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Ni a la esquina

Mañana, 8 de marzo, es el Día de la Mujer. A decir verdad, hasta que entendí que lo que se conmemora en esa fecha es la lucha de la mujer por su participación en la sociedad, siempre me sonó raro eso del Día de la Mujer.

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Mañana, 8 de marzo, es el Día de la Mujer. A decir verdad, hasta que entendí que lo que se conmemora en esa fecha es la lucha de la mujer por su participación en la sociedad, siempre me sonó raro eso del Día de la Mujer. Quizá porque me crié rodeado de mujeres, con mi madre, mis dos hermanas y Rosa, la empleada (no se dice mucama). Mi infancia sucedió en un mundo femenino. En mi casa, el único día del hombre era mi cumpleaños, o el de mi padre, todos los demás eran días de la mujer. A ellas quiero agradecerles.

A Rosa, que cuando nos quedábamos solos ponía en el Winco el disco de Sandro y Los de Fuego y bailaba descalza conmigo; que una vez le tiró un baldazo de agua por la ventana a un ex novio pesado que insistía en tocar el portero eléctrico; que me prestó su peluca de rizos negros cuando me disfracé de Kiss, a los 9 años, y terminé ganando el primer premio.

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A mis hermanas, que se peleaban por el baño dándome primera fila en esa especie de obra de teatro under que actuaban sólo para mí cuando se corrían a perchazos y se tiraban de las mechas; que me obligaban a darme vuelta cuando se cambiaban contagiándome para siempre una curiosidad infinita por todo ese secreto de elásticos y breteles que sucedía a mis espaldas; que son abogadas y profesoras y tienen una reunión a las cuatro y están de parto a las siete y media y me marean hablando por celular porque me contestan a la vez a mí y a sus hijos y al portero y a la cajera del súper.

A mamá, que me hacía acompañarla a todas partes “porque no puedo estacionar” y me hacía quedar en el auto para que no se lo llevara la grúa; que me paseaba por todo Buenos Aires llevando gente de acá para allá en su trabajo de asistente social; que a las siete de la mañana me hacía a las patadas la galera de cartulina negra para el acto escolar; que cuando tiraron una bomba incendiaria en nuestra cuadra saltó las llamas y sacó el auto del fuego antes de que explotara.

Muchas gracias a todas las chicas superpoderosas que me han acompañado en la vida y sin quienes no podría haber llegado ni a la esquina.