El artista que hace 40 años introdujo en el imaginario adolescente a Ingmar Bergman (Pequeñas anécdotas de la vida conyugal), Oscar Wilde (El fantasma de Canterville), Lewis Carroll (Canción de Alicia) o Erik Satie (20 trajes verdes), entre otras referencias de la cultura popular planetaria presente en su música, desde el jueves a la noche inoculó el nombre del inventor austríaco Nikola Tesla a 1.700 fans que agotaron las entradas en 30 minutos y a una parte del inconsciente colectivo nacional que sigue con atención devocional el derrotero del más grande artista argentino vivo. Es Charly García, el músico que volvió formalmente a los escenarios con un repertorio alejado de la obviedad del concepto “grandes clásicos”. ¿Hace falta decirlo? No estamos en 1989, ni en diciembre de 1974 (donde en ese mismo teatro Sui Generis presentó Instituciones, ¿será por eso que el concierto del jueves comenzó con esa obra maestra?), ni en 1984 ni en 2002, todos períodos de gloria en la carrera de este artista. El tiempo pasa para todos y el espejo no nos miente. Con las visibles dificultades físicas, cantando con lo que le queda de voz y sin aquella fluidez en sus prodigiosas manos, aún tenemos a García entre nosotros irradiando su energía única, con o sin cables. Desde hace décadas, en este lugar del mundo y para decenas de miles de personas no hay nada mejor.
*Autor de Esta noche toca Charly. Un viaje por los recitales de Charly García.
