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La cocina de las editoriales independientes

Víctor Malumián y Hernán López Winne son referentes en la gestión editorial independiente. Al mando del sello Godot y de la Feria de Editores, acaban de publicar “Independientes, ¿de qué?”, un libro que reúne una serie de consejos que todo nuevo editor no debería perder de vista. Diálogo a propósito del estado actual del mercado editorial local.

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Los hacedores. Víctor Malumián y Hernán López Winne durante la última edición de la Feria de Editores celebrada en junio. | matias moyano

Los primeros abordajes sobre las editoriales independientes pusieron el acento en la autogestión como una manera de reactivación –política– frente a la crisis de 2001. En más de quince años, nacieron centenares de proyectos, con apuestas diversas en relación con el catálogo y con los modelos de gestión. La editorial Godot nació en 2008 en ese contexto, con frenesí del primer libro, Barroso y sublime: poética para Perlongher (Marcos Wasem), pero demoraron un año en publicar un segundo título. Malumián, una referencia ineludible y solícita en la materia, cree que esa falla fue la que los impulsó a publicar Independientes, ¿de qué?: “Cuando recién arrancás, el primer error es creer que el libro termina cuando está impreso. Tenés un buen diseño, o una buena traducción, pero es el 50% del laburo. Por eso propusimos dar a entender una tipología del error”. La investigación que desarrollan Malumián y López Winne, publicada el año pasado en México y recientemente en Argentina, pone el acento en los casos de 28 editoriales latinoamericanas con proyección, entre ellas Alquimia (Chile), Sexto Piso (México) y La Bestia Equilátera, por citar sólo algunas, que desandan el know-how de todos los procesos, desde la primera semilla hasta la difusión del catálogo.

Un marco teórico consistente hilvana los relatos de las experiencias concretas de los editores. La idea fuerza que los sustenta, que va desde los aportes de Constantino Bértolo o Gabriel Zaid, tiene que ver con una cuestión bifaz: la capacidad de dejar una marca cultural y la proyección a nivel económico. “Dentro de un panorama enorme, elegimos cinco por país y, sin la pretensión de absolutismo, buscamos ciertas diferencias en la manera de hacer las cosas. En el caso de Argentina, por ejemplo, pensamos en las que arrancaron sin plata y con conocimiento, o con plata y sin conocimiento, o cualquier otra variable posible. Aprendimos mucho durante el proceso de investigación”.

“Sin las librerías, las editoriales morimos a los pocos días”, enfatiza Malumián. En algunos locales de Buenos Aires, una de las ciudades con más librerías en el mundo, pueden verse carteles de la CAL (Cámara Argentina del Libro) con la inscripción SOS. En ediciones anteriores de PERFIL, se ha profundizado en los inconvenientes que genera la caída en las ventas del mercado. No bien asumió el Gobierno, impulsó la apertura de importaciones del sector con el hashtag #libroslibres. “No se trata sólo de eso, es un abanico. Si abrís para que compitan entre sí argentinos, mexicanos y españoles, tenés que tener en cuenta que España tiene un parque industrial más renovado que hace que los costos bajen, que están más cerca de los países que producen máquinas, que compran en euros y ganan en euros, que acá hay monopolios de pasteras, que el papel llega recontra gravado. Entonces, tiene que haber una articulación que abarque a varios actores, los editores, las librerías que el Estado con las debería tener cierta contemplación y espacios que no necesariamente son de comercialización, pero sí de lectura, como las bibliotecas. El tema no es sólo un subsidio o la compra de ejemplares por parte del Estado, sino algo más integral”.

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Malumián no cree que el éxito de la última Feria de Editores (FED), con más de 140 editoriales latinoamericanas invitadas, sea una señal de recuperación. La FED logró darle un espacio a un público lector interesado por ver catálogos completos y hablar con editores. Surge de esa mirada que dice “si yo hago un libro estupendo, cómo no me descubren”. El tema es cómo llegar a ese lector, que tal vez no suele ir a ferias sin traicionar el catálogo. Tal vez mejor diseño, mejor difusión, más puntos de venta. Todo eso implica más costos, más decisiones”.

Independientes, ¿de qué? pone en consideración que editar es un proceso orquestal, que involucra una serie de procedimientos indispensables. El libro condensa una apuesta: editar es un riesgo, pero genera mayor estímulo cuando es compartido. No sólo se trata de surfear la coyuntura evanescente, sino también implica pensar nuevos desafíos. Acaso uno de los más relevantes tiene que ver con la visibilidad: no se trata sólo de los espacios de exhibición sino también de seguir apuntalando un modo de hacer, una forma de concebir las distintas etapas del desarrollo. “Pienso la diferencia entre las editoriales grandes y chicas en balance. Nosotros hacemos el laburo de prensa, recibimos el flete, armamos el pedido para las librerías. El tema es cómo repartir el tiempo para los manuscritos y la curación versus vender lo que ya hiciste. Ese equilibrio es muy fino y se rompe muy fácil”.