de Somoza. Estaba en el grupo pero el que culminó la acción fue Santiago que tenía una bazooka. Pero lo de Somoza no es una acción de venganza, como siempre se dijo, sino una emboscada al jefe de la contrarrevolución en el marco de una guerra. Si Somoza se hubiera quedado en una playa de Miami hoy estaría vivo.

Muchos dicen que usted era un fierrero más que un cuadro político. ¿Admite esa visión?

No soy un fierrero como dicen muchos, no creo en los grados militares, creo en la consecuencia de una persona. Ni siquiera un revolucionario, para no poner algo inalcanzable, sino una persona honesta que tiene que fijar sus valores todos los días, todas las semanas, todos los años. Conocí a grandes revolucionarios como Santucho, Sendic y Carlos Fonseca, pero también al salvadoreño Carpio y a Edén Pastora, que se dieron vuelta. Para mí el valor fundamental es la persistencia. A mí me ponen como paradigma del guerrillero armado, pero en el ERP estuve hasta el 74 en el sector operativo y en Tucumán, por ejemplo, fui enlace entre la guerrilla y las organizaciones de masas. Ésa es una imagen que no es objetiva. Participé en la guerra de Nicaragua, pero no es lo principal.

La cárcel suele volver místicos a los condenados, no se habrá hecho creyente, ¿no?

(Se ríe, con vergüenza y dice entrecortado) Místico no... pero con respecto a eso... siempre pienso... es una cosa íntima. (Se repone) Si digo que creo en Dios me van a tratar de oportunista porque me hago católico ahora y si digo que no creo, van a decir "mirá este ateo". He leído la Biblia, pero mejor me callo.

"La responsabilidad por La Tablada es mía"

En el único momento de la entrevista en que Enrique Gorriarán Merlo pareció quebrarse o ensombrecerse fue cuando se habló de La Tablada.

¿Reconoce que el ataque fue un error?

No puedo responder a eso en dos minutos; además, el balance lo tendríamos que hacer juntos todos los que participamos. La decisión que tomamos fue producto de que a partir de Semana Santa del 87 el gobierno cede a las presiones de los carapintadas creyendo que de esa forma evita el golpe de Estado. Al mismo tiempo Menem se alía directamente con el sector golpista. Creimos ver el peligro de una reiteración de la dictadura. No queríamos reimplantar la guerrilla sino parar un golpe de Estado. Y no pensábamos que íbamos a tener un saldo de víctimas tan doloroso.

¿Fue una trampa del gobierno de Alfonsín?

De ninguna manera. Tampoco estábamos infiltrados. Las causas de las bajas y de que no pudiéramos tomar el cuartel fueron dos: primero, que un grupo de compañeros que debía tomar el depósito donde estaban los tanques que usaron los militares se demoró en un enfrentamiento previo en la Compañía B del Batallón de blindados; y cuando los pibes llegaron al lugar los militares ya estaban acantonados. Y la segunda causa fue por indisciplina, pero como fue heroica es irreprochable. Un grupo, al enterarse que otros compañeros estaban en la Compañía B del Regimiento de Infantería rodeados de militares, eligió, en vez de irse, tratar de rescatarlos y también quedaron encerrados. Y lo mismo ocurrió con los compañeros de la Guardia de prevención que, en vez de retirarse se quedaron hasta la una de la tarde, cuando recién los militares rodearon con 3.600 hombres el lugar y la salida se hizo imposible. En Monte Chingolo, por ejemplo, donde sí estábamos infiltrados por un hombre del Ejército de apellido Ranier, en diez minutos llegaron los tanques. En cambio en La Tablada tardaron seis horas y no llegaron antes porque estaban convencidos de que era un golpe carapintada; por eso demoraban el arribo.

¿No cree que el ataque perjudicó las posibilidades de la izquierda en los años noventa?

Eso es apenas una excusa. No fue un beneficio, está claro; pero si uno ve las estadísticas, la elección en la que más votos sacó la izquierda fue tres meses después del asalto a La Tablada, en los comicios de mayo del 89.

¿Se siente responsable por las víctimas?

Claro que sí y siento un gran dolor por los familiares. La responsabilidad principal la tengo yo porque era el líder del grupo. Pero yo no los llevé engañados; decir eso sería una falta de respeto a la inteligencia de los compañeros. Cuando decidimos llevar a cabo la acción se explicó todo. Pero también hay que tener en cuenta que allí se utilizaron todas las técnicas del terrorismo de Estado por parte del Ejército. Tuvimos 11 compañeros asesinados después de ser detenidos, 3 desaparecidos y 5 cadáveres sin identificar por el destrozo de los cuerpos. El teniente coronel Jorge Barando, por ejemplo, es el responsable de la desaparición y asesinato de Iván Ruiz y de José Díaz. Hay una secuencia de fotos donde se los ve caminando y después caen. No obstante en el juicio dijo que se los entregó a un tal Esquivel, quien aparece muerto, y dice: "Seguramente estos dos chicos lo mataron y se escaparon". Luego pudimos identificar el cuerpo de Iván Ruiz. O sea que Barando mintió. Y es más, siguió haciendo de las suyas ya que es el jefe de custodios del Banco HSBC y uno de los que aparecen en el video tirando a los manifestantes. Está sospechado de haber matado a uno de los muchachos el 20 de diciembre pasado. Tiene una línea consecuente el hombre.

Adiós a las armas

¿Cómo era tener 30 años en los setenta?

Era una época distinta. Cuando yo tenía 13 años bombardearon la Plaza de Mayo; a los 15 se produjeron los fusilamientos de José León Suárez, a los 20 lo voltearon a Frondizi, a los 24 a Illia. Yo voté una sola vez en mi vida y fue en las elecciones del 63. Fui clandestino durante treinta años, desde marzo del 70 hasta hoy. Viví entre la clandestinidad y la cárcel. Es algo diferente. En el caso de ustedes es mucho mejor.

¿Cómo lo marcó la clandestinidad?

Todavía no lo sé; si salgo se lo cuento. Estoy habituado a esa forma de vida como si fuera normal, siempre tomando recaudos. Siempre trabajé de prófugo; tenía que levantarme todas las mañanas y pensar a qué café iba, qué camino tomaba; todo eso se transforma en un hábito. A los policías de México , por ejemplo, los detecto porque estaba preparado para eso. Yo voy dos veces a un lugar y sin fijarme me doy cuenta si hay algún cambio. Por eso me gustaría poder volver a la legalidad, para ver cómo es.

¿Volvería a tomar las armas?

No, hoy no lo haría. Creo que después de la experiencia que se dio en América Latina, deberíamos dedicar nuestras vidas para evitar que se repita otro enfrentamiento de tipo guerra civil como el que se produjo. Las circunstancias han cambiado. La violencia armada surge por los golpes militares que se suceden cada dos años y cuatro meses, y por la Doctrina de la Seguridad Nacional que les dio sustento teórico a las dictaduras. La lucha armada es una reacción. Por eso hacemos este planteo de llamado a la democracia. Porque todavía estamos a tiempo de frenarlo. Cuando se produjo La Tablada ya se habían registrado los levantamientos de Semana Santa y Villa Martelli. Hoy todavía no sucedió nada. Los militares tienen la misma experiencia que nosotros y no creo que quieran repetir la historia.

18/04/02 FUENTE: Revista 3 Puntos