CULTURA
Entrevista con nestor garcia canclini

Estrategias para repensar la derrota

Conocido y respetado como uno de los mayores científicos sociales latinoamericanos, Néstor García Canclini publica su primera novela luego de una vida dedicada a la antropología, la sociología y la estética.

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Objetos. Desde una perspectiva latinoamericana, García Canclini ha dedicado su vida a estudiar la modernidad, la posmodernidad y la cultura. | NGC

Trazando una línea recta, la distancia que separa a México de la Argentina son poco más de 8 mil kilómetros, un vuelo continental que apenas en unas horas conecta a Buenos Aires con la Ciudad de México, los polos del continente alguna vez llamado América Latina y cuyo laboratorio abigarrado de migraciones, contagios, hibridaciones, corruptelas e imaginarios conoce como pocos Néstor García Canclini (1939), uno de los científicos sociales más relevantes y originales del presente que ha desentrañado las complejidades de la globalización, el consumo, la ciudadanía, la modernidad y la hibridación desde nuestra parte del mundo, dejando en el camino no solo una útil caja de herramientas metodológicas, sino también estrategias analíticas y acercamientos sólidos y sofisticados que recortan algunos de los fenómenos culturales más apasionantes de nuestra época, con un énfasis en la estética, la antropología, los estudios culturales y la sociología de la cultura.

Autor de varias obras canónicas del pensamiento crítico en español –Culturas híbridas, La globalización imaginada, Las culturas populares en el capitalismo, La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia o Las industrias culturales en la integración latinoamericana– Canclini visitará la Argentina invitado por la Maestría en Arte y Sociedad en Latinoamérica Unicen que le otorgará un doctorado honoris causa y donde impartirá la conferencia “¿Existe hoy un arte latinoamericano?” el 21 de agosto. Antes de ello, el próximo jueves impartirá la conferencia magistral titulada “Calles y pantallas. Ciudadanos en el capitalismo electrónico” invitado por la Unsam y el viernes presentará su primera incursión en la ficción literaria con la novela titulada Pistas falsas editada por Sexto Piso.

A causa de este acontecimiento editorial, inédito en su biografía como académico, el argentino afincado en México desde hace décadas dialogó con PERFIL al respecto.

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—Lo primero que me llama la atención de tu novela es el subtítulo, “Una ficción antropológica”, no solo porque recuerda a Hegel cuando decía que el verdadero título de un libro es el subtítulo, sino porque al leerla uno se pregunta por qué no la titulaste distopía conjetural o apocalipsis inminente, dados los horrores que conjura.

—Dos críticos y novelistas argentinos excelentes, atentos a los problemas recurrentes a los ensayistas que escriben ficción, sugirieron que en mi caso tal vez convendría titular Pistas falsas como una ficción especulativa, una corriente histórica en la literatura underground conocida como literatura de anticipación a la que no quise afiliarme, por ello me decidí por lo antropológico, ya que si bien predomina lo narrativo y hasta lo poético, hay material que surge de investigaciones sociológicas, algunas evidentes, aludidas o exasperadas hacia el futuro.

—¿En ese sentido estarías de acuerdo entonces con la definición de Juan José Saer al respecto de entender la literatura como una antropología especulativa?

—No necesariamente, es decir, sí, en el sentido literario de especular con el futuro, de aventurar hipótesis, pero no en el sentido filosófico de especular con el razonamiento sin datos.

—¿Qué piensas sobre leer como documentos literarios obras como “Tristes trópicos” o “Los argonautas del Pacífico occidental”?

—Es algo que ya se ha hecho. En esos dos casos los antropólogos han cuestionado el tipo de datos reunidos inspeccionados en las comunidades sobre las que trabajaron sus autores así como los desacuerdos entre los diarios de Malinosky y su etnografía o las contradicciones entre la voluntad narrativa y la construcción teórica hecha por Levi-Strauss. Se ha demostrado que hay un fuerte elemento ficcional, como sucede en todo conocimiento científico, no solo antropológico.  Quizá la única diferencia importante es que en las estrategias científicas de conocimiento hay una decisión de autocontrol y contrastación incesante de las hipótesis con los datos y entre la intersubjetividad de los investigadores. Esa necesidad de control no existe en la literatura o se manifiesta de otro modo, no en términos de verdad sino de verosimilitud.

—Para quienes hemos seguido con lupa tu trayectoria no sorprende tanto este salto a la literatura, puesto que ha sido siempre un pálpito desde el principio de tu carrera; pienso en tu libro sobre Cortázar y la antropología poética.

—En efecto, cuando escribí el libro sobre Cortázar fue un poco premonitorio sin proponérmelo, pero entonces yo no hacía antropología sino filosofía, apenas enseñaba antropología filosófica en La Plata. Fue al venir a México y hacer trabajo de campo que devine antropólogo. No es casual que Cortázar reaparezca en esta novela, puesto que a partir de su centenario y su homenaje en la Biblioteca Nacional en 2014 revisé los textos que había leído y analizado muchos años antes y se me cayeron de las manos, sobre todo Rayuela. Por ello decidí escribir no sobre su obra publicada sino sobre el acontecimiento editorial que constituyó la publicación de los seis tomos de sus cartas, en los que Cortázar trabajó aspectos de su biografía de manera ficcional. Me asombró darme cuenta de que era mucho mayor la cantidad de páginas publicadas póstumamente que lo que Cortázar había decidido editar cuando estaba vivo. Entre ese ejercicio de relectura nació el arqueólogo chino de Pistas falsas.

—Es cierto, en la novela te refieres a los escritos juveniles póstumos, tan profusos en el presente en tantos autores. Ahora recuerdo algunas cartas de Cortázar dirigidas a vos.

—Tuvimos una relación de amistad muy discontinua por la distancia que comenzó con el envío de mi libro, el primero que escribían sobre su obra. El me respondió de manera entusiasta, señalando también objeciones y disidencias, sobre todo respecto a Los premios. Luego la relación siguió mientras yo estudiaba en París, por ello la literatura siempre ha sido una constante de mis preocupaciones; alguna vez en Stanford di un curso de Sociología de la Literatura que se centró en el análisis de uno de mis escritores admirados, Italo Calvino, donde leímos Si una noche de invierno un viajero, una novela que se rompe todo el tiempo.

—Algo llamativo de “Pistas falsas” es la reconstrucción literaria de la ciudad, Buenos Aires como texto y escenario, una estrategia común en los desarraigados, que conciben también la figura del escritor como un destino turístico.

—Las ciudades son protagónicas del relato, por ello las reflexiones sobre cómo se han desorganizado ligadas al crecimiento de la informalidad junto con las trampas y las complicidades corruptas con gobernantes y empresarios especuladores es recurrente.

—Es evidente que para un científico social hay cosas que solo pueden expresarse a través de la enunciación ficcional, impensables en otro contexto, como esta: “Un escritor chileno decía hace veinte años que en su generación los poetas prestigiosos servían solo para pedirles cartas de recomendación. En ese tiempo tenían que pedírselas a Zurita”.

—La ficción es un lugar de elaboración de experiencias, en la que incluso los sociólogos o antropólogos que practican la literatura nos podemos permitir jugar de un modo menos condicionado. Yo creo que algunas hipótesis sugeridas en la narración son estimulantes para no pensar las incertidumbres sociales desde un solo lugar de enunciación sin necesidad de contrastarla.

—Creo que eso es evidente en tu libro, una novela de ensayista que funciona como un dispositivo coral de preguntas sin respuesta.

—En un libro anterior, El mundo entero como lugar extraño, incorporé elementos de la ficción, donde inventé varios personajes, sobre todo el narrador, un estudiante de doctorado que se dedica a recorrer los congresos académicos con bastante ironía, viendo cómo son los rituales en congresos multitudinarios. Se trataba de argumentar que las ciencias sociales contemporáneas no son las respuestas universalmente consensuadas, como alguna vez se pensó.

—El etnógrafo como narrador de nuestros vicios.

—Para mí se trata de una continuación de búsquedas por otras rutas, sin disociación de intereses. Esta novela es un reconocimiento de los límites del trabajo académico que sigo practicando. Para mí la literatura y las artes visuales son caminos indispensables para ensayar otras formas de conocimiento, desmarcándose de las rutinas y las facilidades de los itinerarios académicos consagrados.

—Curioso que lo digas,  puesto que hoy en día, cuando la hibridación cultural ha devenido en sí misma una artesanía de exportación, ¿dónde escribes e inscribes tu trabajo?

—Hay una relación deliberadamente equívoca con el presente en la ficción de Pistas falsas. Sucede en 2030, pero el protagonista es un arqueólogo que habla del pasado y juega con potencialidades del presente que aún no ocurrieron: el Barcelona fuera de la liga española, Palestina liberada, etcétera. Creo que este libro oscila todo el tiempo entre la ficción narrativa, el ensayo deconstruido e incluso la poesía. Hay momentos en que aspiro a que la aproximación poética tenga algo distinto para decir.

—Hay una crítica muy clara al “name dropping” conceptual propio de la academia y algunos tópicos de la creatividad propia de los congresos de urbanismo, la sociología de la cultura y hasta los estudios literarios, algo a medio camino entre la caricatura, el folclore y la malicia.

—Algunos me han dicho que encuentran bastante etnografía irónica. He estado en unos cuantos países y las coincidencias son abrumadoras, más aún cuando son tan voluminosos como en el último en el que estuve de Latin American Studies Association en Barcelona, donde apenas había 6.400 ponencias.

—¿Cuál sería el lugar de la literatura –o, mejor aún, del pensamiento crítico– dentro de las industrias de la atención en el presente?

—Uno indispensable para no quedar presos de quienes administran los algoritmos o de los algoritmos mismos porque quienes dicen gestionarlos no saben bien lo que están haciendo. Se trata de un lugar incierto y en reelaboración. Hoy no podemos criticar la descomposición del capitalismo en esta posglobalización o desglobalización que vivimos con los recursos intelectuales de la teoría crítica de Adorno de hace un siglo. Ni tampoco con las herramientas del pensamiento crítico de los 60 y 70 del que yo mismo participé. Las condiciones de transformación tanto por la tecnología como por la capacidad de acción de los sujetos son otras, incluyendo el hecho de que hoy nos asociamos de maneras diferentes. Hoy hay otros modos de articularse socialmente que ya no son los de los partidos o los sindicatos. Eso sigue existiendo pero hoy hay otras maneras de ser actores en la sociedad.

—Esto se intersecta con tu biografía: un argentino en México, lo que me lleva a pensar en la figura de Gonzalo Guerrero, el primer extranjero aculturado, mestizado. ¿Cómo ves a la Argentina desde México en lo político?

—Sigo diariamente lo que sucede en la Argentina, sobre todo en estos días tan conmovidos por la iniciativa en días pasados de despenalizar el aborto; las entradas y salidas bastante extrañas de funcionarios y empresarios en la Justicia y en las cárceles así como el deterioro económico; temas todos demasiado complejos para poder dar ningún diagnóstico. Voy a la Argentina como lo hago cada año a enterarme de las experiencias de vida de amigos e investigadores y movimientos sociales, lo que me parece parte indispensable para formarse una mínima opinión, dado que solo leyendo las noticias en internet resulta imposible.

—¿Y en México auguras aires de cambio y renovación con López Obrador, visos auténticos de cambio estructural?

—Para responder a esto sería necesaria una entrevista más larga y más tarde, porque los cambios apenas están empezando a suceder. Hay cambios innegables. El resultado electoral fue sorprendente por el derrumbe de tres partidos que han hegemonizado la escena en las últimas décadas. Lo que hay es un rechazo muy fuerte a la cultura de la corrupción, con compromisos muy sospechosos como en el caso de Ayotzinapa y muchas otras razones que han desprestigiado tanto al PRI como a los demás partidos. El derrumbe de ese sistema, que no habría por qué pensar definitivo, habilitó la llegada de un movimiento nuevo como el de López Obrador así como el de gente que ha desarrollado movimientos sociales independientemente de los partidos. Hay muchos acontecimientos novedosos. Por ahora toca esperar a ver cómo se desenvuelven, en un contexto donde los procesos electorales mexicanos son inconvenientemente largos, de casi seis meses entre el resultado electoral y la fecha en que asumen el nuevo presidente y los legisladores. Este período de negociaciones entre cúpulas y trascendidos excluye a la participación social. Hay incertidumbres, muy buenos nombramientos anunciados, otros que crean dudas. Pero se vive un momento de esperanza y de debate nacional sobre temas como la inseguridad, la violencia y las desapariciones que estaban ocultados y distorsionados por los anteriores gobiernos.

—¿Tiene algún sentido todavía preguntarse por América Latina como un lugar?

—Hoy no existen las condiciones de hace quince o veinte años para pensar América Latina. Luego de la primera década de los gobiernos progresistas del siglo XXI ninguno permanece, y hay algunos casos muy polémicos por una judicialización de la política. En medio de esta turbulencia lo que vemos es que la mayoría de los gobernantes actuales de América Latina miran menos hacia el continente que hacia las metrópolis del hemisferio norte, y si tratan de unirse con otros países latinoamericanos es en función de alianzas con el Pacífico que incluyan a Asia. Es con una mirada bizca que se conciben proyectos y asociaciones latinoamericanas, lo que no quiere decir que la noción de AL esté obsoleta, solo que debemos reformularla y repensarla –las guerrillas entregaron sus armas, muchos movimientos progresistas fueron derrotados: tenemos que repensar esa derrota.

 


 

Diario de campo 3*

Garcia Canclini

Me invitaron de una agencia de marketing a asesorar una encuesta sobre chinos en México y Perú, con un pago que me permitirá viajar, quizá a Oaxaca. Me voy a quedar unos días más. Quieren que los ayude a diseñar el cuestionario que aplicarán a chinos y a nativos de estos países sobre los estereotipos con que se miran.

Estoy sorprendido por los cambios en las encuestas. Eliminaron preguntas sobre nacionalidad, ocupación, familia,

gustos de consumo y opiniones políticas porque esos datos ya los tienen capturados en la Central Internacional de Algoritmos.

Están probando nuevas técnicas para conocer procesos,

desviaciones, alianzas que no se revelan en internet. Sienten indispensable, por ejemplo, preguntar:

–¿Usted ha cambiado de sexo, religión o equipo de futbol?

Solo un sociólogo grande vestido como los jóvenes que antes en China también llamaban hipsters defendía que no debemos formular las mismas preguntas para chinos, mexicanos o peruanos. Cada grupo entiende de manera distinta, explicaba, qué es integrarse: ¿vale más el reconocimiento económico, hablar castellano o que las asociaciones chinas se adapten al orden jurídico del nuevo país? Una mujer decía que importaba si los extranjeros se casaban con los nativos, o invitaban a figuras públicas del nuevo país a sus fiestas comunitarias.

Alguien recordó que debíamos preguntar si hablan en chino entre ellos cuando están frente a otros.

Las preguntas con las que se pretende averiguar qué pasa

están formateadas por visiones ingenuas. Sirve poco que las asociaciones chinas en México y Perú paguen viajes de periodistas, encuestadores y políticos de estos países a Beijing, Hangzhou y Qingtian para que comprendan las costumbres y formas de organizarse. La indiferencia ante las normas en las democracias occidentales complica todo: ¿cuáles serían las formas correctas de combinar créditos bancarios, préstamos entre paisanos y blanqueo de dinero? No es fácil distinguir el uso de armas y el aprendizaje de artes marciales.

*Extracto de Pistas falsas (Sexto Piso, 2018)