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elecciones vecinas

Brasil, Bolivia y Uruguay

Estos comicios son también nuestros, porque el equilibrio estratégico nacional está muy unido a la coherencia de la mirada de los países de la región sobre el tablero mundial del poder.

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Escrutados el 99,82% de los votos del domingo 12, en Bolivia se discute si el “Movimiento sin Miedo” (MSM) –que alcanzó el 2,72%– y el “Partido Verde” (PVB), con el 2,69%, suman un diputado cada uno (ley de 1999) o ninguno, porque al no alcanzar el 3%, perderían su personería jurídica (“su sigla”, como lo establece otra de 2010, en abierto conflicto). El Movimiento al Socialismo (MAS) obtuvo el 61,04% de los sufragios. Se entiende el polvaderal: con esos dos diputados en su haber, el MAS se aseguraría los dos tercios de la Asamblea Legislativa.

Para interpretar el cuadro, es necesario decir que la Cámara Baja está compuesta por 130 miembros, mientras que el Senado por 36. Para adoptar decisiones sin necesidad de consensuar con la oposición, los partidos políticos requieren 2/3 de los presentes en las votaciones. En el primer caso, se necesitan 87 diputados (el MAS alcanzaría 94), mientras que en el Senado se exigen 24 (el oficialismo contaría con 25). En la sesiones de Asamblea (diputados más senadores), se precisa disponer del apoyo de 111 legisladores (el MAS llegaría a los 119).

Mientras este diferendo gotea sobre los pasillos institucionales, el presidente Evo Morales señaló el 19 de octubre que el respeto a la soberanía del país y la buena voluntad de Washington son claves para el restablecimiento de los lazos diplomáticos con Estados Unidos. El vicepresidente Alvaro García Linera señaló al diario chileno La Tercera que los gobernantes de Chile, ante la demanda marítima interpuesta por el Estado boliviano, actúan con una mirada pre-moderna al impugnar la competencia de un tribunal moderno como la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya. “Actúan con la mirada del siglo XIX para un tema que tiene que ser resuelto con los mecanismos del siglo XXI”.

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Además, se conoció que el paco (o bazuco), una droga cuyo componente activo es el alcaloide de cocaína, es la que mayor consumo ha alcanzado en los últimos dos años, de acuerdo con informes reservados de la “Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico”. Dos clanes del norte de Santa Cruz pueden producir 800 kilos por semana de pasta base de cocaína. La Prensa, otro diario chileno, informó que parte significativa de esta base “es transportada a la frontera con Brasil, donde se vende directamente a los grupos del crimen organizado brasileño”, país que es el segundo consumidor de drogas ilegales del mundo.

El tercer debate del segundo turno electoral entre Dilma Rousseff (PT, “trabalhistas”) y Aécio Neves (PSDB, “tucanos”) fue el más propositivo, lo que no requirió de un excesivo esfuerzo habida cuenta del tenor del anterior.

Más propositivo, pero no menos superficial. Un poco por el formato del encuentro (preguntas y respuestas directas sin demarcación temática), otro poco por las estrategias subjetivas (Dilma cuestionando la insensibilidad social de Aécio, y éste la ineptitud gerencial de la oponente), el resultado dejó poco jugo para saciar la sed de razones para decidir el voto.

Si Neves la emprendió contra la “tercerización de responsabilidades” en materia de seguridad y repuso el prejuicio –que endilgó al PT– en cuanto a las sociedades público-privadas en el área de obra pública, Dilma lo rechazó diciendo que Minas Gerais (gobernada por su rival) no es precisamente un ejemplo en materia de seguridad y enumeró una miríada de emprendimientos del gobierno que encabeza. “Para quien tiene como mayor obra un centro administrativo”, le espetó, “el señor es bastante osado” (en afirmar lo que dice).

Citando un crecimiento del PBI menor al 1% para 2014, Aécio comparó a Brasil con Chile y Perú –que crecen más con menos inflación–, lo que bastó para que Dilma le hincara: “A ustedes (los socialdemócratas) siempre les gustó plantar inflación para cosechar intereses”. Se refería a los ocho años de Fernando Henrique Cardoso en el “Planalto”, sede del ejecutivo federal brasileño.
Aécio no se quedó atrás: Petrobras. Dilma tampoco: los que allí se equivocaron, fueron echados y las irregularidades denunciadas e investigadas. La historia volvió a hacerse presente: “cuando ustedes eran gobierno”, bramó Dilma. Petrobras valía 15 mil millones y hoy 100 mil. Réplica de Aécio: se lee más sobre Petrobras en policiales que en las páginas económicas.
Cierre: Aécio habló de “cambio”; Dilma, de gobernar “para todos los brasileños”. Dilma, por una cabeza.

Al momento de escribir, las encuestas, oráculos imperfectos y voluntaristas, inclinan nuevamente la balanza hacia un resultado que antes de la muerte del candidato Costa se ufanaban en descontar los seguidores de la presidente Rousseff. Al desaparecer su certeza corrió un temblor entre las filas del PT. En el de hoy en Brasil, influye lo que parece ser el crecimiento agregado de una peculiar forma de identidad “brasileña popular”, que no es tan aspirada hacia el centro como años atrás y que enlaza a los vecinos de las favelas con los habitantes del centro-sur y el sur del país, con el norte, siempre popular. Este dato pesa emocionalmente en el cuarto oscuro y refuerza esta “brasileirización popular” ya explotada por don Getúlio Vargas y la convierte en un componente a tener en cuenta más allá de los vaticinios técnicos. Mangabeira Unger (Folha de Sao Paulo) dice que Brasil apostará “más al efecto de la inversión sobre la demanda que al de la demanda sobre la inversión” y “deberá dar calidad a los servicios que cada vez más brasileros aprovechan”.

El mismo día en que Brasil elige presidente, Tabaré Vázquez y Luis Lacalle Pou dirimen la presidencia de Uruguay.

En 1943 escribe Ortega y Gasset en su epílogo a Las aventuras del Capitán Contreras: “(con) las fronteras (…) destinadas a separar dos mundos, ocurre que quienes viven a un lado y al otro terminan por amalgamarse”. Argentina comparte con los tres Estados una frontera y un pasado hecho de recelos y desconfianzas, pero también de complicidades y acercamientos. Sus elecciones presidenciales son también nuestras, porque el equilibrio estratégico nacional está muy unido a la coherencia –a grandes pinceladas– de la mirada de los cuatro países sobre el tablero mundial del poder.