COLUMNISTAS
FIFA y Corte

El perdón y lo imperdonable

Si Theodor Adorno, con su alma quebrada por los horrores de la guerra, afirmó: “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, uno puede cuestionarse, con toda lógica, si tiene sentido alegrarse por el indulto exprés con que la FIFA “limpió” a Messi.

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Menos pena. Es difícil explicar cómo la FIFA no encuentra “pruebas suficientes”. | AFP

—Ustedes no han comprendido todavía –observó Rambert alzando los brazos.

—¿Qué?

—La peste.

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—¡Ah! –dijo Roux.

—No, ustedes no han comprendido que su mecanismo es recomenzar.

Albert Camus (1913-1960); de su novela “La peste” (1947).


Si Theodor Adorno, con su alma quebrada por los horrores de la guerra, afirmó: “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, uno puede cuestionarse, con toda lógica, si tiene sentido alegrarse por el indulto exprés con que la FIFA “limpió” a Messi. Sobre todo cuando, al mismo tiempo, la Corte Suprema de Justicia nativa decide –por tres votos contra dos–, otorgar el vetusto beneficio del 2x1 a una condena por delitos de lesa humanidad. Un fallo insólito que crea jurisprudencia y deja a un paso de la libertad a muchos genocidas presos.

No comparo. Eso sería idiota, irrespetuoso. Sólo expongo la dura paradoja argentina. No la del fútbol. La de un país atado de pies y manos que deberá resignarse a convivir con esos gerontes asesinos, libres, tomando solcito en la plaza. Para colmo, otra sombra del pasado regresa con nuevos bríos: la bicicleta financiera que multiplica cheap dolars gracias a la inflación y tasas altas. Ya vimos esa película. No una, dos veces. Empieza como una comedia, termina en drama. De terror.

Messi no es el Señor K –hablo de Kafka y El Proceso, no de los Kirchner–: él sabía por qué lo acusaban. Lo difícil de explicar es cómo la Comisión de Apelaciones de FIFA –donde es vice Fernando Mitjans, aquel presidente del Tribunal de Penas argento tan íntimo de Angel Easy– hoy no encuentra “pruebas suficientes”, ninguneando a la Comisión Disciplinaria de la misma entidad que sí las había encontrado, tanto como para aplicar una sanción de cuatro partidos y una multa de 10 mil francos suizos. Night & day.

El Defensores de Messi Bogas Team se tenía fe, pero lo que pasó fue más que lo soñado. El español Juan Mano de Dios Crespo –apellido ideal para este caso–, hizo magia sin pudor y argumentó: a) si hubo insulto, fue “al aire”. b) La concha de su/tu madre no es un agravio, sino un simpático modismo argentino. c) Los árbitros, chochos. ¡Wow! El hombre se merece la Orden al Mérito Santa Lilita Orange. Por lo menos.  

Algunos contabilizan este triunfo político como el primer poroto anotado por la gestión Chiqui. Pero los méritos parecen ser todos de don Juan de Dios. Que como prueba de lo inocuo de la frase, habrá cerrado su alegato con una audacia al tono: “Mi cliente es inocente, la concha de su madre. Será Justicia”. ¡Y viva la madre que lo parió, doctor!

Una de cal y una de arena para el metrosexual Gianni Jardín de Infantino, dedicado a imponer su cuentito de hadas: de cómo la cueva más lujosa, rentable, corrupta y poderosa del planeta se convirtió en Disneylandia. Por ahora, sólo le funciona el tren fantasma.

Messi no quería ir a Zurich, ni hablar por Skype. Nada que dejara su huella en esa interna suiza. Chiqui Tapia de Moyano le suplicó en vano. El rumor se había instalado con fuerza: si viajaba le reducían la pena; si no, éramos boleta. Falso. Hace falta más para presionar al marcianito de Arroyo Seco. Es decir, a su papá.

P.P. Castro, presidente del Sevilla, todavía con la sangre en el ojo por quedar como el cornudo del barrio, advirtió con su mejor acento andaluz, como si nadie supiera náh de náh. “Sampaoli thiene una cláusula y si un clúh prethende ieváhselo ahoramismo no tiene máh que pagála. Si no, se quedaráh en er Sevillia pueh lo hesho en la temporda ha síoh essselente”. Un club, dijo. Qué picante.

El torneo local avanza, con más personajes que novela de Tolstoi. Lo único divertido son los vaivenes de Boca; Newell’s, que en plena protesta japonesa –entrenan con su propia ropa– sigue arriba; River, si suma más o Cocca, si agarra del cuello a cualquier defensor, arquero incluido. La Copa Libertadores es una peli de Kurosawa. El tempo es tan pausado que hay que recurrir a la memoria emotiva para entrar en clima.

Moyano eludió el caso Ezequiel Barco como aconsejaba Felipe Solá: se hizo el boludo. “Por lo que me informaron, no fue convocado”, titubeó, cuando todos vieron, clarito, su nombre y apellido en la lista oficial de la Nube Ubeda para la gira por Vietnam –glup– y el Mundial sub-20 de Corea. Independiente, el club que preside el también vice de AFA, nunca quiso ceder a su estrella clase  99. “Lo trataron mal en el Sudamericano de Ecuador”, sobreactúan. Comió banco.

Como conflicto de intereses, el asadito eliminatorio por la Copa Argentina entre Independiente y Camioneros es sólo una pícara inocentada. Era el caso Barco lo que ponía en prueba la credibilidad y la autoridad –si la tuviera o tuviese– de Chiqui Wall de Moyano como mandamás de la AFA. El último almuerzo en familia, juran, fue antológico. Algo así se dijeron, entre plato y plato.

—Dale Supersuegro, sé bueno. Dameló a Barquito. Es para un Mundial.  

—Vos porque sos bostero, Chiqui. ¿Qué hizo Angel Easy con el francesito Ben Tancout?

—Es uruguayo, tienen otro arreglo. Además, con el lío que ahora tiene con Potocar…

—Qué, ¿cambió el auto? ¿Es importado?

—No, no. Es José Potocar, un hombre suyo en la fuerza. Lo tienen adentro.

—¡Ah!, entonces, ése sí va al Mundial.

—No, esteee… Ubeda está enojado porque Independiente le niega a Barco. Es un papelón.

—¿Vos decís? Que lo deje acá a Barco. En avión va a llegar más rápido a Vietnam. Y hablando de Vietnam, ¿alguien tiene el teléfono de Randazzo?

—¿El 9 de rulitos que jugó en Boca y en River?

—¡Chiiiquiiiii..!

 (Mirada furibunda del Supersuegro; suenan celulares, entran y salen choferes, hay postre, café, saludos, besos. Fin del almuerzo).

“La vida es lo que te sucede mientras estás ocupado en otras cosas”, canta Lennon en Beautiful boy, la bellísima canción que en 1979 le compuso a su hijo, Sean.

¿Entonces? A no distraerse, compatriotas. Para que nadie más se atreva a robarnos vida; justicia, sueños, tanta ilusión.